La hipnosis es una vieja ciencia al servicio de una nueva humanidad, que se ha reinventado constantemente con el paso del tiempo, sobreviviendo a sus peores detractores. Lo que está claro, es que el adecuado uso de este instrumento permite acceder a planos intangibles del ser, por medio de estados de trances profundos que al darles luz, son la clave para la transformación interior.
Lo anterior, teniendo en cuenta que el cerebro humano es un submundo lleno de energía, información, pensamientos, imágenes y recuerdos, que develan dimensiones donde se almacena el conocimiento para el despertar auténtico de cada persona. Estamos familiarizados con la mente consciente (razón y lógica), pero también confluyen dentro de nosotros el subconsciente (emoción, deseos y gustos) y el inconsciente (zona primitiva donde se almacena el aprendizaje de las generaciones). Para tener acceso a estos niveles profundos del ser, se ha empleado la hipnosis como una herramienta que permite ir más allá de lo evidente.
Las primeras manifestaciones de esta práctica se dieron entre los hombres prehistóricos, quienes a través de cantos misteriosos, bailes, ritos y palabras, llegaban a insensibilizarse del dolor, dominar el cansancio y sanar trastornos del espíritu. El término hipnosis, tiene su raíz en la mitología griega, pues hace referencia a una deidad menor llamada Hypnos (personificación del sueño) quien tenía un gemelo Tanathos (representación de la muerte no violenta), ambos eran hijos de Erebo (sombra) y de Nix (noche); estos hermanos pertenecían a las oscuridades subterráneas, por eso vivían en una cueva. Hypnos se casó con las Gracias (diosas del encanto, la belleza, la naturaleza, la creatividad humana y fertilidad) y tuvo mil hijos de los cuales Morfeo (inducía sueños donde aparecen humanos), Fobetor (generaba sueños de espanto con animales) y Fantasos (producía sueños de fantasías y seres inanimados como árboles, plantas, agua, rocas, etc.), heredaron el poder sobre la mente.
Sin embargo, en Egipto se usaban procedimientos hipnóticos con el fin de curar los males, como quedó registrado en el famoso Papiro de Harris o el Papiro de Ebers hace tres mil años antes de Cristo, un documento donde se exponen diferentes técnicas utilizada por los adivinos egipcios muy similares a las actuales. Más adelante, alrededor del siglo XVI, Teofrasto Paracelso un alquimista, filósofo, teólogo y médico suizo, aseguró que existía una relación oculta entre el universo (macrocosmos) y el hombre (microcosmos), si por alguna circunstancia esta interacción se veía afectada surgían las enfermedades, trastornos del humor o desarmonías energéticas. Fue entonces cuando a través de la estimulación de estados profundos en el hombre (hipnosis), logró sincronizar y alinear nuevamente estos dos elementos, llamando a este método “curación por simpatía magnética”.
Influenciado por estas revelaciones, el médico Fran Antón Mesmer en 1773 renovó la técnica y la nombró “Cura Magnética”, donde por medio de la sugestión junto con imágenes e imanes, inducía a las personas a una fase alterada de la mente, mejorando los síntomas físicos y emocionales del paciente. Posteriormente, Sigmund Freud hizo uso de la hipnosis para tratar los casos de histeria y de allí surgieron también los cimientos para el psicoanálisis, pero fue Milton Erickson que sentó las bases de la psicoterapia breve por medio del hipnotismo, pues consideraba que el inconsciente tenía los recursos suficientes para resolver la problemática de cada individuo.