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Por Bernardo Henao Jaramillo

Columnista de Opinión

El legado de Joe Biden es el regreso de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, cargo del cual tomará posesión el próximo 20 de enero. Entonces, la presidencia de Biden se ubicará como un interregno entre dos mandatos de Trump, lo que de suyo pone de presente el fracaso de su gestión en la cual pretendió que Trump y su gobierno fueran echados al olvido por los estadounidenses. Triunfó Trump y Biden termina en la impopularidad, apenas con un 34% de aprobación, según sondeo publicado por la Facultad de Derecho de la Universidad Marquette (Wisconsin) en diciembre de 2024.

Como candidato, en el único debate que tuvo con Trump puso en evidencia sus debilidades y tuvo que dar paso a Kamala Harris, quien no consiguió los resultados esperados por los demócratas.

Al hacer un balance de su presidencia se evidencia que la política exterior estuvo plagada de concesiones, muchas de ellas reprochables desde diversos puntos de vista. Esto ha generado desconcierto. No pueden entenderse su posición acerca de los enemigos históricos de los Estados Unidos.

El reciente anuncio de retirar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo representa un giro drástico respecto a la política de las anteriores administraciones y plantea muchos interrogantes. ¿Qué principios motivaron esta decisión y cuáles son los objetivos que se esperan lograr?

A solo 5 días de entregar el poder tuvo la osadía de levantar el señalamiento que Ronald Reagan le hizo a Cuba. En 2015 Obama tomó la misma decisión pretendiendo normalizar las relaciones con la isla pero Trump la reversó, lo que se espera vuelva a hacer, pues, quienes conocen la historia saben, sin duda, que en Cuba se da abrigo y se apoya a terroristas del ELN y de las FARC.

¿Qué gana realmente Estados Unidos con este gesto? ¿Qué concesiones concretas hizo el régimen cubano para merecer semejante indulgencia? Miguel Díaz Canel es sin duda una fotocopia de los Castro, tanto de Fidel como de Raúl.

Cuba ha estado exportando su revolución desde los tiempos de Fidel Castro. Inicialmente fue la revolución armada que llevaron a varios países de Latinoamérica, entre ellos a Colombia. Al fracasar se pasaron a la revolución silente que les ha dado bastantes frutos. Así fue como se hicieron a Venezuela, país que les ha dado abrigo desde los tiempos de Chávez. Están en varios países más y Colombia ha estado siempre en su mira.

El silencio de Biden permitió que se afianzara la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua. Ante Venezuela fue débil y dejó que otros países como Irán, China y Rusia se consolidaran en su territorio, colocando en grave riesgo a los propios Estados Unidos que tienen ahora en su patio trasero enemigos de antaño. También, le faltó gestión y estrategia para que  China no consiguiera en Panamá concesiones inimaginables en otra época.

Muy negativo resultó el que la administración Biden otorgara perdones e indultos a personas y entidades que han causado daño directo a los intereses de los Estados Unidos. Esto no tiene antecedentes. En un mundo cada vez más polarizado la percepción de debilidad de la política exterior puede tener consecuencias nefastas para la seguridad y el liderazgo de su país. La debilidad de Biden ha causado que Rusia, China e Irán se hayan establecido en Venezuela.

Por si fuera poco, el reciente escándalo que involucra a Hunter Biden, el hijo del presidente, exacerba las críticas. Las acusaciones de tráfico de influencias y conflictos de interés, sumadas a la aparente inacción o complacencia de la administración, son un golpe a la credibilidad del gobierno. En este caso, la falta de una investigación independiente que despeje cualquier sombra de duda no solo perjudica la confianza de los ciudadanos, sino que también erosiona la legitimidad del sistema de justicia. Y pese a que insistentemente manifestó que no le concedería clemencia alguna, terminó Biden indultándolo total e incondicionalmente.

El presidente Biden prometió unidad y reconstrucción al inicio de su mandato. Sin embargo, sus últimas decisiones avivaron las divisiones internas y pusieron en entredicho su capacidad para actuar con la firmeza que demandaba el escenario internacional. No se trataba de rechazar el diálogo o la diplomacia, sino de evitar que estos se conviertan en herramientas de concesión a quienes no comparten los valores fundamentales de la democracia y los derechos humanos.

Estados Unidos no puede permitirse una política exterior que confunda generosidad con debilidad ni un liderazgo que ponga los intereses personales por encima del bienestar colectivo. En un momento histórico en el que la estabilidad global depende del equilibrio entre firmeza y diplomacia, el presidente Biden debía recordar que, aunque la paz es deseable, no siempre se logra a través de concesiones.

Los colombianos de sobra conocen la cercanía de Gustavo Petro con Cuba y Venezuela. Él fue uno de los pocos mandatarios que aplaudió tan peligrosa decisión. Por algo será.

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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