El Discurso Universal de Petro

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Por: Eduardo Padilla Hernández, profesor de derecho ambiental.

Desde mi punto de vista como ambientalista, recibí con beneplácito el razonamiento exhaustivo revelado por el presidente de Colombia Gustavo Petro ante la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York, Estados Unidos.

Ciertamente ya me había acostumbrado a escuchar la tradicional y fastidiosa perorata ambigua, insustancial e incoherente de mandatarios anteriores en esa clase de reuniones mundiales, cuyos resultados sólo beneficiaban a los magnates del petróleo y su primer derivado: la guerra, donde se enfrentan y se matan los pueblos entre sí, pero los miembros de las élites poderosas nunca sufren ni un rasguño.

En cambio, Petro, con base en una relación detallada y discriminada, como se dice en ciencias contables, hilvanó con maestría una interpretación de la realidad colombiana, y mundial, de manera pragmática y poética a la vez, demostrando con su brillante actuación que él es un líder de verdad y que no es una caricatura pintada en la pared del palacio de Nariño.

En verdad, Gustavo no tiene precedentes en la historia de Colombia. Lo digo porque maestros en este campo como Simón Bolívar, Jorge Eliecer Gaitán y Luis Carlos Galán, no alcanzaron a terminar sus obras, por culpa de esa mafia asesina que se ha perpetuado hasta este momento y que no sé por qué razón esa mala hierba no ha sido fumigada con el glifosato de la justicia.

Basado en datos electorales, digo que más de la mitad de la sociedad colombiana esperaba una excelente actuación del mandatario colombiano en la ONU, pero resulta que rebosó las expectativas, señalando con rigor la injusticia (social y ambiental) que amenaza con extinguir a la humanidad.

El esquema Petro-potencias mundiales, recordando la época de oro del boxeo, parecía un combate desigual. Más para la otra mitad suspicaz de Colombia, hubo un desenlace inesperado, como en el relato de David y Goliat, donde el débil pudo vencer al poderoso, ante la mirada atónita de unos y la complacencia de otros.

Como si se tratara de un partido de fútbol, algunos líderes socarrones, acostumbrados a vivir de rodillas, están alarmados, diciendo: “Que vergüenza, Petro se atrevió a retar a los dueños del balón”.

Pero es que la estulticia ignora que Petro no dijo nada irreverente, sencillamente les recordó a los presidentes de las naciones acerca de los tratados internacionales que hace rato ellos mismos firmaron sin coerción para proteger el medio ambiente amazónico, pero que nunca cumplieron con lo pactado, por ejemplo:

>El Tratado de Cooperación Amazónica (TCA), firmado el 3 de julio de 1978 y ratificado por los ocho países que comparten la Amazonía: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela, que es el instrumento jurídico que reconoce la naturaleza transfronteriza de la Amazonía.
>Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano.
>Declaración de Río sobre medio Ambiente y Desarrollo.
>Convención marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Estos convenios internacionales tienen como propósito proteger la biodiversidad y salvaguardar la Amazonía.
Por eso el jalón de orejas que Petro le hizo a las naciones no es más que en un discurso universal que va conforme a la normativa internacional y a los objetivos que deben seguir las naciones para la defensa de la vida y la protección del medio ambiente, con el fin de frenar la inminente extinción de la humanidad, declarada por la ciencia hace rato.

Este momento histórico es semejante, en cierto modo, al relato de Noe, en cuya saga dicen que nunca había llovido sobre la faz de la Tierra. El agua brotaba del suelo a manera de vapor. Algunas naciones, consideradas potencias mundiales de aquel tiempo, inventaron unos dispositivos hidráulicos para convertir el vapor en líquido.

Noe les explicó que eso podría cambiar radicalmente el clima y originar una catástrofe ambiental, aniquilando a la humanidad, a los animales y a las plantas, pero los dirigentes de aquella época antediluviana no lo escucharon.

Los escépticos dijeron que Noé deliraba, que su discurso era irracional, es decir, que estaba loco.
Entonces, el patriarca abrió un portal multidimensional llamado “Arca” (cada ventana tiene un nombre específico) y por ahí entró para refugiarse con su familia en otra dimensión inefable desconocida para los neófitos.

Mientras tanto, afuera, las personas bebían, comían, se emborrachaban, peleaban, se casaban; había guerras y terremotos.

Hasta el día que las ojivas de vapor no resistieron más presión, explotaron, el vapor se convirtió en agua y se inundó la totalidad de la tierra.

Esa catástrofe de inmensas proporciones aniquiló a toda la humanidad incrédula y corrupta hace aproximadamente diez millones de años.

Luego las aguas deshicieron la arenisca del oeste y el Amazonas empezó a fluir hacia el oriente. En aquella época, nació el bosque lluvioso del Amazonas. Durante la era de hielo, disminuyó el nivel del mar y el gran lago Amazonas drenó rápidamente, convirtiéndose en el hermoso río Amazonas.

Este recuerdo maravilloso de la prehistoria: La selva amazónica, es lo que Petro defendió con ahínco ante la Asamblea de la ONU.

Petro, ambientalistas, líderes sociales y un sector mayoritario de la humanidad, saben que ahora el peligro no es el agua, sino el petróleo y el carbón que está arruinando la selva amazónica, dos factores asociados a la codicia dolosa y desenfrenada.

Metano, pentano, butano, etanol, propileno, benceno, sulfuro de hidrógeno y xileno son algunos de los gases letales que la humanidad está respirando, no de manera inconsciente y silenciosa, sino de manera consciente y ruidosa, porque Petro, cuando sacudió la polvareda cósmica de la apatía global, hizo bastante ruido en la Asamblea de la ONU.

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Eduardo Padilla Hernández
Eduardo Padilla Hernández

Abogado, Columnista y Presidente Asored Nacional de Veedurías


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