Por Bernardo Henao Jaramillo.
Mañana, domingo 19 de junio, tendrá lugar en Colombia la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2022. Hemos esperado este día durante muchos meses, con la expectativa que es natural en estos temas ya que en una elección democrática nunca está garantizado el resultado. Pero, en esta ocasión, hay elementos adicionales que quizás nunca antes experimentamos: extrema ansiedad, agotamiento mental, incredulidad y mucha tristeza por las cosas terribles que han estado sucediendo en nuestro país durante esta campaña que quiérase o no causa un hastío por todo lo vivido.
Hablando de incredulidad, pese a su edad y su particular forma de hacer política con inmensa austeridad, los colombianos recibimos una enorme sorpresa en la primera vuelta: la altísima votación alcanzada por Rodolfo Hernández, «el viejito», candidato sui géneris que surgió de la alcaldía de Bucaramanga y consiguió en poco tiempo el fervor popular.
Las últimas encuestas nos lo habían advertido pero la emotividad y pasión por otra candidatura encegueció por lo que no estábamos convencidos de que sucedería esta especie de “milagro”. Y sin embargo ocurrió. Desafortunadamente a este milagro se contrapone una verdadera y real desgracia que tiene nombre propio y es Gustavo Petro. Personaje oscuro si los hay, con un tenebroso pasado en el M – 19, guerrilla tan feroz y despiadada como las propias Farc.
El país, quien lo creyera, parece haber olvidado los terribles hechos de violencia que protagonizó esta guerrilla. Violaciones a los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, secuestros, asesinatos, que por ser de lesa humanidad no prescriben.
También olvidó que quien hizo parte de un grupo terrorista es responsable por las acciones del mismo aun cuando no haya estado presente. Así las cosas, ¿cómo es que Colombia tiene a Gustavo Petro como candidato presidencial? Es deplorable ver en manifestaciones y protestas las banderas de ese grupo subversivo. Muy incomprensible. Lamentable que la sociedad, con ocasión de procesos transicionales de justicia, en varios casos con exceso de generosidad manteniendo completa impunidad, haya llegado a estos extremos y tenga al frente a un candidato que durante su campaña cuestionó y señaló a un expresidente de muchos méritos y destacada trayectoria que hoy por esa insensata persecución está en el banquillo de los acusados.
Es en verdad absurdo, como probablemente lo será el informe que este 28 de junio debe entregar la Comisión de la Verdad. Se anticipa que los victimarios serán destacados y las FFMM y las víctimas del sector privado cuestionadas y que se extenderán sugerencias similares a propuestas de una constituyente. Confiemos en que el padre De Roux cumpla y no salga ahora, al estilo de las altas Cortes, con un comunicado que hará que el informe final, sea publicado meses después. El plazo es perentorio y fue, como se recuerda, prorrogado en forma discutible y presuntamente ilegal. Lo que ocurre es que en este país hay personajes que parecen tener patente de corso y pueden hacer lo que quieran, aún atropellar la Constitución. Vencido el plazo que es el 28 de junio, habrá dos meses para difundir el informe y anticipo la » diplomacia viajera » para cuestionar en el exterior el pasado de nuestra patria con ese documento muy posiblemente sesgado, como lo dejó saber el Comisionado Carlos Ospina quien por esa razón se vio obligado a renunciar.
Pero la historia aún no está completa, hace falta decir que, para su campaña, Gustavo Petro se rodeó de un grupo de personas muy cuestionadas, como, por ejemplo, Gustavo Bolívar, presunto financiador de vándalos, Piedad Córdoba, siempre en los límites de la legalidad, Roy Barreras, acusado de corrupción, Armando Benedetti que le apartaron ya de la campaña y otros tantos.
¿Cómo llegamos a algo así? ¿Qué ha estado pasando en este país?
Nuestros jóvenes, entre los cuales tiene Petro muchos simpatizantes, desconocen la historia. Pero no es solo eso. Se han convertido en una nueva especie de loros que repiten sin descanso: » el cambio, el cambio » y no saben nada al respecto, ni de qué cambio se trata, ni si es beneficioso, o sencillamente, posible. No lo saben y parecen no querer saberlo. ¿Qué les ha sucedido? ¿Podemos responsabilizar a la educación y adoctrinamiento que reciben?
Y es importante también considerar la muy sucia campaña que llevó adelante el candidato de la izquierda radical, que dejó conocer y ofreció a destacados criminales en la Picota su perdón social, para desembocar, al mejor estilo macondiano, en los denominados petrovideos, que nos dejaron aterrados con las estrategias que esta gente puso en marcha. «Quemaron» candidatos, afectando su buen nombre y prestigio e hicieron incontables amenazas con el ánimo de manipular al electorado No se dude que la votación se adelantará bajo amenazas, cosa nunca antes vista.
Es claro que si bien los dos candidatos, Petro y el «viejito» son de corte populista, se diferencian en que el segundo garantizará elecciones democráticas dentro de 4 años mientras que el primero no. Lo ha manifestado con total desfachatez, como acostumbra, y también su fórmula vicepresidencial, la agresiva Francia Márquez.
Recientemente, en entrevista a Semana, tuvo este mismo candidato el increíble descaro de decir que va a » mirar » si reconoce el resultado de las elecciones. Él, definitiva e incuestionablemente cree estar por encima de la ley. No olvida su pasado criminal y lo intenta justificar con una narrativa explicativa del software e ignora que, en la primera vuelta de la elección presidencial, su silencio significó su aceptación y complacencia con el papel desempeñado por la Registraduría, tan cuestionada en las elecciones legislativas. Está en riesgo la supervivencia de nuestra democracia, por ello hay que votar bien y la mejor sugerencia que se puede hacer es no hacer uso del voto en blanco que, si bien fue demandada su inclusión en el tarjetón, no se decidió con la celeridad que si tuvo el absurdo de obligar a un debate por decisión judicial que a la postre no se cumplió y coloca a uno o quizás a los dos candidatos en completo desacato de la decisión tutelar por completo ilegal.