El 23 de diciembre, a eso de las 10 pm., muy pocos en Girardota supieron que Nelson Hernández tuvo que ser internado en el Hospital Pablo Tobón Uribe de Medellín por lo que durante algunos días pensó que era una simple gripa.
Afortunadamente fue remitido con rapidez del Hospital San Rafael de Girardota hacia Medellín. Nelson y su familia despidieron el año en el piso ocho del Hospital Pablo Tobón Uribe, pues los médicos lograron controlar la “simple gripa”. Casi 20 días después, ya en enero de 2015, le dieron de alta.
Le prohibieron seguir siendo un fumador pasivo en el bar donde le gusta pasar las mañanas y las tardes de su vida de pensionado, jugando cartas o dominó o conversando con los amigos, a la vuelta del parque principal de Girardota, por la calle Santa Ana.
Nelson tiene dos enfermedades, de verdad complejas: la primera es polimiositis. Una enfermedad que compromete tan seriamente sus músculos que ya no puede levantar las manos por encima de la cabeza, entre otras penosas dificultades, como la de amarrarse los zapatos o caminar rápido.
Hay más síntomas: dificultad para deglutir, dolor y debilidad en los músculos, problemas con la voz, dificultad para respirar, fatiga, fiebre, dolor articular, inapetencia, rigidez matutina, pérdida de peso.
La otra enfermedad, como reza en las notas médicas de su historia clínica, es intoxicación con plomo. No son menos terribles sus síntomas: dolor y cólicos abdominales, comportamiento agresivo, anemia, estreñimiento, dificultad para dormir, dolores de cabeza, irritabilidad, inapetencia y falta de energía, reducción de la sensibilidad.
Ambas enfermedades se deben a que durante un corto periodo de tiempo Nelson trabajó en Nubiola Pigmentos, en la sesión de Nitrato de Plomo, recién llegada de Barcelona, España, en el año 2007, donde fue cerrado el proceso.
La chimenea amarilla
Quien llega de la ciudad de Medellín puede ver a la entrada de Girardota una empresa que tiene una gran chimenea amarilla, pasando el río Medellín. Está envuelta en eucaliptos, cuyas hojas filtran el aire reteniendo partículas diminutas que expelen sus múltiples chimeneas. La que está pintada de amarillo y azul es también una de las más famosas de Girardota, pues expele un humo muy denso. Los árboles de la vía, junto a la entrada principal del casco urbano, no dejan ver nada más de la factoría de Nubiola Pigmentos.
Es una empresa que ha convivido con el municipio de Girardota desde el año 1969. Cuando llegaron aquí la Nubiola ya tenía 31 años de producción en Europa (con sus ganancias). El año pasado cumplió 100 años de existencia, desde que abrieran en Barcelona, España, una primera planta de pigmentos (año 1914).
En 1944 adquirieron otra en Llodio, Álvala, España. La de Girardota fue la tercera. Hoy tienen otras en Rumania (1992), India (1994), EEUU. Con su gran capacidad de producción fueron montando oficinas en EEUU, Japón, China, Reino Unido, Alemania. Hoy son reconocidos líderes mundiales en la producción de pigmentos. Venden en 85 países del mundo, según su web, que está en inglés.
En su artículo conmemorativo de los 100 años, “100 years of passion for colors”, enero de 2014, afirman: “Our company has always endeavored to achieve sustainable growth that minimizes the environmental impact of our activity. Thus, we continue creating environmentally friendly production processes and developing pigments that are more respectful with the environment”.
En Español: son una empresa amigable con el medio ambiente.
Una larga historia de repudio y tolerancia
Aquí en Girardota es largo el historial de quejas de la comunidad contra Pigmentos (y otras fábricas o empresas mineras).
Hoy día, en el barrio lindante con la empresa, Juan XXIII, donde el mal aire corroe los alambres y agripa mucho a los niños, la comunidad ha pasado por varias fases de repudio y tolerancia. Aún se le repudia en medio de la tolerancia, como un mal necesario.
La tolerancia de hoy se debe a que la empresa ha contratado a muchas personas del barrio. Y respecto a las quejas, cuando Nubiola recibe una llamada del barrio por alguna circunstancia, han venido implementando una respuesta rápida.
Cuentan que un equipo con radioteléfono llega hasta donde le hacen la llamada y chequea lo que está pasando, sea un ruido de alguna máquina o un olor muy fuerte, por ejemplo, tomando medidas al instante. Apagan la máquina o revisan el proceso que está produciendo la incomodidad. Es el producto de algunos años de recibir quejas.
