Por Jorge Nain Ruiz.
La reacción de Rosendo Romero ante mi columna anterior fue recordarme lo expresado en una de sus canciones: “Me fui siguiendo el estilo/ del gran Gustavo Gutiérrez/ por ser romántico y sentido/ cuando cantaba/ penas y placeres”.
En uno de mis cumpleaños, que celebré en la casa de Ciro Quiroz Otero en Bogotá, tuve el agrado de departir con Gustavo Gutiérrez Cabello, y le escuché una frase que me impactó muchísimo: “Yo siento que no soy de esta época, creo que he debido nacer en un siglo anterior”.
Es cierto, Gustavo Gutiérrez Cabello no parece nacido en el siglo XX, tampoco en Valledupar, y mucho menos, en plena plaza Alfonso López. ‘Gustaveta’, como lo llamaban Jaime Molina y Escalona, fue un contestatario, un rebelde, un revolucionario, un romántico empedernido que se salió con la suya.
Gustavo nació en una época en la que el vallenato aún no descollaba, y más bien era visto como una música burda, o lo que ahora llaman ‘Pelle’, pero desde que él tuvo uso de razón la escuchó muy de cerca; aunque en su casa prevalecía el piano y la guitarra, no el acordeón, se nota que siempre la quiso, pero modificada, transformada, con otro ropaje, el del lirismo, el de la poética y la estética, fue eso lo que lo llevó a, sin ínfulas de creador o fundador, iniciar la gesta revolucionaria que le dio otro aire al vallenato y que muchos aún se niegan a reconocer.
Es cierto que mucho antes de ‘El Flaco de Oro’, como es conocido en nuestro medio Gustavo Gutiérrez, la música de acordeón tenía mucho romanticismo en las canciones de Tobías Enrique Pumarejo, Juancho Polo Valencia, Leandro Díaz y el mismo Rafael Escalona, pero fue Gustavo quien irrumpió con irreverencia, pero sin arrogancia, con paso lento pero firme, sin prisa pero sin pausa, a revolucionar con otros condiscípulos como Fredy Molina, Rosendo Romero y Octavio Daza la composición vallenata.
En esta música vallenata yo me atrevo a afirmar que sus únicos tres revolucionarios han sido: Luis Enrique Martínez, Alfredo Gutiérrez y Gustavo Gutiérrez Cabello, en el caso de los dos primeros en lo que tiene que ver con la interpretación, y de este último, con la composición. Gustavo fue quien más resistencia tuvo entre los vallenatos raizales a ese estilo que rompía brutalmente los paradigmas de la composición vallenata, puramente narrativa y descriptiva hasta ese momento.
«El Cariño de mi Pueblo», uno de sus clásicos…
Cuentan que cuando Gustavo cantaba sus primeras composiciones en las clásicas parrandas del Valle, se notaba cierto desdén en sus contertulios, lo veían como un ‘bicho raro’, pero Gustavo no se amilanó, ni tiró la toalla, más bien insistió, persistió, resistió y nunca desistió en su empeño por mostrar que la música como arte no se puede desprender de los sentimientos y las emociones, y que la principal fuente de inspiración es el amor y las cosas del corazón, por eso es el precursor vivo del vallenato romántico o lirico.
COLOFÓN: Una rosa en su mano derecha, una semblanza histriónica, una voz medio trémula y un verso exquisito en boca de Gustavo Gutiérrez, hacen que uno se sienta en otro mundo.