Por José Félix Lafaurie Rivdera.
El 8 de octubre de 2022 se firmó el Acuerdo entre el Gobierno y Fedegán para compra de tierras a los ganaderos con destino a la Reforma Agraria. No fue un mero acto “político”, de conveniencia entre las partes, sino, por el contrario, en medio de profundas diferencias ideológicas, fue una “confluencia” de convicciones sobre el futuro del campo y la producción agropecuaria, y el deber ser de la Reforma Agraria, como una acción integral del Estado y la sociedad, más allá de la entrega de tierras.
Este es el primer gran valor del Acuerdo: trabajar en lo que nos une, en lugar de ahondar las diferencias que nos separan. Como manifestó recientemente el secretario general de la ONU,
“Es una clara demostración de que todos los sectores de la sociedad colombiana pueden y deben contribuir significativamente a la implementación del Acuerdo Final”, que identifico con “el logro de una paz verdadera”.
Es cuestión de buscar puntos de encuentro, y pienso en sectores también estigmatizados y con mucho que aportar, como el de hidrocarburos y minería extractiva, con proyectos de compensación ambiental, a través de Sistemas Silvopastoriles Intensivos, con gran capacidad de recuperación ambiental y generación de ingresos adicionales por mayor productividad y alta captura de carbono por hectárea.
“Me alienta el acercamiento del Gobierno a las poblaciones rurales y el acuerdo al que llegó con la Federación Colombiana de Ganaderos para la compra de tierras destinadas a la reforma rural integral.” Estas palabras de Antonio Guterrez son un reconocimiento internacional que, sumado al respaldo nacional de amplios sectores políticos y de opinión, nos comprometen aún más, no solo para sembrar esperanza en medio del pesimismo que generan la violencia que no cesa y la tragedia invernal que se ensaña con el campo, sino para silenciar con resultados a escépticos y detractores de oficio. En suma, el Acuerdo debe salir bien y debe salir pronto, con metas realistas y resultados tempranos que manden un mensaje de “sí se puede” a Colombia y al mundo.
Recordemos sus elementos: La compra de tierras fértiles a los ganaderos -algo nuevo-, para su distribución a quienes no la poseen o la poseen en cantidad insuficiente -nada nuevo-, pero con “acompañamiento integral” -tampoco nuevo, pero siempre incumplido-, representado en crédito de fomento con asistencia técnica, políticas de asociatividad que mejoren las escalas de producción campesina y su competitividad en los mercados, dotación de infraestructura física y social, con prioridad en vías terciarias y, en general, la presencia efectiva del Estado en el campo.
Como parte del Acuerdo, Fedegán aporta su compromiso, convicción, conocimiento técnico-científico y experiencia en Sistemas Silvopastoriles Intensivos, SSPI, como opción de utilización de la tierra en al menos un millón de los tres millones de hectáreas del Fondo de tierras; una opción que comulga con el espíritu del Acuerdo y con la propuesta ambiental colombiana, planteada por el presidente Petro en la 27º Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, en El Cairo, Egipto.
El Acuerdo de tierras podría ser un “piloto” del establecimiento de SSPI asociativos, que amojone el camino que estamos abriendo hacia la transformación de la ganadería, porque construir bosques sin dejar de producir alimentos, como permite la ganadería silvopastoril, debe ser una estrategia paralela a la reconversión progresiva hacia energías limpias.
Si no podemos cortar de tajo la utilización de combustibles fósiles, mientras tanto podemos convertir millones de hectáreas ganaderas en verdaderas “aspiradoras gigantes de carbono” que, de contera, a partir de la recuperación del paisaje arborizado, enriquecen los suelos y nos devuelven nuestra maravillosa biodiversidad en riesgo.
Ese es el futuro…, un futuro posible.
@jflafaurie