Ya están lejos los días en que el periódico El Mundo de Medellín publicara un artículo donde hacían eco de la petición de un Comité por la Defensa del Medio Ambiente de Girardota, quienes solicitaban por carta al secretario de Salud Departamental, Julio León Trejos, la cancelación de la licencia a Pigmentos S.A. Era 1979.
Exigía éste comité (El Mundo, 26 de junio de 1979) que se “disponga de todos los recursos para que a la empresa Pigmentos S.A., le sea cancelada su licencia de funcionamiento”…
Ya se quejaba mucho la gente en aquel entonces de lo mismo que no obstante hoy se quejan algunos, no muchos, en las calles de Juan XXIII. “Las gentes de su establecimiento se han venido quejando de malos olores, corrosión acelerada de los alambres e irritación en las fosas nasales”.
Pero las cosas hoy han cambiado.
Mi señora, ¿cómo duerme usted? –pregunté una vez.
Maravillosamente, duermo mucho –responde la señora, sonriente.
¿Cómo no va a dormir tranquila si el marido trabaja en Pigmentos?
1979 la crónica de El Mundo subtituló “El bienestar nos está envenenando. Pág.13, sección 1”.
En ese entonces el Comité por la Defensa del Medio Ambiente pedía se evaluara el nivel de contaminación circundante. Todavía no hay informes claros al respecto.
Un ingeniero de Girardota incluso, instaló a Pigmentos la nueva chimenea, a principios de los noventa. Han elevado la altura de la chimenea y han tomado medidas respecto a la seguridad industrial de los trabajadores. Nelson sabe eso.
Por unos minutos más de sueño
Nelson llegó a Nubiola Pigmentos por una razón que parece insignificante. Luego de 15 años de madrugar hacia Medellín y hacer allá duras jornadas, le sonó la oferta de trabajar en “Pigmentos”, aunque no tuviera que ver nada con su especialidad, la industria del plástico. Antes trabajó como mecánico de inyectoras de plástico, era ajustador de moldes de inyección, pasó por Colplas, Sediplas, Simelca, Plásticos Zea e Interplas. Quince años estuvo en eso.
Nelson fue buen trabajador. Aunque una vez, antes de Nubiola, se amputó un dedo con una máquina. No se enfermaba nunca. Jugaba fútbol semanalmente y fue goleador en los torneos de la vereda El Totumo, donde ha vivido desde que llegó con su familia a Girardota hace 23 años. Hoy lamenta no poder correr ni cien metros.
Al momento de cambiar drásticamente su empleo ya tenía tres hijos, hoy de 16, 19 y 24 años. A Nubiola, donde hizo los tres turnos reglamentarios (6-2, 2-10, 10-6) llegaba en 10 minutos desde la vereda, no se tenía que levantar más todos los días a las 3 de la mañana como hizo durante tantos años para las fábricas de plástico.
Pero esa pequeña comodidad, ¡qué iba a saber que le costaría la salud por el resto de su vida!
Plomo en la sangre
La contaminación por plomo es un problema mundial desde la antigüedad. Durante las últimas décadas EEUU prohibió el uso de plomo en la gasolina, en las tuberías y en la pintura. La soldadura de plomo en cañerías fue prohibida en 1986. La Unión Europea prohibió la venta de gasolina con plomo en el año 2000. Un estudio del Departamento Federal de Viviendas y el Desarrollo Urbano, estimó que 38 millones de casas en EEUU todavía contienen pinturas a base de plomo, la ley plantea acciones al respecto. El envenenamiento por plomo afecta a 250.000 en los Estados Unidos, siendo mucho más nocivo para niños menores de seis años, pues en dicha etapa absorben más plomo y sus cerebros son más sensibles a los efectos perjudiciales del plomo.
Apenas en 2011 la OMS creó la Alianza Mundial para Eliminar el Uso del Plomo en la Pintura. En 2013 publicaron la Guía breve de métodos analíticos para determinar las concentraciones de plomo en la sangre. Dice dicho documento: “Se estima que la exposición al plomo provoca 143.000 muertes cada año y es responsable del 0.6% de la carga de morbilidad mundial. El plomo es una sustancia tóxica que se acumula en el organismo y afecta múltiples sistemas orgánicos, como el neurológico, el hematológico, el gastrointestinal, el cardiovascular y el renal”. Agrega además que “indicios cada vez más numerosos sugieren que es probable que no haya un umbral de concentración de plomo en la sangre por debajo del cual no se producen efectos adversos en la salud”.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos establecen que una concentración superior a 10 miligramos por decilitro (µg/dl) en la sangre o más es “un motivo de preocupación”. Por tanto han tomado importantes medidas de salud pública, disminuyendo la media geométrica de concentración de plomo en la sangre de 15-17 µg/dl en 1970 a 2 µg/dl en la actualidad.
