Es fundamental para mejorar nuestra calidad de vida, aprender a confrontar la realidad así sea difícil. Esta actitud es lenta pero se sostiene en el tiempo. Muy diferente a lo que enseñan en los talleres de fin de semana, que están cargados de promesas exageradas y sobreinformación “auto-superativa”, en donde las personas logran anestesiar sus miedos y mimetizar sus problemas más profundos, evadiendo el proceso de rehabilitación interior.
A través de la resignificación de nuestro origen, al erradicar los paradigmas de la culpa, el pecado y el miedo, podemos empezar a remplazarlos por actos de responsabilidad personal, familiar y social. Desde esta orilla el camino se vuelve más confiable y beneficioso, enfocado en la recuperación, un estado que nos permite recobrar todo aquello que se fue perdiendo en la carrera del tiempo por acumular fama y reconocimientos externos. Ahora ya no buscamos la perfección pero sí la serenidad, la disciplina y el compromiso interior, para gozar la calma que produce la armonía de estar en paz.
Por experiencia en mis intervenciones de Coaching Ontológico, compruebo que esas exageraciones espirituales empeoran la sanación integral, pues desde el ego se utiliza el nombre de Dios y lo que es peor, paulatinamente vamos perdiendo la fuerza de la fe y la esperanza, por buscar caminos light y creer que somos más inteligentes que el Creador. La humildad y la paciencia, así como la ausencia de deseos materiales, son las mejores brújulas para encontrar en nuestro “Viaje Interior”, el sosiego y la felicidad de acercarnos de manera auténtica y consciente a nuestro origen Divino.
Por: Armando Martí
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