Por Hernán Baquero Bracho.
El maestro Escalona es y será por siempre el más grande del Vallenato. El Vallenato Nobel de nuestro folclor, fue sin lugar a dudas Rafael Calixto Escalona Martínez, también uno de los padrea del Festival de La Leyenda Vallenata y de nuestra música vernácula. El más grande compositor costumbrista que ha tenido nuestro folclor. El mito y la leyenda viviente de la Provincia de Padilla. Sería iluso, enmarcar en un escrito de poco espacio, la vida y obra de Rafael Escalona Martínez. Sin embargo, para las nuevas generaciones y para mucho de los culturores, es bueno recalcar los puntos básicos a través de los cuales Rafael Escalona hizo, a mi modo de ver, el más grande aporte, que jamás un compositor haya hecho en el Vallenato y otros aspectos que lo han consagrado como el gran “Amigo”. Y no es exagerado afirmar que Escalona compuso el Vallenato que García Marqués escribió en Cien Años de Soledad.
El próximo 13 de mayo se cumplen 10 años de su muerte y el mundo vallenato no lo olvida y mucho menos escritores, periodistas, columnistas y amantes del folclor. En el concurso de la canción inédita vallenata en el 2010 Poncho Cotes Jr. no quería interpretar su obra. Iba a buscar un cantante, pero ante la insistencia de sus familiares lo decidió a última hora, porque muy adentro pensaba que lo podía traicionar el sentimiento y las lágrimas aterrizar de inmediato. Le pidió fuerzas a Dios para interpretarla porque la canción ‘La última historia’ era dedicada al mejor amigo de su padre, el maestro Rafael Escalona. El mismo de la ‘Honda herida’ y ‘La casa en el aire’ y el que lleno de nostalgia le cantó a su adorado padre. “Dejé enfermo a Poncho Cotes, pedazo del alma mía”. Motivado por esos detalles del alma, el sábado Primero de mayo de 2010 en el Parque de la Leyenda Vallenata pudo decir: “El más grande, ese es él, el más grande, es Rafael”.
‘La casa en el aire’ hoy es inmortalizada por el tenor del vallenato Ivan Villazón.
Antes de Rafael Escalona, por supuesto que se escribían canciones Vallenatas. Pero fue solo hasta su incursión cuando empezó a consolidarse la figura del compositor total – ya esbozada por don Toba- . Rafael Escalona retrató como ningún otro las historias del Magdalena grande y buena parte del país con sus campañas políticas, la vida estudiantil o simplemente de lo cotidiano, en las tierras de Valledupar, o de Villanueva, La Guajira, entre amigos y amores.
Bien. Aunque no es el inventor del genero musical que hoy se llama “Vallenato” y que, según los especialistas, involucra cuatro ritmos: paseo, son, merengue y puya, los cuatros con el mismo clima, aunque con diferente pulsación, si es, y nadie lo discute, fue el más inspirado cultor, el más eximio de los creadores que hayan sido o lo que sean, de este arte mágico, incomparable; el mejor cronista musical de su tierra maravillosa, cuyas figuras y cuyos hechos ha trasladado a sus canciones. Canciones qué, aunque dibuja un ámbito determinado y unas historias ocurridas en dos o tres puntos geográficos del gran espacio nacional, son la luz y música de toda Colombia, porque en todas ellas resuena el alma sencilla de la nación; porque en todas nuestras latitudes, aquel ámbito circunscrito se asimila al ámbito propio y aquellas gratas historias se consideran como ocurridas en cada localidad.
El único de nuestros “aires” con audiencia internacional, es el grandioso Vallenato, en primer lugar el de Escalona, García Márquez escuchó las notas de Miguel Canales, en una estación de tren checa; Carranza fue sorprendido, en un café de Lisboa, con las notas de “la brasilera”; Alfonso Bonilla Aragón, en Buenos Aires, alcanzó a oír con música y letra, el doliente merengue “honda herida”.
Razón tenía la heroína Vallenata, la inmolada Consuelo Araujo Noguera cuando escribió: “¿Cómo explicarían los críticos y analistas que todo lo miden bajo el rigor de los academicismos, el insólito fenómeno de Rafael Escalona, quién sin conocer una sola nota de la escala musical, ni saber qué cosa era un pentagrama, ni tener la más remota idea sobre la rima, fue haciendo todo esto de modo impecable a través de sus narraciones musicales?…. ¿ saben acaso que él no sabía qué cosa era una cuarteta, una quitilla, una octava, una redondilla, o una décima?… ¿ quién puede decir que le enseñó armonía, melodía, y ritmo para que los combinara en la forma espontanea y certera como los combinó en cada una de sus composiciones?”.
Algunos de sus críticos – que también los tuvo – lo acusaban del empleo de músicas ajenas y citaban, a sus espaldas, ejemplos que nunca se han demostrado plenamente. Él no respondía el cargo pero admitía que en algunos pasajes musicales de su obra, pudo haber compases y melodías que en épocas lejanas fueron creadas por los primeros juglares y que él las retomó para rescatarlas del olvido total. Verdad o galantería del compositor, lo cierto es que hoy por hoy en esto de propiedad absoluta sobre la música Vallenata y en virtud de la fiebre de los pases (antiguamente llamados rutinas) en que ahora se esmeran por competir los compositores o interpretes, nadie podría arrogarse la propiedad de ser completamente autentico en su creación musical y estar del todo libre de la inclusión, voluntaria o involuntaria, de melodías ajenas. Ejemplos abundan…
En el año de 1943, cuando solo contaba 15 años compone aquella famosa canción que llevó por título El Profe Castañeda, que en uno de sus apartes dice así: “cuando sopla el viento frio / de la nevada /que en horas de estudio llega / al Loperena / ese frio conmueve toda el alma / lo mismo que la usencia / del profe Castañeda/ él nos dijo adiós porque se ha ido, y le dijimos adiós pero que vuelva/”.
