Radiografía de la inseguridad

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Por: Abelardo De La Espriella.

abdelaespriella@lawyersenterprise.com

Como nunca antes, Colombia asiste a la agudización de la inseguridad en todas sus manifestaciones y facetas. No se trata de un asunto de mera percepción; es la realidad palpable en todos los rincones de la Patria, desde las regiones y los pueblos más apartados hasta las grandes urbes, que contemplan absortas cómo el crimen organizado hace de las suyas y acaba con la tranquilidad de todos los habitantes.

No hay ciudad segura en estas tierras del Sagrado Corazón, no hay lugar en el que el bandidaje no campee libremente, sometiendo a todo aquel que tenga algo que entregar, incluso robando y extorsionando a los menos favorecidos, a través de vacunas para garantizar “seguridad” y “protección”: los delincuentes usurpan la labor del Estado y cobran por ello. ¡Tamaño descaro!

La situación es grave y tiende a empeorar: no hay zona del país que se escape al flagelo de la violencia:

Valle del Cauca: en Cali asesinaron al jefe de seguridad de la gobernadora del departamento, Dilian Francisca Toro, y hace un par de días asaltaron un supermercado, hecho que dejó como saldo 4 muertos. Llegaron deportados de Estados Unidos 20 capos después de pagar condenas y de seguro harán lo que sea por recuperar sus bienes, el poder y el respeto: vendrán vendettas a tutiplén.

Magdalena: en un mes han desaparecido 2 niños, y el secuestro se disparó; en las fincas bananeras, encapuchados obligan a los trabajadores a mezclar alijos de coca con el producto recolectado de la cosecha, y todo aquel que se resista termina muerto; quien copera por miedo recibe un maletín con dólares para que se sienta socio del torcido. Plata o plomo es la consigna.

Córdoba: las extorsiones se acrecentaron como en los aciagos tiempos de dominio del EPL y demás grupos guerrilleros. El cartel de Sinaloa compró las zonas de producción y las rutas de salida de ese cáncer que es la droga. Literalmente, el narcotráfico se apodero del departamento.

Arauca: esa hermosa región es zona de disputa entre “elenos”, las supuestas “disidencias” de las Farc y narcotraficantes que se están reacomodando. El Estado allá en realidad es un paraestado. El comercio en general es extorsionado sin misericordia, y el que no paga se muere.

Norte de Santander: Catatumbo, Tibú y demás municipios se encuentran bajo total control de “los Pelusos”, el ELN y las “disidencias” de las Farc. El narcotráfico, el tráfico de armas y las muertes selectivas están a la orden del día.

El Valle del Cauca, el Cauca y Nariño conforman un corredor controlado con precisión por narcotraficantes armados hasta los dientes, llámense Bacrim, “disidencias”, elenos, “traquetos” o narcos mexicanos. Y en las ciudades como Bogotá, Valledupar, Santa Marta y Montería, por citar algunas, ya no se puede ni salir a la calle: el atraco es una constante que ha hecho de la sana convivencia un imposible. Barranquilla merece mención especial, porque, además de los asaltos cotidianos, cuerpos desmembrados y  picados se han vuelto comunes.

Hay una explicación para todo este desmadre: jamás en toda la historia republicana de Colombia los malhechores habían estado tan empoderados, como consecuencia de las ganancias billonarias obtenidas del crimen. En ningún lugar del mundo se han sembrado 180 mil hectáreas de un producto agrícola LÍCITO en un lapso de 3 años. Las cifras oficiales hablan de 180 mil hectáreas de coca cultivadas en ese tiempo, bajo la égida del tartufo Santos. Han de ser casi 300 mil, un mundo de droga que genera un universo de dinero. Los recursos del narcotráfico son el combustible de todas las formas de violencia. En otras palabras: los bandidos nunca habían estado tan “embilletados” y organizados: ya no se matan entre ellos, pues no hay ideología distinta de la del metálico. Por eso se han repartido las zonas y hasta asignado funciones específicas para ejecutar un plan perverso que busca arrodillar a las instituciones y a la sociedad.

Estamos cercados por los malos. En el entretanto, la cúpula militar y de policía sigue siendo la misma de Santos (una que no da resultados) y el establecimiento no despierta: si no se ejecutan acciones rápidas y contundentes estamos abocados a tiempos muy oscuros.

La ñapa: ¿Por qué tan nervioso el exsuperintendente de Industria y Comercio Pablo Felipe Robledo?, ¿acaso le preocupa le detención del señor Laude Fernández, antiguo compañero suyo en el DAS y contratista de la entidad que él dirigió?

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Abelardo De La Espriella
Abelardo De La Espriella

Abogado y Columnista


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