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El Fracaso de Petro, destrucción del país

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Por Bernardo Henao Jaramillo

Columnista de Opinión

Todos los gobiernos hacen alguna gestión favorable para su pueblo, Unos más que otros. Pero el actual no anda ni siquiera a tumbos, desanda. Hamilton dijo “La verdadera prueba de un buen gobierno es su aptitud y tendencia a producir una buena administración”, lo que en cuanto concierne a Colombia está ausente. El primer mandatario ignora sus propios errores y atribuye la responsabilidad por los mismos a otros.

En la semana que termina dio comienzo a una crisis ministerial que culminó con el lamentable nombramiento de Laura Sarabia como Canciller, el que ha sido objeto de críticas no solamente por los escándalos en que ha estado involucrada, sino como lo expresaron expertos porque “esta designación transgrede principios fundamentales de transparencia, mérito y profesionalismo”. No obstante, su mayor fracaso es su programa estrella de paz total, como objetivamente lo evidencia lo que está sucediendo en el Catatumbo y en otras regiones. 

El pasado mes de noviembre la Defensoría del Pueblo entregó al gobierno alerta de inminencia  sobre la situación en el Catatumbo, lo que reclamaba adoptar medidas urgentes. Sin embargo, no se tomó ninguna acción y ahora, el daño está consumado. Hay más de 80 muertos y 22000 desplazados, aunque algunos reportes indican que son cerca de 30000.

 La educación está gravemente afectada porque los docentes y los  alumnos huyen, mientras se fortalece el ELN. Y en medio de esta tragedia no obstante que el presidente reconoce el fracaso, se lo atribuye a todo el mundo menos a él.

La omisión del Estado en este territorio ha sido tan grande que ha causado una masiva migración hacia Cúcuta, Tibú, y otras poblaciones aledañas.

Se está generando caos y desafortunadamente todo esto, se piensa y especula, proviene de acciones desestabilizadoras calculadas. El envío de 300 efectivos a la zona para enfrentar a los facinerosos constituye una completa irresponsabilidad. Habría que hacer uso de la Fuerza Aérea y bombardear los campamentos de los subversivos como lo hizo en su momento el presidente Uribe.

Es evidente que Petro, en su intento de lavarse las manos no convence a nadie, especialmente cuando, como dice el dicho popular, ha metido “hasta las patas”.

Todo empezó con el nombramiento de un ministro de defensa ineficaz e incluso ignorante de los temas a su cargo. Continuó con el desmantelamiento de la cúpula de las Fuerzas Militares. Se les recortó el presupuesto y se destruyó su capacidad de inteligencia, que es el arma más poderosa para combatir la criminalidad. Las aeronaves de combate tienen problemas de operatividad por falta de mantenimiento.

Un discurso basado en señalar fallos de gobiernos pasados y de opositores y también en las circunstancias externas, se desgasta rápidamente. La ciudadanía espera del gobernante soluciones efectivas a los problemas más allá de la herencia de los gobiernos anteriores. El espejo retrovisor que suele usar ya se le rompió y es hora de que se enfrente a sus propios y numerosos yerros.

Paralelamente, en su búsqueda de la inalcanzable Paz Total propició acercamientos a los grupos criminales mediante improvisadas mesas de diálogo y ceses del fuego unilaterales. Así fue como los citados grupos lograron armarse, reagruparse, fortalecerse. Al día de hoy controlan gran parte del país, particularmente del nororiente. Su  financiación proviene del narcotráfico que les deja anualmente más de US$6.000 millones.

Ahora el presidente se queja de los desplazamientos del Eln y sus sangrientos combates contra las disidencias de las Farc. (Ver video). Pero todo parece indicar que se trata de una estrategia concertada con el gobierno de Maduro. No se puede negar lo evidente y que estas movilizaciones pasaron a través del territorio venezolano. Negar lo obvio solo evidencia una mentalidad obtusa.

Petro intenta desmarcarse de sus errores personales y de gestión y poner el foco en supuestas fallas de actores políticos y gentes no pertenecientes a su gobierno. Lo que no entiende o ignora deliberadamente es que este tipo de postura destruye su ya debilitado liderazgo político.

Un líder debe tener capacidad de autocrítica y asumir responsabilidades. Petro en dos años y cinco meses de gobierno no ha mostrado  en ningún momento estas necesarias virtudes.

La función de un gobernante es detectar y solucionar los problemas sociales y aceptar, en vez de ocultar, sus errores para así poderlos corregir. La base del político es la credibilidad y para mantenerla se requiere de humildad para reconocer las equivocaciones y enmendarlas.

El estar continuamente culpando a otros y, peor aún, victimizándose, está acabando con su escasa credibilidad y con su autoridad. El verdadero líder sabe cuándo asumir posiciones de responsabilidad, lo que Petro ignora completamente.

En síntesis, el video del “fracaso” es un ejemplo claro de como el discurso político puede jugar un papel crucial en la percepción pública. Si bien es legítimo señalar los problemas heredados o externos, ignorar la autocrítica debilita el liderazgo y puede proyectar una imagen de falta de preparación para enfrentar los desafíos estructurales del país. Un enfoque más equilibrado, donde se reconozcan fallas propias y se planteen soluciones concretas, habría sido mucho más efectivo en términos políticos y comunicativos, pero eso es soñar con un personaje diferente al cuestionable y mentiroso gobernante que tenemos. 

Video: https://x.com/wradiocolombia/status/1881855919707066678?s=48

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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