Por Rafael Rodríguez-Jaraba
No existe duda que el pasado 28 de julio, el vejado pueblo venezolano declaró su Segunda Independencia; la Primera fue, del Reino Español en 1911, y la Segunda, de la Narco-Dictadura de Nicolás Maduro y su banda de delincuentes, entre ellos, políticos, militares, empresarios y contratistas.
Y esta Segunda Independencia se dará, luego de 26 años de haber sido elegido Hugo Chávez Frías como presidente de Venezuela, y con él, de llegada al poder del perverso Socialismo del Siglo XXI, el más retardatario, regresivo y obtuso populismo comunista contemporáneo.
Tampoco existe duda que, con holgada solvencia, Edmundo López Urrutia y María Corina Machado ganaron la contienda electoral en Venezuela, en la que sus ciudadanos manifestaron su mayoritario rechazo repudio y condena al dislocado régimen instaurado por Chávez y sus secuaces.
El triunfo de González Urrutia y María Corina Machado ha sido reconocido por el mundo democrático, salvo algunas excepciones como la del remedo de gobierno que Colombia padece a manos de Gustavo Petro y de la populista Claudia Sheinbaum de México.
Pero, para que se regrese la democracia a Venezuela, es necesario que, tanto la cúpula militar presidida por el general Vladimir Padrino López, como el señor Elvis Amoroso, corifeo del régimen y presidente del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, rectifiquen y cesen en su infructuosa intentona de dar legitimidad al fraudulento triunfo del Maduro y de respaldar su continuidad en el poder.
De no hacerlo, la justicia será inmisericorde con ellos y la historia recordará sus delitos a sus descendientes. Padrino López y Elvis Amoroso, tienen las horas contadas para decidir, entre admitir el fraude y pagar por sus delitos, o ser detenidos, juzgados y morir en una cárcel, y de fugarse, ser perseguidos y vivir como fugitivos durante lo que les queda de vida. De huir, a Padrino López y Elvis Amoroso, el mundo les resultará estrecho para esconderse.
El pueblo venezolano y la comunidad internacional no pueden permitir que un régimen torpe y espurio, se pueda perpetuar en el poder burlando el querer y la voluntad popular.
No sobra recordar, que en 1998 el tropero y chafarote Hugo Chávez Frías resultó electo, bajo el señuelo de cambiar las costumbres corruptas de una nación acostumbrada a la abundancia y el derroche, fruto del capricho de la naturaleza, y no de la educación, el esfuerzo, el empeño y la superación.
Para ese entonces, el mayor orgullo de Venezuela era disponer de las reservas petroleras más cuantiosas del mundo, y no, de ser la nación más educada, civilizada, eficiente y sostenible.
A la Venezuela de los años 70, 80 y 90 le sobraba riqueza, pero le faltaba educación y, salvo algunas notables excepciones conformadas por minorías nativas, criollas y de inmigrantes cultos, la educación de la que disponía era precaria. No en vano en el hemisferio se le veía como una nación inmensamente rica, pero negligente e inculta.
La nación de Bolívar padecía el problema consuetudinario que caracteriza a los nuevos ricos, que se dedican al consumo suntuario de la riqueza, más no a educarse para producirla, mantenerla y aumentarla.
26 años después de elegido Chávez, los resultados del régimen sobrecogen y deprimen. El populismo rampante y atorrante de Chávez y Maduro, tan solo ha logrado devastar y pauperizar por completo el país, y condenar a sus ciudadanos la más vergonzante miseria, indigencia y humillación.
Hoy Venezuela afronta, quizás, la mayor crisis que pueda haber padecido nación occidental alguna. El desabastecimiento, la miseria, la inseguridad, la anarquía, la hiperinflación y el éxodo masivo de sus nacionales, evidencian los inestimables daños causados por un puñado de bandidos disfrazados de rojo, que se entronizaron en el poder de lo que era una democracia perfectible, para convertirla en un feudo en el que impera la más corrupta y disparatada dictadura.
Para medir los estragos causados por el castrochavismo, tan solo basta repasar las estadísticas de fuentes neutrales y advertir que, cuando Chávez asumió el poder, la pobreza afectaba al 43.9% de los venezolanos, y hoy, 9 de cada 10 viven en pobreza.
No debe olvidarse que cuando el teniente coronel golpista llegó al poder, prometió cambiarse el nombre si al final de su mandato hubiera un solo niño en la calle; hoy son cientos de miles los niños venezolanos que sobreviven con la basura de las calles.
Qué experiencia más aciaga y amarga, y que desengaño para algunos ingenuos e incautos que aún insisten en creer que, el populismo comunista resuelve todos los problemas y destierra la corrupción. Baste tan solo ver la incompetencia y la corrupción del sainete de gobierno de Gustavo Petro en Colombia o de Miguel Díaz-Canel en Cuba.
La historia no conoce mayor despliegue de indelicadeza, abuso y corrupción, que el de los regímenes totalitarios y comunistas, y el impuesto por Chávez y legado a Maduro, lo ratifica.
