A GUSTAVO PETRO, Presidente electo, le doy el beneficio de la duda

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Solo existe una gran realidad política en Colombia en este momento y es que el nuevo Presidente electo de todos los colombianos es GUSTAVO PETRO URREGO.

Por Fernando Orjuela Galeano.

Si a Gustavo Petro le va mal, al país le va mal, como creo que le fue a Iván Duque y en consecuencia al país. El legado y las cifras que deja el Presidente Iván Duque sobre todo en lo fundamental, dejan mucho que desear y esas son las cifras que recibe en nuevo presidente electo, como el gran primer obstáculo con el que se enfrentara y cuyo reto de manejarlas y superarlas muy profesionalmente para beneficio del país y de su gente, son realmente grandes y desafiantes.

El irresponsable endeudamiento externo que deja Iván Duque no tiene precedentes. Deja al país endeudado en más de US$175.000 millones de dólares, con un incremento de la deuda en sus cuatro años de gobierno de US$43.000 millones de dólares con un costo para los colombianos 70 Billones anuales. La tasa de desempleo global que deja es del 11.2%, con un muy preocupante desempleo en la juventud del 21.3%. La informalidad laboral la consolido en el 44.7%. Incremento los Gastos de Funcionamiento del Estado a 210 Billones, cerrando su curva de crecimiento en los últimos 20 años del 700%. El déficit fiscal que deja, supera ya los 80 billones de pesos. La pobreza llego al inaceptable porcentaje del 42%, así la quiera disfrazar con el termino de multidimensional que nadie sabe que es. La canasta familiar ha tenido un crecimiento inusitado cercano al 30% y se vanaglorio de un incremento del salario mínimo del 10% y deja una balanza comercial negativa de –US$15.000 millones de dólares como los datos más relevantes de su gestión en lo fundamental.

Con estas cifras y un panorama tan sombrío económico, a Gustavo Petro Urrego solo le queda el recurso de poner a producir el país a gran escala y así lo hizo saber en su discurso del 19 de junio de 2022, una vez elegido. Invertir la Balanza Comercial debería ser su gran meta. Si Colombia deja de exportar materias primas y se convierte en un exportador de materia primas procesadas necesariamente como política prioritaria, induce necesariamente a la industrialización forzada del país y esta sería la gran fuente de empleo y el gran reducidor de la pobreza del país. Con que solo haga eso la saca del estadio. Solo recibiendo más ingresos podremos salir del subdesarrollo. Por supuesto que esta política debe estar sustentada en la capacidad de competitividad mundial que debe ir adquiriendo el país en nichos de mercado especializados como los que proporciona el sector agropecuario y el turismo, entre otros, pero deberíamos enfocarnos y no dispersarnos. Necesitamos muchos más técnicos y que el campesinado se pueda desplazar a los centros urbanos a capacitarse, sin que eso sea a los costos actuales imposibles de pagar para ellos.

Si el Presidente electo no reduce los Gastos de funcionamiento del Estado con una reingeniería útil capaz de reducir a la menor expresión la ineficiencia y la corrupción, que nos cuesta sumados a los colombianos 100 billones anuales, con seguridad su gobierno no tendrá trascendencia alguna.

Estas dos grandes metas y propósitos principalmente le puedan proporcionar una nueva visión de país a Colombia y a su gente.

A mí me agradaría mucho que el concepto del subsidio se tornara capital semilla. Los subsidios sin duda menguan el hambre al desayuno, pero en la noche nuevamente se tornan en desesperanza. Es necesario luchar para que Colombia se convierta en un país de microempresarios generadores de riqueza multidimensional con ingreso a la formalidad gradual para lograr calidad de vida y futuro para ese 42% de valiosos compatriotas.

Yo al Presidente electo Gustavo Petro Urrego le doy el beneficio de la duda. El conoce perfectamente cuál ha sido el impacto negativo social y económico que ha tenido el Socialismo del Siglo XXI en varios países de américa latina y no creo que siga su ejemplo, porque iría en contravía no solo de su personalidad, sino de lo que ha pregonado sobre todo en estos últimos 4 años en sus columnas de opinión que muestran sin lugar a dudas mucho más a un estadista que a un exguerrillero solamente.

Petro no es Maduro, tampoco es Chávez, un Castillo o un Ortega y ha visto como Argentina y sobre todo Venezuela ha caído en la más profunda crisis producto del populismo y nadie con sentido común podría seguir su ejemplo.

Tengo diferencias conceptuales con Petro. No creo por ejemplo que parando la exploración de petróleo pueda hacer una transición rápida hacia la utilización de energía limpia. Ni siquiera los países desarrollados y ricos lo han logrado. Creo que sería prudente analizar con más detalle, el alcance del desarrollo tecnológico de nuevos sistemas de exploración amigable con el medio ambiente. Tal vez cuando compruebe que la caja se puede agotar con ese tipo de propuestas en el tiempo, reaccione rápidamente y cuando vea que la inversión extranjera merma rápidamente, cambie de opinión. Sin caja es imposible gobernar. Preocupan otros temas, como el de la salud, el futuro de las EPS, el de las pensiones. De pronto resulta mucho más productivo construir sobre lo construido. Cambiar por cambiar no necesariamente es sabio.

No vote por Petro, tampoco le acepte finalmente la bienvenida que me dio al Pacto histórico el 2 abril del 2.021, después de haber renunciado a la militancia del Centro Democrático, pero le deseo por el bien de mi país, de su extraordinaria gente y sobre todo por el futuro de ese 42%, que haga un buen gobierno. Buen viento y buena mar le diría mi viejo querido.

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