En el año de 1944 compone aquella famosa canción que le hizo a Emiliano Zuleta, cuando lo quería conocer y que ha quedado para la posteridad: La Enfermedad de Emiliano, y que una de sus estrofas dice así: “allá en el Valle he tenido / la noticia / a mí me dijeron / que Emiliano está mal/ me mortifica qué / un muchacho tan joven / por falta de malicia / se deje sepultar/.
O la que compuso al General Dangond en el año de 1950 y que llevó por título: El General Dangond, que en uno de sus apartes dice así: en Carazúa el general Dangond / venció las tropas Venezolanas / en Villanueva tuvo la fama/ y en el Molino su perdición/.
O la que le compuso a su compañero de parranda “Poncho” Cotes Queruz, cuando estaba enamorado de doña Telma Ovalle en el año de 1950, El Gavilán Rastrero (La Ceiba de Villanueva) , que en uno de sus apartes dice así: en la ceiba de Villanueva, canta un / gavilán bajito y es diciendo que se lleva a / una paloma que ha visto (a la hija de Ovallito) / como la dejen llegar y se la encuentre/ solita verán esa palomita / en el pico del gavilán/.
O la que le compuso a su amigo y socio José Francisco “El Tite” Socarras en el año de 1951, El Tite Socarras (Almirante Padilla), que en uno de sus apartes dice así: allá en la Guajira arriba/ donde nace el contrabando/ El Almirante Padilla, barrió Puerto López / y lo dejó arruinado/ pobre tite, pobre tite, pobre tite socarras/ ahora se encuentra muy triste / lo ha perdido todo por contrabadiá/ el Tite Socarras/.
O la que le compuso a Silvestre Dangond o “El Mono” Dangond en el año de 1952, El Tigre de Las Marías, que uno de sus apartes dice así: Villanueva no sabía qué clase de pelusita es del tigre de / Las Marías / que ahora vive en Urumita/ cuando ronca nadie sabe donde es que lo coge el día / pasa la noche en Manaure y amanece en las marías / el tigre de las marías/.
El segundo amor de Escalona, después de la “Maye” lo encontró en Villanueva, en el barrio el cafetal: Dina Luz Cuadrado, una hermosa doncella que todavía se conserva bella, volvió loco de amor al maestro Escalona. Hechos que sucedieron en la década de los 70. Todavía recuerdo como si fuera ayer, las parrandas donde “Cristinita” la mamá de Dina Luz, el acordeón de “Emilianito” Zuleta, las voces de “Poncho” Zuleta y Jorge Oñate, con los versos del viejo “Poncho” Cotes y los amigos parranderos Juan Félix Daza Martínez, Alfonso Murgas y Toño Dávila, los cogía el amanecer en las noches de luna llena. En esas parrandas inolvidables, mi compadre Rafael Augusto Daza y yo, íbamos de mirones, éramos apenas unos pelaos que estudiábamos el bachillerato.
Rafael Escalona era el gran amigo, por ello le dio mucha tristeza, por la muerte de su amigo y primo Juan Feliz Daza Martínez. En el año de 1981 le dedicó de las tantas canciones que le hizo a Dina Luz, esta que se llamó Mariposa Bonita, donde entrelaza a sus amigos parranderos y que en parte dice así: le dije a Poncho Cotes en Valledupar, si aquí llega Juan/ Félix tirando Piedra/ que ninguno le quite la razón, porque yo, porque yo sin/ permiso y por amor le invadí el cafetal en Villanueva/ si aquí llega Juan Félix tirando piedra, que ninguno le/ quite la razón/ ay si aquí llega Juan Feliz tirando piedra, que ninguno/ le quite la razón/.
Mariposa bonita esa eres tú, de los ojos brillantes y sin/ igual/ en el cerro pintao de Villanueva, que te fuiste conmigo/ pa’ otras tierras, pero siempre pendiente de regresar/ Toño Dávila se puso a decir por todo Villanueva a/ discutir/ el por qué me mude pa’l cafetal/.
La vida de Rafael Escalona Martínez, siempre estuvo ligada a Villanueva, donde tenía tantos compadres (mi padre fue uno de ellos) tantos ahijados (yo fui uno de ellos), familiares por vía materna y sus amigos parranderos. El Festival de La Leyenda Vallenata en sus Bodas de Oro, les hizo el homenaje tanto a Escalona, como a Consuelo y al Expresidente López Michelsen por esta idea que nació en 1968 con el Primer Festival Vallenato, que hoy se ha convertido Valledupar en la Capital Mundial de este género, que es magia y poseía. Reconocimiento más que merecido al que fue el mito viviente de la leyenda vallenata. De nuevo recordamos con este escrito, la vida y obra del artista nacional e internacional que le dio más gloria a la tierra de la fabula y la fantasía. Que así sea.
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