Bojayá

Las Farc pidieron perdón por masacre de Bojayá, ahora falta la REPARACIÓN

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Ni Márquez, ni Alape, ni Jaramillo, hablaron de la reparación de estas víctimas. Cómo la guerrilla va a compensar a los damnificados por sus acciones, que son cientos de familias realmente pobres, muchas de las cuales no tienen trabajo, ni propiedades y ganan muy poco dinero para su sustento.

El jefe negociador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) en Cuba, Iván Márquez, pidió perdón en nombre de su grupo guerrillero a la comunidad de Bojayá, en el Chocó, por la masacre realizada en ese municipio en la cual murieron 79 personas  y decenas resultaron heridas. El caso sucedió en el 2002 cuando varios civiles indefensos, entre ellos mujeres, ancianos y niños, se refugiaron de un combate entre los paramilitares y la subversión dentro de la iglesia Católica local y los rebeldes les lanzaron un cilindro bomba.

En un acto público, en el que también participó  el líder rebelde Pastor Alape y Sergio Jaramillo, alto negociador del Gobierno Nacional en La Habana, las Farc hizo entrega del Cristo Negro en homenaje a las víctimas de ese trágico suceso, que marcó la historia de la violencia en Colombia.

Pastor Alape, durante su discurso en Bojayá

«Con nuestras almas contritas, pedimos nos perdonen y nos den la esperanza del alivio espiritual permitiéndonos seguir junto a ustedes haciendo el camino que, reconciliados, nos conduzca hacia la era justa que tanto han anhelado los humildes de todos los rincones de Colombia», afirmó Iván Márquez, con lágrimas en los ojos, desde la citada iglesia, que fue reconstruida luego del repudiable acto violento de las Farc.

Sergio Jaramillo, durante el evento en Bojayá

La matanza se produjo durante un  largo y crudo enfrentamiento entre el  temible y sanguinario frente 58 de las Farc y el bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas, que comandaba el tenebroso y despiadado jefe paramilitar Freddy Rendón Herrera, conocido como «El Alemán», en el cual la población civil inerme de Bojayá, en el Atrato chocoano, y su vecino Vigía del Fuerte, en Antioquia,  quedaron atrapadas en medio del fuego de ambos bandos.

Así quedó la iglesia de Bojayá después de la masacre de las Farc

«Al llegar hasta aquí, con la ofrenda del Cristo Negro de Bojayá, construido por el maestro Enrique Angulo, uno de los más grandes escultores de Cuba, con tanto esmero y devoción, lo hacemos para rendir el más sentido homenaje, más que merecido, a un pueblo sufrido y emprendedor; Y lo hacemos con el convencimiento de que es necesario mantener siempre presentes a las personas queridas que nos quitó la guerra», enfatizó Márquez durante su discurso frente a varias mujeres de la comunidad de Bojayá.

Iván Márquez, durante su discurso en Bojayá.

El dirigente rebelde señaló que las Farc tienden sus manos «jurando que jamás» tuvieron la intención de causar los daños terribles que tanta aflicción ocasionaron a la comunidad de Bojayá.

Márquez  indicó que su deseo ese que «sanen las heridas del alma que son las más profundas» de una «guerra que jamás debió suceder».

No se habló de reparación

Sin embargo, ni Márquez, ni Alape, ni Jaramillo, hablaron de la reparación de estas víctimas. Cómo las Farc van a compensar a los damnificados por sus acciones. Porque lo más importante es indemnizar a las cientos de familias quienes resultaron afectadas con este acto de violencia, que son realmente pobres, muchas de las cuales no tienen trabajo, ni propiedades y ganan muy poco dinero para su sustento.

Recordemos que se habla de verdad, donde está incluido el perdón ya pedido por Márquez y compañía; justicia y reparación.