No se debe olvidar que el cínico y desvergonzado Juan Manuel Santos, en clara demostración de servilismo con el sucesor de su “nuevo y mejor amigo”, el difunto Hugo Chávez, ofreció promover un diálogo con los líderes de la mancillada oposición venezolana para tratar de legitimar a Maduro, pero, cuando advirtió que las protestas no eran pasajeras, se retractó. Santos nunca dejará de ser hábil, por traidor, sinuoso, farsante y escurridizo.
Igual que Santos, hicieron los desvergonzados Ernesto Samper Pizano y José Luis Rodríguez Zapatero, obsecuentes defensores y espadachines de la dictadura venezolana. Por su parte, el narcoterrorista colombiano Iván Márquez decía: «Venezuela es un ejemplo a seguir«.
Pero para no quedarnos tan solo en el análisis de las nefastas secuelas que dejará el régimen que Nicolás Maduro heredó de Chávez, revisemos las razones por las que el populismo se tomó a Venezuela, así como a varias naciones del hemisferio, entre ellas, Bolivia, Argentina, Ecuador, Nicaragua y recientemente Chile y México, y, de no reaccionar pronto, a Colombia le podría suceder lo mismo.
A lo largo de la historia, el populismo ha sido alternativa reaccionaria y contestataria provocada por la incapacidad de los Estados para atender las necesidades, las urgencias y las quejas ciudadanas, pero, paradójicamente, antes que atenderlas y resolverlas, las aumenta y agudiza.
El populismo es inmanente al subdesarrollo, el que, por antonomasia, es la falta de educación formativa y de enseñanza de la ética, y, se nutre, con la ausencia de políticas de educación sexual y planificación familiar, creando explosión demográfica en los sectores de menores ingresos, lo que deriva en desempleo, corrupción y, por ende, pobreza.
Cuando el populismo llega al poder, se afinca gracias a la gratitud que despierta el asistencialismo, las subvenciones y los subsidios que prodiga, lo que termina fletando conciencias, neutralizando críticos y amistando adversarios, y con ello, promoviendo unanimismo y descalificando el disenso.
De la práctica rampante del populismo da buena cuenta, la entelequia del Socialismo del Siglo XXI, la que, valiéndose de dádivas, logró arrendar la conciencia de muchos y construir consensos por utilitarismo o conveniencia.
La carencia de una política económica seria y sostenible, y la adopción de decisiones intempestivas e irreflexivas financiadas de manera irresponsable con la riqueza petrolera, terminaron develando la incapacidad de un mesiánico y oscuro teniente coronel, enajenado por el resentimiento y la frustración.
Tras la muerte de Chávez, Venezuela tuvo la oportunidad de revertir su destino, pero la pasión pudo más que la razón. Los venezolanos siguieron embriagados bajo los efectos del populismo, y el facilismo propio de la falta de educación, los consumió.
La riqueza del petróleo pudo haber hecho de Venezuela, una de las naciones más educadas y desarrolladas del mundo; sin embargo, hoy es una de las más pobres, caóticas y anárquicas. Es claro que, en Venezuela, como en toda América Latina, la pasión vence a la razón y la ciencia pierde con la ideología.
Pero como siempre sucede, toda aventura populista llega a su fin y la sociedad desengañada termina retomando el camino de la cordura. Ojalá que tan amarga experiencia, ayude a preparar verdaderos líderes capaces de modificar el rumbo, para que Venezuela vuelva al sendero de la libertad, el orden y el progreso.
Entre tanto, las movilizaciones cívicas y democráticas en Venezuela ante la proximidad de la posesión de Edmundo González Urrutia, ha aumentado la represión en Cuba. La dictadura Castrista teme que el fracaso del Narco Socialismo del Siglo XXI, termine derrocando y sepultando el criminal y desvencijado Comunismo del Siglo XX.
Que nadie se extrañe que el estruendoso fracaso de la aventura Chavista, termine germinando la semilla reprimida de la libertad en Cuba. Qué irónico sería que el enajenado Chávez y su obtuso sucesor, terminen exacerbando el anhelo de libertad y democracia en Cuba.
La OEA, la ONU, la Unión Europea y las naciones democráticas del mundo, deben estar vigilantes y en alerta, ante las maniobras y trapisondas que ya empezó a desplegar Maduro para intentar mantenerse en el poder.
A Vladimir Padrino López y Elvis Amoroso les llegó la hora de la verdad.
El próximo 10 de enero, Venezuela recuperará su democracia y declarará su Segunda Independencia, y de lograrse como debe ocurrir, lo primero que se debería hacer, es restituir su nombre y abolir el calificativo populista de República “Bolivariana”, el que solo evoca fracaso, miseria y desolación.
Dios salve a Venezuela, y le dé aliento, valor y coraje a su pueblo, para restituir la democracia y declarar su Segunda Independencia.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.