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Por Bernardo Henao Jaramillo.

Columnista de Opinión

La anarquía como concepto representa la ausencia de gobierno y autoridad, a menudo asociada con el desorden y la falta de normas. Sin embargo, en un contexto más amplio, puede implicar una sociedad organizada sin jerarquías formales.

El civismo y los buenos modales, por otro lado, se basan en un conjunto de normas sociales que promueven el respeto mutuo y la convivencia armoniosa. Cuando la anarquía se impone sobre estos principios, puede generar un entorno donde las normas tradicionales son desafiadas o desechadas. Esto puede conducir a un escenario de caos si no hay un sistema alternativo efectivo para gestionar la convivencia.

En situaciones donde la anarquía prevalece, los individuos pueden recurrir a comportamientos que reflejan su propio interés inmediato sin considerar el impacto en la comunidad. Esto contrasta con el civismo, que requiere una consideración activa de los derechos y necesidades de los demás.

La clave para equilibrar estos extremos podría estar en encontrar formas de auto-gobierno y cooperación voluntaria que respeten la libertad individual mientras mantienen un orden social que permita la convivencia pacífica y el respeto mutuo.

“La incultura del avivato» es una expresión utilizada en Colombia para describir la falta de valores éticos y la viveza criolla que algunos individuos muestran al intentar sacar ventaja de cualquier contexto, generalmente a costa de otros y sin respetar las normas establecidas.

Esta actitud se refleja en comportamientos como el incumplimiento a la ley, la corrupción, la evasión de responsabilidades y el aprovechamiento de lagunas legales o administrativas para beneficio personal.

Este fenómeno está profundamente arraigado en ciertas prácticas culturales y puede ser observado en diversas áreas de la vida cotidiana y profesional, desde pequeños engaños hasta grandes escándalos de corrupción. La «avivatada» no solo afecta la confianza en las instituciones, sino que también deteriora la cohesión social y perpetúa un ciclo de desconfianza y escepticismo en la sociedad.

La lucha contra la «incultura del avivato» requiere un esfuerzo concertado de educación en valores, fortalecimiento de las instituciones y promoción de la transparencia y la rendición de cuentas en todos los niveles de la sociedad.

Los graves hechos protagonizados por un considerable número de colombianos en la pasada final de la Copa América solo pueden explicarse señalando que se trató de un grupo de avivatos y ventajosos. Ellos se valieron de todos los medios a su alcance para colarse a las instalaciones del estadio Hard Rock, en la ciudad de Miami.

El perjuicio causado por ellos a la imagen de nuestro país, de nuestros nacionales, es enorme. Tras las afectaciones que se presentaron en la final de la Copa América se acaba de conocer que la FIFA por esos graves hechos procederá a multar a la Selección Colombia y le impondrá un castigo de aforo en el próximo juego de las eliminatorias al mundial, precisamente en el partido que se jugará con la selección albiceleste. Que daño !

Bien injusto que multen a la Selección por el mal comportamiento de esos desadaptados.

Y también hubo un reprochable gesto de oportunismo por parte del presidente Petro.

Sabido es que la Selección Colombia de Fútbol ha brindado a todos sus seguidores momentos de gloria y felicidad, y que es por completo ajena a la política. Pues bien, con el mayor descaro, Petro la comparó nada más ni nada menos que con la primera línea, asimilación totalmente desenfocada y ofensiva.

Por eso no extraña el comportamiento avivato. Corresponde a la exaltación que desde la presidencia se da a los antivalores y a la “viveza”, ignorando que el respeto a la ley impone, ante todo, obligaciones sociales y reglas morales.

Y como dice el adagio popular “el mal ejemplo cunde” por eso en el día a día surgen escándalos por la corrupción desbordada, incontenida y tal vez incontenible que hemos visto durante los dos años que lleva de mandato Gustavo Petro.

La sociedad se ha visto conmocionada por diferentes hechos de desenfreno pero el más impactante es el de la UNGRD en la contratación de los carrotanques con los que se suponía que se podría aliviar la escasez de agua en la alta Guajira.

El agua nunca llegó, los sobreprecios y entrega de dineros con objetivos antidemocráticos llevan a calificar la conducta de los funcionarios involucrados como antiética y presuntamente delictiva.

Su gobierno parece hoy en día representar a la corrupción, al delito, a la falta de escrúpulos.

Solo un gobierno que tenga claras las nociones, básicas para la vida en comunidad, de respeto, orden, autoridad, civismo, podrá combatir esta lacra social. Es claro que no lo hará el gobierno actual.

Pildorita: Excelente noticia proveniente de la Corte Constitucional en punto a la emisión de la sentencia C-294 M.P Natalia Angel Cabo, por medio de la cual se declararon inexequibles el numeral 6º  y el parágrafo tercero del artículo 61 de la Ley 2294 de 2023  por vicios en su proceso de formación, particularmente por la violación de los principios de publicidad, consecutividad e identidad flexible. La norma en cuestión contemplaba los mecanismos para facilitar y dinamizar los procesos de compra de tierras por oferta voluntaria.

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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