Trump y América Latina

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Por Rafael Nieto Loaiza

El triunfo de Trump en Estados Unidos, además de una dura derrota de la agenda woke, representa un desafío en materia de geopolítica, relaciones internacionales y diplomacia.

Más allá de sus posiciones en campaña, a las que puede dárseles el beneficio de interpretarse como parte de su estrategia electoral, como presidente electo Trump ha hecho un aluvión de declaraciones que más vale observar con mucho cuidado. Entre ellas, ha afirmado que México está “controlado por los carteles” y designará esos carteles «como organizaciones terroristas extranjeras inmediatamente”, que «debe dejar de permitir que millones de personas se vuelquen sobre nuestro país” y que iniciará el mayor plan de deportación de extranjeros de la historia. También sostuvo que no descarta el uso de la fuerza para asegurar el control del Canal de Panamá, del que dijo que era «vital para nuestro país”. Advirtió que si los rehenes israelíes de Hamás «no están de vuelta para cuando asuma el cargo, estallará el infierno en Oriente Medio, y no será bueno para Hamás ni para nadie”, mientras que los republicanos aprobaban en la Cámara de Representantes un proyecto de ley para imponer sanciones y cortar la financiación de la Corte Penal Internacional, todo ello como respuesta a sus órdenes de detención contra el primer ministro israelí Netanyahu y su exministro de Defensa. Y, tras la detención de María Corina Machado por parte del régimen chavista reconoció a Edmundo González como el presidente legítimo y exigió que “estos luchadores por la libertad no deben sufrir daño y deben permanecer seguros y con vida”.

De lo dicho por Trump hago énfasis en las líneas que más impactan en América Latina. El multilaterialismo y la prevalencia y el respeto por la diplomacia tradicional y el papel de los organismos internacionales, como la ONU y la OEA, entrará en el congelador los próximos cuatro años.

La nueva administración norteamericana retomaría con fuerza la lucha contra el narcotráfico y parece estar dispuesto a usar no solo estímulos para ello, a la manera del Plan Colombia, por ejemplo, sino también garrote como sanciones económicas contra los gobiernos que no colaboren en el propósito. La presión la sufrirá en mayor medida México pero es previsible que también Colombia, está por verse sin con menos énfasis. Es claro que terminará la tolerancia norteamericana con la claudicación de Petro en la lucha contra el narcotráfico. Por cierto, la afirmación cierta de Trump sobre un México controlado por los carteles es válida también para Petro, entregado a los narcos.

Aumentará la presión sobre México, los países centroamericanos y Colombia para que no permitan el paso por sus territorios de inmigrantes hacia los Estados Unidos, pondrá en práctica una política de deportación masiva y presionará a los países de expulsión para que acepten sin demoras su devolución. La idea de Petro de un corredor controlado en el Darién para facilitar el tránsito hacia Centroamérica muere antes de nacer. Y su discurso sobre la supuesta responsabilidad del norte por esas migraciones encontrará un fuerte rechazo por parte de la administración Trump. Hay que recordar que Colombia ya no es solo un país de tránsito sino, desde Petro, también uno del que migran masivamente sus ciudadanos.

La nueva administración de la Casa Blanca tendrá poca tolerancia con los coqueteos a China, el gran adversario global. El discurso de Trump sobre el canal de Panamá, más allá de un enorme exabrupto a la luz del derecho internacional porque no hay duda alguna de que el canal es panameño y de que la amenaza de matón de usar la fuerza es inaceptable, se explica por la percepción en Washington de que los anteriores gobiernos panameños se equivocaron gravemente al otorgarles a los chinos el control de puertos en Colón y en Balboa, sobre los dos océanos. El ejemplo de Yibuti, situado a la entrada del mar Rojo y el canal de Suez, donde el puerto se convirtió en la primera base militar de China en el extranjero, prendió aún más las alarmas.

La declaración de Trump sobre María Corina y González, además de haber sido determinante para la liberación de la primera, muestra que la línea para Venezuela la trazarán Marco Rubio y su equipo y que si bien las prioridades seguirán siendo China, Rusia y Ucrania, y el medio oriente, la tolerancia con el régimen de Caracas será mucho menor que la que tuvo Biden, que se desentendió de Venezuela (y de Colombia) para no abrir un frente nuevo. Con Lula enfermo y un creciente número de gobiernos girando a la derecha, la izquierda estará más aislada y los contrapesos regionales a los Estados Unidos serán mucho más débiles.

Reflexión final: en sus últimas declaraciones, Petro parece dispuesto a buscarle pleito a Trump, en la línea típica de la izquierda extrema latinoamericana de encontrar un enemigo externo al cual culpar de sus ineptitudes y fracasos. Más le vale tener cuidado. No hay que pisarle la cola al tigre. En especial cuando se tiene rabo de paja.

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Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza

Abogado, columnista y analista político. Ex viceministro de Justicia.


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