Cuatro Grandes Tareas para Colombia

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Por Rafael Nieto Loaiza

Cuatro son las tareas que debemos enfrentar hasta el siete de agosto de 2026 quienes en Colombia creemos en la democracia, las libertades y la propiedad privada. Una, seguir haciendo oposición firme y constructiva a Petro y a la izquierda extrema con la que gobierna; dos, defender la democracia y la Constitución del 91 frente al tiranito y su deseo de quedarse en el poder; tres, ganar las elecciones parlamentarias y presidenciales del próximo año; finalmente, prepararnos tanto para afrontar la policrisis que nos dejarán como para la reconstrucción del país.

Hacer oposición no es fácil. Por un lado, porque no hay semana en que no diga o haga una barbaridad que obliga a reaccionar. Con la generación permanente de cortinas de humo, Petro consigue tres objetivos: define el relato; distrae del análisis profundo y sistemático de los errores y debilidades más críticos de su gestión; acostumbra y normaliza la mentira y el escándalo. Como consecuencia, lo que a otros habría tumbado, a él se le deja pasar. Por el otro, hay una posición aparentemente mayoritaria según la cual a Petro hay que dejarlo terminar su gobierno a cualquier costo. Coincido en que darle un golpe sería nefasto y contraproducente. Para empezar, no puede criticarse a Petro por quererse quedar en el poder y, al mismo tiempo, buscar su salida por fuera de lo que la Constitución establece. Después, sería victimizarlo, como siempre ha querido. Finalmente, se validaría su retórica de que siempre han querido tumbarlo y lo convertiría en mártir. Tremendo error. Pero no es menos equivocado aceptar la tesis de que Petro, no importa que haga o diga, tienen que quedarse en la Casa de Nariño hasta que termine su período. Si hay motivos, y sin duda los hay, para un juicio por indignidad, para la aplicación del artículo 109 de la Constitución por la violación de los topes de financiación, y para el juicio penal por la comisión de distintos delitos, Petro debería ser juzgado y apartado del poder. La aplicación de la Constitución no es y no puede ser jamás un golpe de estado. Hacer justicia tampoco lo es. Por el contrario, hace mucho mal la idea imperante de que el presidente es, por el mero hecho de serlo, inmune, y que sin importar lo que haga o diga, sus actos quedarán siempre impunes. Tal concepción es un estímulo perverso para la conducta abusiva o criminal de quien detenta el poder y Petro es la prueba de ello. Además, está visto, cada día en que Petro sigue hace más y más daño. Mucho nos ahorraríamos sancionándolo por sus conductas indignas o delincuenciales. Pero mientras sea indispensable pasar por la Comisión de Absoluciones, nada ocurrirá. Así que no queda sino seguir en la crítica juiciosa de Petro y su gobierno. Observación: aunque sean las críticas políticas las que más recepción y circulación tengan en los medios y la redes, es en los temas sociales donde más énfasis hay que hacer, no solo porque es indispensable hacer evidente la contradicción entre el discurso petrista y la patética realidad del gobierno, sino porque son esos asuntos los que más le importan y duelen al ciudadano.

No debería haber duda de que Petro y su equipo no hacen otra cosa que buscar la manera de quedarse en el poder. Petro es un izquierdista carnívoro pero a pesar de sus esfuerzos no ha encontrado el camino para mantenerse en la Casa de Nariño. No prosperará tampoco su ataque a la confiabilidad del sistema electoral (discurso que, por cierto, le servirá tanto para excusar su derrota en las elecciones como para darle legitimidad a lo que, preveo, será un ejercicio agresivo y violento de la izquierda frente al nuevo gobierno). Pero mal haríamos los demócratas en no prepararnos para las embestidas del tiranito. Un gran paro nacional, con un cese general de los pagos tributarios, debería ser parte de la respuesta.

Presumo que habrá elecciones y cualquiera que vaya a segunda vuelta le ganará al candidato petrista. En junio, la mayoría votará contra el de Petro. Sin embargo, un escenario de Claudia López o Fajardo contra el petrista no es descartable y tampoco deseable, por mucho que al menos Fajardo no haya sido su aliado. Pero le falta perrenque para enfrentar el desafío y el caos que vendrá en el 2026. Para evitar esas posibilidades, es indispensable conseguir una mínima unidad del centro a la derecha que permita tener un candidato viable, es decir, con posibilidades reales de pasar a segunda vuelta. Por duro que sea, el Centro Democrático no contará con Miguel Uribe, el precandidato que mejor posibilidad tenía de articular alianzas con los otros partidos y candidatos. Hay que seguir rogando por la pronta mejoría de Miguel, pero asumir con realismo y pronto que es altamente improbable que, si sobrevive, esté en condiciones de hacer una campaña el próximo año. Congelar la campaña fue un gesto indispensable de dolor y solidaridad, pero a más tardar en agosto hay que moverse. Y construir esa alianza, esa unidad, dejando de lado egos, vanidades, aspiraciones personales y las diferencias políticas menores.

Ahora, el próximo gobierno tendrá enormes desafíos. Deberá enfrentar una policrisis como jamás ha habido una en nuestra historia. Y habrá que tomar decisiones políticamente costosas desde el mismo día de la posesión porque no habrá tiempo que perder ni cien días de espera y aprendizaje. Para eso es indispensable tener los equipos de gobierno listos, las alianzas en el Congreso hechas (ganar la mayoría y con buenos congresistas es clave), y los planes, políticas y programas preparados para poner en marcha de inmediato. Como los candidatos en campaña difícilmente pueden ponerse en la tarea de aterrizar las soluciones para el país en propuestas detalladas de gobierno, los centros de pensamiento y la academia deben ponerse ya en la tarea.

Colombia tiene futuro, tiene esperanza. Pero exige mucho trabajo y esfuerzo. Hay que empezar desde ya con generosidad y grandeza.
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Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza

Abogado, columnista y analista político. Ex viceministro de Justicia.


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