Por: Ariel Peña.
En las últimas décadas el movimiento sindical en Colombia es el que ha promovido las grandes movilizaciones, pero desgraciadamente dichas convocatorias en ocasiones son utilizadas para proyectos políticos que han fracasado en otros países, como ocurrió con las movilizaciones del 2019 y 2021, en donde el resultado fue la elección de Gustavo Petro a la presidencia de la república; pero actualmente sectores de la oposición y una parte de la ciudadanía, al no estar de acuerdo con las medidas que toma el gobierno, han salido a las calles a protestar.
Sin embargo, las fuerzas marxistas que acompañan al presidente Petro, están convocando a una movilización para 15 de noviembre, al cumplirse 100 días de su mandato, lo cual es un componente de la receta comunista, que manda realizar contramarchas cuando los rivales políticos efectúan marchas y eso se ha visto en las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
En la Alcaldía de Petro en Bogotá, se observó en varias oportunidades la realización de manifestaciones para apoyar al entonces burgomaestre, en donde el grueso de los manifestantes eran empleados del Distrito, por lo que no sería extraño que, para el 15 de noviembre, ocurra lo mismo y no se trabaje en muchas entidades públicas para respaldar al gobierno, puesto que siempre la reacción populista sigue siendo la misma, cuando se rechaza a un régimen que con promesas mesiánicas trata encantar a las masas.
Y es ahí precisamente en donde el sindicalismo, especialmente el democrático, no debe caer, puesto que los soportes fundamentales en donde descansa su unidad y confianza, son la independencia, la autonomía y el pluralismo, para no ser instrumento de ningún gobierno, pues de lo contrario estaría perdiendo su pundonor, además de ignorar su historia universal de más de 200 años de libertad, para poder desarrollar sus tareas reivindicativas en favor de los trabajadores.
La lucha social debe de ser un elemento aglutinador de las mayorías nacionales, que no es patrimonio exclusivo de ideologías políticas en particular, y como columna vertebral de la unidad de acción de estamentos sociales y sindicales conduce a enfrentar la política económica del gobierno de Petro, que busca conculcar derechos de la población, con reformas draconianas como la tributaria. De ahí que la lucha social es el alma de la historia, que permite alcanzar las reivindicaciones esperadas por el pueblo y, a la vez, rechazar las intenciones lesivas y nocivas que van en contrapelo de los intereses de la ciudadanía.
De lo anterior se puede concluir que el actual gobierno colombiano, no es el alfa y la omega, como pretenden hacernos creer algunos embriagados sofistas, dado que la demagogia petrista de ninguna manera puede desviar a las organizaciones sindicales que representan de manera genuina a un importante sector de la sociedad, en sus aspiraciones por una mejor calidad de vida, al que tienen derecho todos los colombianos, y es desde ese punto de vista que la independencia sindical frente al gobierno, determina que la razón de ser de las organizaciones populares es su lucha reivindicativa sin cortapisas, al no tener compromisos burocráticos y de ni de ninguna otra índole con el gobierno.
El movimiento de los trabajadores en Colombia tiene como tarea, discernir el signo de los tiempos, para vigorizar el desarrollo social y humano de la población, recordando al papa San Juan Pablo Segundo, con la encíclica Laborem Exercens de 1981, acerca del trabajo humano, que con una visión altruista de la economía, aconseja el Diálogo Social y la Concertación para que los sindicatos impulsen la Cogestión, de tal suerte que es absolutamente necesaria la autonomía sindical para que la lucha popular sea efectivamente auténtica, ante la cooptación que pretende hacer el ejecutivo.
Con respecto a las marchas y contramarchas, en el país hubo una experiencia significativa, tal fue el caso del 2008, en donde millones de personas salieron a las calles en el mes de febrero a rechazar la vesania de la narcoguerrilla de las Farc, pero inmediatamente organizaciones comunistas convocaron a una contramarcha en el mes de marzo del mismo año; por lo que el sindicalismo que por principio debe tener como activo irrenunciable la autonomía, no podría en sana lógico participar en marchas a favor del gobierno.