Algunos estudiosos han atribuido la caída del imperio romano a la intoxicación por plomo de los alimentos y especialmente el vino, pues usaban recipientes de plomo.
En el episodio 7 de la reciente serie Cosmos de National Geographic, “The Clean Room”, se aborda la vida del científico Clair Patterson, quien además de determinar la edad de la tierra (4.540 millones de años, por un estudio relacionado con plomo), reveló los efectos letales del plomo que llevaron a su prohibición en los Estados Unidos, tras una dura pelea jurídica contra las industrias petroleras norteamericanas.
Sentados en el Kiosco Familiar le pregunto a Nelson cuántas personas de la empresa tienen contacto con el plomo. Escucho entonces una de las declaraciones que más preocupan de Nelson:
“Allá trabajan unas 400 personas. Puedo decir alrededor de 150 o 200 tienen plomo. El nivel más o menos, dicen ellos, que están entre 35 y 40, para mi concepto ese dato no es así, puede ser más alto”.
Exámenes falsos
Nelson comenzó en Pigmentos el 7 de febrero de 2007, ganando un mínimo. A los seis meses pasó a ganar el mínimo de la empresa (800 mil pesos). Entró como operario de planta.
Era como si trabajase para el arcoíris. Llegaba a su casa amarillo, negro, azul, “salía de todos los colores”. Empezó con el amarillo. “Trabajaba en las prensas –recuerda-, donde pasaba líquidos a sólidos mediante reacciones químicas. Después el material pasaba por unos hornos de dónde salía en polvo. Yo tenía que manipular los líquidos”.
Como brigadista le exigían una máscara de protección, pero era una de mil o dos mil pesos. “Hoy la mascarilla vale 600 mil pesos con cartuchos que hay que cambiarlos cada tres días, de 65 mil pesos. En ese tiempo no se usaba eso”.
Luego lo pasaron a la sesión de nitrato de plomo, siendo quien inició la planta en Girardota, tras ser cerrado el proceso en España. Incluso fue enviado allá para estudiar la teoría.
A su sesión llegaba un producto llamado bismuto con plomo, había que separar el bismuto del plomo con un ácido, mediante una reacción. “La contaminación era mucha”.
Le voy a preguntar otra vez, tengo que confirmar datos cómo éste: Cuando viajó a España y le explicaron cómo era el proceso con el plomo ¿no le dijeron que podía ser peligroso para su salud? ¿Firmó un documento que certifique que fue informado?
Nunca –me responde Nelson por teléfono.
Luego empezó la rutina del plomo. Todos los días Nelson se levanó y siguió la rutina que lo puso en un colectivo veredal y después a unos pasos de la empresa, caminando por el barrio Juan XXII, bajando por la vía enrielada rodeada de eucaliptos poco antes de las seis de la mañana. Luego a separar una y otra vez el plomo del bismuto.
“A partir de los seis meses empecé a sentir enfermedad: dolor de cabeza, mareo, falta de hambre, de apetito sexual. Incluso averiguaba y no sabía por qué me sentía enfermo. Me mareaba y me iba al suelo. Todos sentían enfermedades pero a mí me cogió más, el organismo no resistió el químico. No se habían dado cuenta que ese plomo me estaba consumiendo hasta que hicieron exámenes más avanzados, en el 2008”.
Estuvo incapacitado 386 días, desde principios de 2008. Una de las incapacidades más largas de la historia laboral de Girardota.
La ARL le hizo exámenes al entrar a laborar y luego cada algunos meses. Entró aliviado totalmente, no sufría de nada.
Los exámenes que le hicieron después cree que fueron alterados. “Yo me los hacía de cuenta mía y me salían más altos, 20 o 30% más. Tengo las pruebas de eso. He tenido niveles de 118 de plomo. Y hoy estoy en 80 de plomo. Una persona trabajando con plomo el máximo debe ser 50 de plomo y una persona que no trabaje debe estar en 10, 11, 12, máximo. Yo tengo los niveles muy altos. Tengo el plomo en el hueso. Ya es muy difícil de sacarlo”.
Fui al Hospital Pablo Tobón con él, no conocía ese gran Hospital que en cambio Nelson dominaba como su casa. Caminamos por muchos pasillos llenos de médicos y gentes, fuimos a un largo pasillo atestado de recepciones que tienen en el cielorraso fotografías con planos cenitales de árboles pegados sobre láminas luminosas.
En algún momento del trayecto me contó que algunos le decían “pinchado” por el modo en que tiene que caminar, con el mentón en alto. Nelson saluda a las recepcionistas por el nombre, mientras espera confirmación de su cita y puede subir. Era con la reumatóloga. Una de los varios médicos que han tratado su caso con drogas y regímenes especiales de alimentación.
