Bernardo Henao

El discurso del Presidente ante la ONU

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Por Bernardo Henao Jaramillo.

Escuchando la intervención del presidente Petro ante la ONU no queda más que recordar a Marcos 4:22 “Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a la luz”, pues, su apología a la producción y consumo de droga y su especial pedido de “acabar con la irracional guerra contra las drogas” pone de manifiesto la verdadera y única razón de la nefasta toma del Palacio de Justicia, esa sí totalmente “irracional”, así como, muy probablemente, de la deuda que aún considera tiene con el “patrón” Pablo Escobar.

Por supuesto, los narcotraficantes detenidos en la cárcel La Picota y en otros establecimientos penitenciarios del país deben estar de fiesta, de plácemes, observando que, en tan corto tiempo, han conseguido resultados que hasta ahora eran impensables. El discurso en cuestión, que más parece de un panelista en un concurso de improvisaciones que de un presidente en la ONU, mal redactado y arrogantemente pronunciado, tiene ese particular estilo del presidente. En su reiterado mensaje de protección a la selva y al medio ambiente olvidó que han sido los grupos al margen de la ley -FARC y ELN- quienes han desforestado miles de hectáreas de bosque nativo en todo el país para sembrar coca, lo que, indudablemente, produce un gigantesco impacto ambiental, del cual los colombianos somos testigos de excepción.

Es sabido que para los Estados Unidos y en especial para el partido Republicano la lucha contra el narcotráfico es una prioridad. Al conocer las palabras del presidente de los colombianos, entenderán que Colombia abandona esta lucha y entonces las relaciones comerciales de nuestro país con su principal socio, los Estados Unidos, que lo ha sido por más de doscientos años, quedan peligrosamente sentenciadas.  Desde luego, esto producirá también repercusiones para las empresas colombianas que exportan nuestros productos a ese país.

Invocó el final de la guerra, cuando esta solo se da entre estados, porque tal mención le era necesaria para armar su cuento de la Paz, reiterando que no se conseguirá «sin justicia social, económica y ambiental». Ahora bien, aboga por la Paz, pero no censura ni rechaza la invasión a Ucrania por parte de Rusia, quizás, atendiendo a lo que dijo el presidente de Rusia, Vladimir Putin, al acreditar al nuevo embajador colombiano en dicho país, en punto a que Colombia es un «socio prometedor de Rusia en Latinoamérica”. Vaya contradicción, asociarse con el invasor no puede ser de buen recibo, en oposición a toda la comunidad internacional que le condena por la guerra que inició y en la cual persiste.

El parangón que formuló entre el daño que le producía a la humanidad el petróleo o la droga ha sido objeto de crítica en el país y en el exterior. De los usos del petróleo, el transporte, estaba el presidente recibiendo su beneficio, pero,  desafortunadamente es centro del odio de éste quien, como niño cabeciduro, no entiende que, además, es la principal fuente de ingresos del país y quiere, como en el cuento, matar a la gallina de los huevos de oro. Desde antes de su posesión se conocieron sus fervientes deseos por cambiar a Ecopetrol. Tampoco parece conocer que los combustibles fósiles son la materia prima para los fertilizantes, entre otras. En cambio, la droga y con ella el narcotráfico sólo han traído dolor y muerte a nuestra patria y al mundo entero. La cifra de muertes por sobredosis de cocaína no es mínima, como dijo: hubo 24.775 en los Estados Unidos en los últimos 12 meses, imaginemos entonces la cifra de fallecimientos en el orbe por el consumo de este alcaloide, a las cuales deben sumarse las muertes que causa su tráfico y la rivalidad entre mafias de droga.

Los errores en que incurrió el presidente ante la comunidad internacional no cesan. Todos sabemos, por ejemplo, que la coca no es una planta amazónica sino andina, pues tal es su origen. El vocablo coca parece ser de origen quechua y la coca fue planta sagrada para ellos, los aymaras y los chibchas antes de serlo para los incas. En cuanto a la coca selvática lo que ocurre es que se trata de una planta adaptógena que puede crecer en cualquier parte, pero no es de la selva; sin embargo, lo cierto es que jamás se debería permitir que haya desertización para sembrarla; de donde realmente resulta imperdonable que Petro ignore que quienes han y están deforestando son los mismos narcotraficantes que tanto defiende. Tremenda contradicción.

Pero Petro, a pesar de su apología de la cocaína no se atrevió a proponer su legalización. ¿Entonces qué?  No hay duda el poetastro presidente en su intervención ante la ONU cumple la máxima de Da Vinci “Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio”.

Incalificable e inaceptable para los colombianos resulta que su propio presidente publicite que este es un país violento, máxime cuando él mismo en el pasado fue autor o responsable de la violencia que padecimos y que el transcurso del tiempo no ha borrado, como también aconteció en el paro nacional llevado a cabo el año pasado.

A modo de síntesis se puede decir que este discurso ante la Asamblea de la ONU, ante representantes de los países del mundo, parece un discurso de campaña, uno más de los que ha pronunciado para encantar a sus seguidores. No ha tenido en consideración los intereses del país a los que tal vez habrá perjudicado. Llevado por esa soberbia que lo caracteriza perdió una oportunidad de oro de mostrar nuestro lado positivo. Qué tristeza.

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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