Luego de la reparación también se debe pensar en la justicia. Hay que esperar para ver cómo serán juzgados los responsables de las Farc que cometieron este hecho cruel en la nueva Justicia Transicional.

http://youtu.be/J0TTKYVBfHA

Este es el discurso de Iván Márquez en Bojayá, Chocó

«Hermanas y hermanos bojayaseños y del Atrato:

A orillas de este inmenso río que nace como de las venas de su habitantes, y frente a este pueblo precioso como olvidado, que vierte amor pese a sus penas; por su historia nacida en surcos de dolor desde sus manos mestizas, indias y negras; desde sus manos del arado, la pesca y los tambores…; por sus sueños que como pájaros mágicos anidan en los corazones sencillos de su gente, de sus labriegos, de sus pescadores, de sus bogas y cantores; con nuestras almas contritas, pedimos nos perdonen y nos den la esperanza del alivio espiritual permitiéndonos seguir junto a ustedes haciendo el camino que, reconciliados, nos conduzca hacia la era justa que tanto han anhelado los humildes  de todos los rincones de Colombia.

Sabemos que el perdón es un asunto íntimo de la conciencia humana, que solo es dable en su absoluta dimensión salvadora y sanadora, si media la sinceridad y el arrepentimiento verdadero, que son dos poderosas razones que nos impulsan para tender nuestras manos de reconciliación al pueblo de Bojayá y hacia todas las personas de estas tierras de esperanza, a quienes pudiéramos haber ofendido de palabra, obra o pensamiento.

Tendemos nuestras manos jurando que jamás tuvimos la intención de causar los terribles daños que tanta aflicción han ocasionado, y lo hacemos con la infinita gratitud que nos da la forma como con tanto desprendimiento de comprensión y sin manchas de rencor y odio, nos han recibido para iniciar la nueva senda de paz que nos hemos trazado.

Al llegar hasta aquí, con la ofrenda del Cristo Negro de Bojayá, construido por el maestro Enrique Angulo, uno de los más grandes escultores de Cuba, con tanto esmero y devoción, lo hacemos para rendir el más sentido homenaje, más que merecido, a un pueblo sufrido y emprendedor; Y lo hacemos con el convecimiento de que es necesario mantener siempre presentes a las personas queridas que nos quitó la guerra.

Ellos y ellas deben estar latentes en cada rincón de la memoria; en cada momento y lugar del porvenir deberán estar los recuerdos de sus voces y sonrisas, de sus hazañas y cuentos, del día a día abnegado de su que hacer pacífico, porque aunque ya no estén físicamente deben pervivir como fuerza moral y espiritual para avanzar hacia la conquista de las más bellas utopías. Enraizados deben permanecer en el amor y el optimismo de un pueblo, que como el de Bojayá ha sabido dar ejemplo máximo de generosidad y perdón, entregando como el que más, fuerza y esperanza para no desfallecer en la búsqueda de la paz.

Nuevamente perdón infinitamente Bojayá, y que tus palabras de fe en la Colombia Nueva que debe nacer de este momento de culminación de una guerra que jamás debió ser, sanen las heridas del alma que son las más profundas, y que entonces parafraseando al poeta Juan Bautista Velasco, podamos repetir nuestro deseo de que tus canoas puedan bajar alegres por el Atrato regresando la vida; con sus remos seguros y el rumbo cierto, habitando las claras mañanas de la infancia, trayendo los ecos de lo aprendido de los ancestros en la horas tempranas del alma…; y entonces también el lucero de vuestras alegrías regrese por los caminos de la noche, y el sol vuelva a beber tranquilo en las aguas limpias de su cause y mitigue su sed en los largos días del verano; y que cada hombre y mujer puedan retornar por sus corrientes al calor del hogar después de cada rudo combate con la enmarañada selva y después de su vuelta a la luz y al aire desde los socavones umbrosos; y que las risas alegres de sus hermosas mujeres, y el abrazo franco de sus hombres broncos nos hermanen, y sus peces de escamas cristalinas sirvan para hacer la comunión del universo, entre abarcos y cativos, entre los frutos jugosos y las flores preciosas de esta selva fértil; y entonces, bajo el cobijo de las alas de sus aves, reinicie la esperanza arrullada hasta siempre por sus aguas bautismales. Basta ya de los ruidos de la muerte, basta ya!».

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