Por: Rafael Rodríguez-Jaraba*
La mayor debilidad humana es la falta de educación, y en Colombia, esta afirmación es axioma. Así lo prueba la elección de Gustavo Petro, y más que ella, sus dislocadas, enrevesadas y obtusas ocurrencias, las que denotan invencible ignorancia, así como desprecio por la ciencia, la evidencia, la verdad y, profundo desconocimiento del orden constitucional y legal.
Es inconcebible que un gobernante que se supone cuerdo y en sus cabales, proponga que, para reparar las víctimas, el banco central emita papel moneda y que esos recursos se depositen directamente en las cuentas de ellas, sin haber sido aforados en el presupuesto de la nación y canalizados por el sistema financiero.
Los disparates de Petro son insuperables, y aunque no sorprenden, si sobrecogen porque ponen de presente en manos de quien está la nación. Francamente no se entiende, cómo el remedo de presidente que padecemos, pudo haber obtenido un título universitario.
Así resulte crudo admitirlo, la elección de Petro evidencia el precario nivel educativo de cerca de la mitad de la población colombiana, así como la carencia de una mayor capacidad de análisis y reflexión de su opinión pública. De no ser así, jamás hubiera llegado a la primera magistratura un sujeto que, además de lego e incapaz, es incorregiblemente mentiroso, belicoso, resentido y disociador.
Lo anterior también demuestra que, en Colombia, la educación informativa y la nueva seudo educación basada en la posverdad o mentira emotiva -que es una distorsión deliberada de la realidad en la que prima las emociones y falsas creencias del mentiroso frente a hechos objetivos, con el fin de manipular la opinión pública e influir en ella a su favor- tienen supremacía sobre la educación formativa, única capaz de transformar y hacer culta y civilizada a una nación.
Mientras que en Colombia no se modifique el contenido de la educación, difícil será, que se eleve el nivel cultural y de discernimiento de su población, y que mejore su criterio selectivo y de exigencia, quedando condenada a que el sistema educativo le siga impartiendo tan solo conocimientos lineales -en su mayoría teóricos e inaplicables- y, descontextualizados de la realidad presente y la vivencia diaria.
Ahora bien, si algo es medular en una democracia, aparte de la separación e independencia de las tres ramas del poder público, es la autonomía del Banco Central, que en Colombia se denomina Banco de la República, de manera que no sea un apéndice del Gobierno, ejerza la máxima autoridad monetaria, cambiaria y crediticia, y sea el responsable de velar por el mantenimiento del poder adquisitivo de la moneda que emite y regula.
Es bueno recordar que, en 1694, William III, Rey de Inglaterra, asediado por la ruina de la corona, promulgó el Tunnage Act, con lo que se creó el primer banco central del mundo, al que llamó Presidente y Compañía Banco de Inglaterra y con ello, monopolizó de manera solapada en favor de su empobrecido reino la emisión, circulación y regulación del papel moneda, y falsamente conjuró la raquítica situación económica que sufría la hacienda pública inglesa.
Muchos de sus sucesores, así como gobernantes en todos los confines, durante siglos, resolvieron la iliquidez del erario, con la emisión abusiva y en ocasiones furtiva de dinero. Esta práctica fraudulenta, hizo imperioso que los bancos centrales se convirtieran en organismos independientes regidos por principios económicos de sostenibilidad y no por el querer de gobernantes episódicos.
La emisión excesiva de dinero por parte de gobernantes abusivos, originó la Inflación Monetaria que es el aumento de los precios por sobreoferta de medios de pago, fenómeno distinto a la Inflación Reflectiva que es el encarecimiento por escasez de commodities o activos precursores de bienes procesados y, de la Inflación Inductiva que es provocada por la postura colusoria de productores o intermediarios que, en cubierta, perfeccionan acuerdos para establecer precios mínimos de venta al consumidor y máximos de compra al productor de insumos y materias primas.
Para que el mundo entendiera y pudiera enfrentar la Inflación Monetaria, fue necesario que Milton Friedman -fundador de la Escuela de Chicago y Padre de los llamados Chicago Boys-, promulgara su Teoría de la Intervención Monetaria, la que predica que, “el Estado puede controlar la inflación, si regula la oferta monetaria a una tasa constante”.
La Tasa de Intervención que fijan los bancos centrales, así como las OMAS, los REPOS y los TES, evidencian la eficacia de la Teoría de Friedman, quién fue el último economista realmente merecedor de un Premio Nobel.
Es evidente que Petro, desconociendo la ciencia, la evidencia y el orden constitucional, pretende cercenar la independencia del Banco de la República y, por ende, que las decisiones del emisor estén supeditadas a su voluntad ondulante.
También es evidente que, Petro y la mayor parte de su equipo económico, tienen serias dificultades para entender la Teoría de Friedman, habida cuenta que, no logran distinguir, entre inflación Monetaria, Reflectiva e Inductiva, y no advierten que la emisión abusiva de papel moneda origina inflación, contrae la economía, causa desempleo, pauperiza la población, repele la inversión y aumenta el endeudamiento.
Si algo produce duda, prevención y reserva sobre la sostenibilidad económica y financiera de una nación, es la falta de independencia y capacidad técnica de su Emisor, y que sus políticas dependan de la improvisación, el repentismo o las ocurrencias de sus gobernantes de turno.
Petro, en cambio de estar escribiendo fruslerías en X, debería ponerse a estudiar, o al menos, a descubrir lo que originó el desastre social y económico de Argentina y de otras naciones, donde, gobernantes ineptos y populistas como él, hicieron del atajo, el esguince, el despojo y la arbitrariedad, el fundamento del manejo monetario.
Al parecer, Petro nunca leyó acerca de la Ley de Convertibilidad impuesta en Argentina, como tampoco, de la fugaz aventura del Austral, de la celada del Corralito, del cínico Default, de las repetidas moratorias de su deuda, de los tramposos bandazos cambiarios y de las posturas desconsideradas frente a los inversionistas que compraron de buena fe bonos que luego debieron vender y terminaron peyorativamente llamados Bonos Buitres.
Es claro que a Petro poco le gusta la lectura y que, con el café que dice tomar, bien le caería.
Ojalá que Petro, en su mesianismo, no pretenda, como lo hizo su simpatizante, la señora Cristina Fernández de Kirshner, en una decisión propia de un dictador africano, tomarse el manejo del banco central, y despedir a su director por no plegarse a sus disparatadas ocurrencias.
Ante tantos yerros, desinteligencias y desvaríos, todos los ciudadanos demócratas, desprovistos de sesgos políticos, ideológicos o partidistas, deberíamos confluir hacia un frente democrático amplio, y prepararnos para las elecciones del 2026, de manera que mediante un gran consenso nacional, elijamos un gobernante que cuente con integridad, preparación, capacidad y valor, para aniquilar la corrupción, restablecer la seguridad, reactivar la economía, atraer la inversión, reducir el desempleo, e, imponer orden y autoridad en todo el territorio nacional.
En Sala de Espera No. 1: Que la Corte Penal Internacional emita orden de arresto contra Nicolás Maduro, y que el pueblo venezolano recupere su libertad y democracia.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mag. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Catedrático. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.