El voto uribista es decisivo

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Por Bernardo Henao Jaramillo.

En los aciagos momentos por los que atraviesa Colombia vale recordar que, tiempo atrás, cuando la justicia se confabuló con personajes de cierta ideología para “eliminar” una voz que certeramente guiaba a una gran mayoría del pueblo colombiano, Álvaro Uribe Vélez repitió “ojo con el 2022”, advertencia premonitoria que ni siquiera imaginablemente nos hizo ver la amenaza que se cernía sobre el futuro de nuestro país, hoy confirmada, entre otros, con los deplorables vídeos conocidos del Pacto Histórico, de los que también pueden inferirse las tácticas usadas por ese grupo para “destruir” el baluarte que la democracia y la libertad tienen en el expresidente Uribe. Él, por supuesto, no sólo ha sido y es una figura política muy importante e influyente de este país, sino que desde antaño representa el muro de contención al socialismo. Pero en el momento presente, en el aquí y ahora, ha estado guardando prudente silencio, un silencio casi total. Sin embargo,  continuamente, por diferentes sectores y medios de comunicación, se habla del señor expresidente. Se le culpa de todo cuanto acontece en el país y se ha dicho que su cercanía a un candidato, cualquiera que este sea, equivaldría a un descenso del mismo en popularidad y aceptación. 

Se ha dicho que fue Uribe el verdadero derrotado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Esto no es posible, sencillamente porque el expresidente ni fue candidato ni participó en ninguna campaña.

Ese panorama permite señalar que en este país mucha de su gente sufre de amnesia y otra de ignorancia, por ello no recuerdan o ignoran los atroces crímenes cometidos por la guerrilla del M-19, en cuyas filas militaba Gustavo Petro, así como de su pésima gestión como Alcalde de Bogotá, a contrapelo del rescate que de Colombia logró el Dr. Uribe en su gobierno, cuando se predicaba que era un país inviable, obteniendo confianza inversionista, aumentando la cobertura estudiantil, brindando seguridad a sus pobladores y particularmente protegiendo la vida  de sus opositores, como la del señor Petro. 

Juan Manuel Santos se comprometió bajo las banderas uribistas a continuar con esa política, pero no sólo traicionó al señor expresidente sino a todo el pueblo colombiano y con su proceso de paz mal concebido e impuesto a pesar del rechazo popular en las urnas sembró la división y la discordia. Ernesto Samper tiene su propia historia, la que en parte reposa en el proceso 8000. Y ambos están ahora con Gustavo Petro aunque el primero, timoratamente, lo niegue, y el segundo, sin ocultarlo, se haya convertido en permanente crítico burlón del candidato Rodolfo Hernández. Ese el cambio que se ofrece por el Pacto Histórico. 

Movimiento que, además, adelanta su campaña rodeado de personas muy cuestionadas como Piedad Córdoba, Gustavo Bolívar, Roy Barreras, Armando Benedetti, la dirigencia de las antiguas Farc (hoy en el Congreso de la República) e Iván Cepeda, el enemigo número uno del expresidente Uribe según sus propias manifestaciones. A ellos se unen otros personajes cuestionables y cuestionados, cercanos al Foro de Sao Paulo. Y qué decir de las promesas populistas que formula Petro cuando ya surgen los incumplimientos como el de su manifiesto de no utilizar “la guerra sucia”. Es el reino del caos con apoyo del narcotráfico en respuesta al llamado perdón social. 

Se ha estado amenazando con incendiar las ciudades en caso de no llegar Petro a la presidencia. La revista Semana ha revelado como destruyeron campañas y «quemaron» candidatos, como aconteció en los casos de Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria. Lo ocurrido y acordado con delincuentes en el llamado Pacto de La Picota, que puede incluso tipificar un presunto concierto para delinquir,   está en mora de ser investigado y sancionado por las autoridades. ¿Por qué será que en estos casos la justicia no funciona?

En cuanto al candidato Rodolfo Hernández, quien publicó 20 razones para desmarcarse del expresidente y del Centro Democrático ante el ataque de algunos integrantes del Pacto Histórico para relacionarlo con éstos, es lo cierto que en su trayectoria se le ha visto más afín al petrismo que al uribismo, baste recordar el guiño que en el 2018 le hizo a Petro, como las diferentes manifestaciones a su favor. Quizás, por esa posición, no fue incluido en las mañas y propaganda negra que el Pacto Histórico utilizó para “quemar” a los demás candidatos.

Pero, es una realidad que Hernández no resultará chamuscado si el uribismo le acompaña. Necesita los votos de los ciudadanos que están en el Centro Democrático. Y ese llamado debe hacerlo su jefe natural, no propiamente por respaldo al candidato que les ha ofendido, sino en un solemne grito a todos sus militantes y seguidores para defender la democracia y sus instituciones, haciendo eco de su advertencia “ojo con el 2022”.

Solo la convocatoria del expresidente a los uribistas a defender la democracia y las instituciones le permitirá a Hernández hacerse con el sillón presidencial. Así también lo entiende Gustavo Petro por eso su expresión de que “los uribistas son bienvenidos a su proyecto político”. 

En fin, es mil veces preferible votar por el viejito criticón y excesivamente locuaz, dado que al finalizar su mandato es muy probable que tengamos elecciones, que por un oscuro personaje señalado de cometer crímenes de lesa humanidad y rodeado por un equipo de más que dudosa reputación y con alianzas macabras y peligrosas para el futuro del país.  Su campaña se lleva a cabo sin respeto, sin ética, sin moral, lo cual nos anticipa como podría ser su gobierno. Seguramente dirigido desde la clandestinidad por las fuerzas oscuras a las que prometió  «perdón social”.

“No hay amenaza más peligrosa para la civilización que un gobierno de incompetentes, corruptos u hombres viles. Los peores males que la humanidad haya tenido que soportar fueron infligidos por los malos gobiernos” (Ludwig Heinrich Edler Von Mises) ¿Vamos a permitirlo?

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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