Por Rafael Nieto Loaiza.
La deriva autoritaria de Petro se agudiza. Por un lado, utiliza la Supersalud como policía política e interviene, con falsa motivación, Sanitas y la Nueva EPS (con la ironía de que la controla el mismo gobierno. Si hoy la manejan con las patas, mucho peor sería si, como pretenden, todos los usuarios del sistema estuvieran ahí). Por el otro, también ilegalmente, decreta un día cívico que coincide, vaya casualidad, con su cumpleaños. El ego de Petro y su falta de pudor, propios de los peores dictadores tropicales, no tienen límite.
Pero sería un error no entender que el propósito fundamental de hacer del viernes un festivo fue sabotear las marchas de este domingo creando un puente ficticio. Tiene miedo de que esas marchas sean las más multitudinarias de todas las que sea han hecho contra él y su gobierno y que quede en evidencia que ya no controla la calle, a la que Petro le da tanta importancia, y que la oposición tiene capacidad para convocar de manera masiva a la ciudadanía. De hecho, han sido mucho más numerosas las que se han hecho contra Petro que las que él ha citado, a pesar del apoyo que las suyas han recibido de los sindicatos y de que el gobierno ha abusado de nuestros impuestos para financiarlas.
De manera que las marchas sí sirven. Le disputan a Petro la que fuera su hegemonía en las calles que, ahora cuando no controla el Congreso y que pretende presionar a las Cortes, son aún más importantes. Revelan que la oposición además está en capacidad de convocar a muchos más ciudadanos que él. Más aún, muestran que quienes están en contra de Petro, su gobierno y sus reformas son la mayoría. Y, no es un tema menor, activan políticamente a muchos ciudadanos. Porque la ciudadanía no debe y no puede limitarse solo a votar cada cuatro años. Debe expresarse también en el debate público sobre lo que conviene o es perjudicial para el país, sobre lo que hace bien y hace mal el gobierno, y, sobre todo, lo que contribuye a fortalecer la democracia o la pone en peligro.
Estas manifestaciones del domingo tienen como propósito fundamental defender la democracia y el estado de derecho frente a la embestida autoritaria de Petro y sus amenazas a la Constitución del 91. A estas alturas es evidente que Petro se bajó de su propuesta de convocar a una asamblea nacional constituyente y se montó en ese gris, nebuloso, confuso, incierto y vago «proceso constituyente». Un «proceso constituyente» que, por encima de cualquier otra consideración, es inconstitucional porque pretende cambiar la Carta Política a través de mecanismos que no están contemplados en ella. Cambio que hecho así, no hay que dejar de insistir en ello, supondría un golpe de estado, un autogolpe.
He dicho que Petro no tiene suficientes factores de poder alineados a su favor como para que tal golpe fuera exitoso. Agrego que por eso mismo, y porque es esencialmente cobarde, no lo intentará. Teme que su suerte sea la misma, que lo sería, de Pedro Castillo en Perú. Pero sería ingenuo no entender que Petro se quiere quedar en el poder después de que termine su período en el 26, que está maniobrando para ver si lo consigue y que su idea de «proceso constituyente» busca eso.
También he resaltado, creo necesario volver a hacerlo, que ese «proceso constituyente» de Petro es profundamente antidemocrático y ataca la soberanía popular porque restringe el concepto de pueblo a unos pocos y minoritarios grupos poblaciones (algunos indígenas, estudiantes, sindicatos), lo vuelve faccioso, lo reduce solo a los petristas y, al mismo tiempo, expulsa a las mayorías que no lo son y les impide participar en las decisiones que debieran ser democráticas, la más importante de ellas la construcción y definición de la Constitución.
De manera que las marchas de este domingo son indispensables para decirle a Petro que somos millones quienes vamos a proteger la democracia, el estado de derecho y la amenazada Constitución del 91 que, más allá de sus debilidades, ha sido vital para la defensa de los derechos y libertades fundamentales.
Si eso no es suficiente para usted, lector, salga para proteger su salud, sus ahorros y su pensión, la libertad económica, la empresa y el trabajo formal, amenazados por la reformas petristas. Y para protestar contra la corrupción rampante del gobierno o contra su ilegitimidad. No hay duda de que Petro ganó con trampa, violó los topes de financiación y se alió con criminales, lavadores de activos y estafadores. Cada día son más las pruebas de ello.
Los motivos para marchar son muchos y vitales. Nos estamos jugando el futuro del país, el nuestro y el de nuestros hijos y nietos. Salgamos a las calles para protegerlo.