Los nuevos ojos que debemos tener para tejer la paz en Colombia

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El pasado viernes 7 de abril de 2017, un grupo de estudiantes visitamos, junto con el Alto Comisionado para la Paz, la Zona Veredal Transitoria de Normalización “Tierra Grata”, en jurisdicción del municipio de la Paz, Cesar. Fue un encuentro interesante que se llevaba a cabo en el marco de un proyecto de intercambio de conocimientos entre los estudiantes de distintas universidades de Bogotá y los miembros del Bloque Martín Caballero de las FARC-EP.  Las experiencias y enseñanzas de este encuentro son diversas, pero hay una que resalto especialmente:
La jornada comenzó en medio del calor implacable de Valledupar. Los 17 estudiantes que viajamos desde Bogotá estábamos expectantes del resultado de la visita a la zona guerrillera. El tiempo apremiaba y los miembros de la oficina del Alto Comisionado recalcaban constantemente la necesidad del aprovechamiento del mismo una vez nos encontráramos en la zona. Solo teníamos 5 horas para establecer vínculos personales y para llevar a cabo una serie de talleres que nos permitieran conocer a los ex combatientes. Era una tarea nada fácil de cumplir.
 
Cuando llegamos, un grupo de estudiantes de la Universidad Popular del Cesar se encontraba compartiendo el espacio en la Zona Veredal. Sin mayores contratiempos, nos dividimos rápidamente en grupos –entre combatientes, estudiantes de la UPC y estudiantes de Bogotá– para comenzar a trabajar. La primera actividad consistía en identificar, cada uno, cuál hecho consideraba importante en la historia de Colombia. Como no habíamos tenido el espacio suficiente para entrar “en calor” con cada miembro del grupo, se sentía en el ambiente la rigidez de una conversación obligada. Pronto un miembro de las FARC, con una postura rigurosa característica de un combatiente, nos preguntó ¿cuál era nuestra impresión del encuentro que estábamos teniendo?. A pesar de la breve discusión que llevábamos, debíamos dar una respuesta contundente.
En la cara de todos los ex guerrilleros y ex guerrilleras que nos acompañaban, se veía reflejada la preocupación por la imagen que se tenía de ellos en el país. Cada uno de ellos evocaba constantemente el orgullo que sentían por ser parte de las FARC-EP, los inquietaba que se pensara que ellos iban a hacer política con las armas, y mostraban abiertamente su deseo de buscar la paz en Colombia. Todo esto hacía parte de un discurso genuino, que procura arrancar la mancha negra que se les ha atribuido a los miembros de esta organización por sucesos que son de conocimiento de todos. Su pretensión es ser reconocidos como personas, y no partiendo de generalizaciones y estigmatizaciones.
Marcel Proust, célebre escritor francés, decía que el verdadero viaje de un descubrimiento no consistía en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos. Por lo general, creemos quienes estamos a favor del proceso de paz, que llegará un momento en Colombia en donde los odios y los rencores serán extirpados de este territorio para siempre; que llegará la paz como resultado de un estado ideal. Esperemos que ésto sea así. Pero en el camino, no nos damos cuenta que cambiando la mirada hacia el otro, que reconociéndolo como un sujeto igual a nosotros, se está tejiendo paz. Creo fundamentalmente que la paz no es este estado ideal que muchos imaginamos, sino que ésta consiste en un proceso de construcción y reconstrucción constante. A diferencia del pensamiento que teníamos antes de la visita, no íbamos a encontrarnos con ex guerrilleros de las FARC-EP; íbamos a encontrarnos con personas que han tenido un pasado, que están viviendo un presente y que aspiran a tener un futuro, como cualquiera de nosotros.
 
Nuestra respuesta a la pregunta que nos hacía Elkin –nombre de aquel sujeto inquieto– fue que era muy grato e interesante encontrarse con personas de carne y hueso, con alegrías y tristezas, con sueños y odios. La importancia de salirse de la generalización y el estigma es que podemos pensar de una manera más compleja el conflicto que ha atravesado el país. Quizás este sea el paso que debamos dar, para que el proceso de reincorporación a la vida civil de miles de personas que se encuentran en estas Zonas Veredales de Normalización sea efectivo. Cambiando la mirada hacia el otro, teniendo nuevos ojos como nos dice Proust, podremos tejer la tan anhelada paz que muchos buscamos.
Por: Sebastián Calderón Pedraza (*)
 
(*) Estudiante de Historia y de Derecho de la Universidad de Los Andes.
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