Por: Eduardo Padilla Hernández.
Estas efemérides son propicias para rendirles un homenaje a los poetas, esos personajes espléndidos que, aunque parece que vivieran con las hadas, son humanos que tienen el don de extraer los colores de la belleza para pintar cuadros de la vida, de la muerte y del amor, con el pincel de las palabras en el lienzo del corazón.
A simple vista parece que los poetas se dedicaran al ámbito de la imaginación y la fantasía, pero no es así, pues su fundamento es todo aquello que cuenta con una existencia verdadera y auténtica.
Uno sabe que alguien es poeta porque no está de acuerdo con el Establecimiento impío, a quien, al fin y al cabo, el poeta matará, no con armas tangibles, porque las armas de su milicia son invisibles, sino que lo destruirá con el espíritu de su boca y con el resplandor de su palabra.
Parece que la estirpe de los poetas ya se extinguió, pero no es así, pues lo que pasa es que ellos están acumulando, en el pañol del bajo perfil, todo el polvorín de su espíritu.
He aquí un breve catálogo de poetas colombianos que ahora se abren paso en el universo de la verdad codificada:
Canción del amor sincero
Raúl Gómez Jattin (Cereté, Córdoba).
Prometo no amarte eternamente,
ni serte fiel hasta la muerte,
ni caminar tomados de la mano,
ni colmarte de rosas,
ni besarte apasionadamente siempre.
Juro que habrá tristezas,
habrá problemas y discusiones,
y miraré a otras mujeres,
vos mirarás a otros hombres;
juro que no eres mi todo
ni mi cielo, ni mi única razón de vivir,
aunque te extraño a veces.
Prometo no desearte siempre
a veces me cansaré de tu sexo
vos te cansarás del mío
y tu cabello en algunas ocasiones
se hará fastidioso en mi cara.
Juro que habrá momentos
en que sentiremos un odio mutuo,
desearemos terminar todo y
quizás lo terminaremos.
Mas te digo que nos amaremos,
construiremos, compartiremos.
¿Ahora sí podrás creerme que…
te amo?
Alguien pasa
Meira del Mar (Barranquilla, Atlántico).
Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un río de lágrimas.
No sé si tú recuerdas
los días aún tempranos
en que ibas como un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas marchitas
recogías en esa
tu manera tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu amistad perfecta.
Yo sí recuerdo, madre,
tu oficio de ser tierna
y fina como el aire.
Una tarde un poeta
recibió de tus manos
un jazmín que cortaste
para él. Con asombro
te miró largamente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.
Se me quedó en la frente
aquel momento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.
Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Patria
Camila Charry Noriega (Bogotá)
El niño recoge espigas de sol.
Vuelve sereno y cantando por el campo.
Revienta sobre su cuerpo el fusil del asesino;
lo embiste la noche.
Vuelan por el aire sus ropas como banderas
de una patria con cualquier nombre.
Una palabra brilla en mitad de la noche
Catalina González Restrepo (Medellín)
Después de tanta oscuridad en el mundo
e imponentes rutinas diarias,
algo nos llama.
Más allá del laberinto escalonado,
del recorrido incesante,
nos espera la palabra.
Lección número 7
Fernando Linero Montes (Santa Marta)
Durante meses el verso madura.
Secreto avanza hacia el fondo de los actos.
El pro y el contra pesan entonces en el pequeño cerebro.
Avanza hacia eso que está detrás y casi nadie advierte,
hacia tanta parte callada.