Por Harold Alvarado Tenorio
Se acusa de racista, a un redactor del diario El Colombiano, de Medellin, en una nota sobre la “novela” Las estrellas son negras, -del caballero de industria sentimental Arnoldo Palacios,- y de infame calumniador, a el bueno del Ministro de Cultura, -un pergenio florecido entre los muros de la otrora “madrededios” de la Moir, la Universidad de los Andes-, hijo muy digno de su padre, un aguerrido promotor de huelgas, paros y marchas, tan violentas como las de Riopaila (1976), Inravisión (1999), Conalvidrios (1977); de sindicatos de maestros (162 en 40 años) y de discordias pugnaces entre mamertos y moiristas o miembros de las guerrillas del M-19, las FARC o el ELN.
La mayoría de las voces del coro son beneficiarios directos o indirectos de las empresas editoriales que ha venido financiando Mincultura, que luego de más de cien años de olvido, a comienzos de este siglo, decidió crear 1600 bibliotecas públicas para asfixiarlas de “novelas” de las editoriales españolas que tienen en Colombia sucursales o franquicias para cuanta mugre no pueden vender en la península. En el siglo XXI, ¡el siglo del móvil y los ordenadores, como les parece! Cualquier parroquiano puede ir ahora mismo a una de esas bibliotecas, sean grandes o pequeñas, bonitas o feas, o espantosas como son en su mayoría, y apenas encontrará a un grupo de ancianos preguntando la hora del cierre para ir por el almuerzo, luego de haber pasado las horas muertas de la vejez, sin leer ni siquiera en los muros de la infamia donde se anuncia la llegada, cada trimestre, de un carga de mulas repleta de “novelas” españolas, o nacionales, previamente bendecidas en Madrid por alguna empleadilla o maniquí de turno del grupo Prisa.
Es habitual, desde la llegada al trono del Sacro Imperio Romano Germánico del gran Carlomagno, y los lejanos días de la creación del Imperio del Centro por el autócrata Shǐ Huángdì, que el gobernante de turno o sus adláteres y secuaces, indiquen a los intelectuales que deben celebrar y que olvidar mientras ellos estén en el poder. Así lo han hecho Perón con el Tango o Getulio Vargas con la Samba, y Alvaro Obregón con Vasconcelos; Hitler y Goebbels, Mussolini y Alessandro Pavolini; Stalin y Anatoli Lunacharski; De Gaulle y André Malraux; Mao y Lin Biao; Felipe González y Semprum; Fidel Castro y Armando Hart; Juan Manuel Santos y una terrateniente esclavista, y ahora Petro con el que sabemos.
Cada régimen ha creado los paradigmas de su ideología usando de las artes y las letras. Para el caso que nos ocupa, la falacia radica en hacernos creer que dos libros, uno escrito por un negro paralitico, pero bien dotado para las artes del amor y la zalema, y otro, por un resentido que no pudo hacerse rico atacando con una historia de falsos amores teñida de crímenes contra unos campesinos indígenas en las caucherias de Arana, son piezas ejemplares del arte de contar en nuestra lengua. Ya desde los años cincuenta GGM, a quien no se negará autoridad critica, habló de “esa cosa llamada La Vorágine” y que Las estrellas son negras “con su gastado molinillo de resentimiento racial, su mediocridad técnica y la insignificancia humana de su protagonista”, era, irónicamente, superior en calidad literaria, a los escritos de Arciniegas o Zalamea.
Porque amigos míos, la NOVELA colombiana no existe, existe es la novela escrita en español, que ya tiene grandes representantes en Cervantes o Garcia Marquez, hayan sido negros o zambos o moros o cretinos o bellacos. Pero son grandes, porque como recordaba Borges, “la patria real es el idioma”.
Esta resurrección del racismo crítico literario a partir del color de la piel de los autores, o de sus defectos físicos, o sus calidades para la lagartería, ha sido inventado y fomentado por un par de grises dómines de una universidad provinciana, pervertida por el moirismo y el trotskismo, a partir de la colosal pasión por el cuerpo de las mujeres descendientes de esclavos. Los estudios de maestría y doctorados de las jóvenes mulatas, o “garotas” como prefieren llamarlas, ha llevado a este par de descompuestos sexuales a “inventar” literalmente la “raza negra literaria colombiana”, llegando a convencer a una ministra, a imprimir millares de libros, con enormes derroches del presupuesto nacional, de inclasificables textos de “autores-negros” como Alfredo Vanín, Ana Lucumí, Arnoldo Palacios, Elcina Valencia, Gregorio Sanchez, Hazel y Llenito Robinson, Hugo Salazar, María Teresa Ramírez, Mary Grueso, Pedro Blas, Rogerio Velásquez o Rúgala Bustos. Iban también a hacerlo con los indios, pero como son 69 las lenguas ancestrales que se hablan en este territorio decidieron abandonar la idea. Sin embargo, ya encontraron uno: Vito Apüshana, que no habla ninguna, pero votó por Petro.
Para lavarse las manos, estos Pilatos de Mincultura dicen que fue la derecha que inició esta restauración piadosa de los literatos negros colombianos. Mienten. Fue idea de ese par de satiriaceos vallecaucanos, que, ante la inutilidad de los programas de la Min Color, expusieron el asunto. Ministra que fue resultado de las pretensiones de los ya wokes gringos del partido demócrata, que con el negro Bernard «Charlie» Rangel, presidente del poderoso United States House Committee on Ways and Means, insinuó al presidente Uribe tener al menos un ministro de algún color en el gabinete, si quería seguir recibiendo buena ayuda y apoyo en su lucha contra la FARC, cosa que hizo. Entonces todo se hizo entonces oscuridad en ese ministerio.
Me pregunto ahora, si de verdad este Mincultura y este Ministro están interesados en hacer conocer libros novelescos de buena calidad a los colombianos, y siendo tan wokes como lo pretenden, porque no reditan novelas como Por los caminos de Sodoma de Bernardo Arias Trujillo, Toá y Mancha de Aceite de Cesar Uribe Piedrahita; Una mujer de 4 en conducta de Jaime Sanin Echeverri, ¿o Viento Seco de Daniel Caicedo o Marea de Ratas y El hombre de Talara de Arturo Echeverri Mejia?
Primero porque no las han leído y segundo, porque no les sirven para sus lambonerías con el presidente y la vice. Además, una trata de un maricón, otras sobre la explotación del petróleo, pero en Venezuela, otra de la vida de una guaricha, otra sobre las masacres de campesinos durante la violencia liberal conservadora y eso está muy lejos y ahora lo que importa es ocultar los crímenes del ELN y las FARC y los paracos, etc.
Mejor será que nos diga, señor Ministro de Cultura, cuanta platica está gastando de nuestro presupuesto en sus negocios de impresión y distribución y que nos diga a quienes se los está pagando. Y que responda bien claro todo eso que le preguntan sobre el nepotismo que ha instaurado en esa desacreditada dependencia que desde que fue fundada ha estado en mano de locos de atar. Y meros lameculos.
Maestro Harold, ¿quiénes son, con nombre y apellido, esos dos (2) personajes odiados por usted en el artículo? De acuerdo con que no hay novela negra o teatro indígena o poesía femenina, sino novela, poesía, teatro. (¿Dónde puedo leer el artículo completo de Gabriel García Márquez sobre ‘La vorágine’? ¿Cuál es su evaluación de ‘La vorágine’? Gracias, maestro Harold.