He llegado a tomar hasta 22 pastillas diarias.
Ha pasado por diferentes exámenes. Pero los médicos le dicen que nunca se va aliviar del plomo. Cuando lo incapacitaron estaba tan débil que le daba dificultad mantenerse de pie, vivía mareado y con dolor de cabeza. En la casa no podía hacer nada por su cuenta. Se deprimió mucho porque no sabía qué era lo que tenía. Tampoco se imaginaba que podía ser una enfermedad tan delicada.
Al descubrir que tenía altos contenidos de plomo en la sangre se metió él mismo a leer a internet, tenía todos los síntomas descritos por envenenamiento con plomo.
Luego fue despedido.
La cooperativa de Trabajo Asociado Gestionar, con la que tenía el contrato, le dijo que lo iban a trasladar de puesto o de empresa, pero fue echado. Para ajustar “me dijeron que era una enfermedad que adquirí en otra parte”.
Años de espera
Solo hasta 2014, cuatro años después, vino a recibir la indemnización necesaria, tras el natural pero penoso litigio de un enfermo contra una factoría multinacional.
La ARL Sura le escribió el día 26 de mayo de 2014 que luego de la enfermedad diagnosticada el 29 de noviembre de 2007, la Junta Regional de Calificación de Invalidez de Antioquia le dio un porcentaje de pérdida de la capacidad laboral de 64.5%.
Le informaron que tiene derecho a una mesada pensional de 481,373 mil pesos. Para el 2014 sube a 624,428 pesos mensuales.
Y una mañana Nelson firmó un documento donde consta que era el 19 de junio de 2014 cuando se reunió con el representante legal de la empresa (Nubiola Colombia Pigmentos S.A.) Francisco A. Serna. Y confirma un acto de belleza jurídica, certificando con su rúbrica que “Entre… Nubiola Colombia Pigmentos S.A. y el señor Nelson… NO (mayúsculas del documento) existió ningún tipo de contrato, ni laboral, ni civil, ni comercial, ni ninguna otra índole o naturaleza”. Por tanto, Nubiola “considera que no adeuda suma alguna” a Nelson.
Y más adelantito se afirma: “en la compañía existe una organización de salud ocupacional y seguridad en el trabajo que entrena, educa y protege tanto a sus propios empleados como a los asociados y/o trabajadores de terceros. Igualmente, tanto Gestionar como Nubiola Colombia Pigmentos entregaron al reclamante los elementos de protección necesarios por la ARL con miras a evitar accidentes y/o enfermedades profesionales”.
Luego le dieron 33 millones de pesos que compensaban “cualquier responsabilidad”. Incluyen entre éstas: “indemnizaciones por accidentes de trabajo y enfermedades profesionales”. Paz y salvo.
A todos nos gustaría que esta historia tuviera un final feliz.
Cuando estuvo convaleciente -le pregunto-, ¿qué hizo la empresa por usted?
Una vez me despidieron me hicieron pistola. Me borraron del mapa. Todo ese tiempo sin trabajar vivía gracias a los esfuerzos de mi familia. La empresa en ningún momento me llamó a ofrecerme nada. Incluso cuando estuve hospitalizado 36 días pues casi me muero, dizque yo tenía qué pagar.
Hoy se mantiene optimista, aunque su salud penda de un hilo y tenga que resignarse a empeorar. Los médicos están cuidando que no llegue el plomo a las piernas, ni a la cabeza. “Afortunadamente usted no le ha llegado el plomo al cerebro, pues se enloquece o no resiste la enfermedad”, le dijo un médico.
A veces siente que pierde la memoria, se le olvida lo que iba a hacer. O lo que hizo. Por ejemplo, tiene unos pollitos en la casa y a veces no se acuerda si les echó agüita o cuido. Lo llama una persona o tenía que llamarla y se le olvida. Las citas se le olvidan. Tiene un tablerito con las citas apuntadas. Tal día tengo exámenes, cita con el neurólogo, etc. Incluso ya la vista también la está perdiendo debido al plomo. A finales de año tuvo una cita con el oftalmólogo, le enviaron gafas.
Afortunadamente no tiene que pagar un solo peso por su salud, pues de todo se encarga la ARL.
Cada vez camina con mayor dificultad hacia las terapias que lo dejan adolorido, pues los médicos están tratando de mantener vivos sus músculos. Nelson está en manos de la medicina. Incluso fue visitado ya por un médico alemán, que no vio con optimismo su caso.
Sin embargo Nelson afirma que está dispuesto a experimentar con alguna medicina si le dan esperanza de aliviarse.
Por M. Hoyos
Tomado de la Agencia de Prensa Rural