Tras suspender una reunión prevista este miércoles por la tarde con su Consejo Privado, los doctores que atendían a Isabel II se mostraron «extremadamente preocupados» por su estado de salud y recomendaron que quedara bajo supervisión médica. En un comunicado, el Palacio de Buckingham informó de que la monarca, pese a todo, se encontraba «cómoda». Finalmente, tras recibir la visita de sus cuatro hijos, así como de sus nietos y familiares, la reina ha fallecido.
No nació para ser reina. Pero cuando su tío Eduardo VIII abdicó al enamorarse de la ‘socialité’ divorciada Wallis Simpson, su padre, Jorge VI, se convirtió repentinamente en monarca. Y estaba claro que su destino no podía ser otro porque Isabel Alejandra María Windsor pasará a la historia como la figura clave que ha garantizado la continuidad del país durante los 70 años que ha durado su reinado.
El autocontrol incansable y la solemnidad fueron los pilares que marcaron su vida. Fue una constante en una era de rápidos cambios sociales y políticos, una figura clave en la historia del Reino Unido, un vínculo vivo con su pasado imperial y de posguerra, una imagen ampliamente reconocida a ambos lados del Atlántico. “Es difícil que sus herederos puedan llegar a igualarla. Posiblemente, Isabel II sea la última monarca global del mundo”, llegó a escribir Serge Schmemann, columnista en ‘The New York Times’.
En los últimos años había reducido considerablemente sus compromisos públicos. Pero jamás quiso abdicar, debido a la promesa que hizo antes de ascender al trono en 1952. Fue en 1947, cuando la entonces princesa dijo a la nación: «Declaro ante vosotros que mi vida entera, sea larga o corta, será dedicada a vuestro servicio«. Con todo, en enero de 2014, la Casa Real británica anunció la fusión de las oficinas de la soberana y el príncipe Carlos, una decisión que se enmarcó dentro de una «sucesión tranquila».
Además de ser la monarca británica, Isabel II era jefa de Estado de gran parte de los territorios de la Commonwealth y gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra, establecida en 1536 por Enrique VIII cuando rompió con Roma. Sumamente devota, para ella era crucial asistir a misa todos los domingos. Hasta prácticamente sus últimos días siguió montando a caballo, una de las pasiones que jamás logró inculcar a Lady Di. Fue precisamente con un agradable paseo a caballo en los jardines del Palacio de Windsor —donde instaló definitivamente su residencia en los últimos años— como trascurrió su jornada el 29 de marzo de 2017, el día en que su Gobierno solicitaba oficialmente el artículo 50 del Tratado de Lisboa para dar comienzo al Brexit.
La «sucesión tranquila»
La soberana nunca pensó en abdicar. Aunque, a principios de 2014, la Casa Real británica anunció la fusión de las oficinas de prensa de Isabel II y de su hijo, una decisión que se enmarcó dentro de una «sucesión tranquila». Carlos de Inglaterra batió en 2015 el récord de la persona que más tiempo llevaba en la historia del Reino Unido como heredero a la Corona. El que ostentaba antes el título era Eduardo VII, que esperó 59 años, dos meses y 13 días para convertirse en rey.
Por su parte, Isabel II también superó a su tatarabuela Victoria como la soberana que más tiempo ha estado en el trono. Si en la vida de su tío Eduardo VIII no se hubiera cruzado la ‘socialité’ Wallis Simpson, jamás se hubiera convertido en reina. Pero estaba claro que su destino no podía ser otro.