Yo Apoyo La Paz Total (I)

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Por: Eduardo Padilla Hernández, abogado presidente de Redvigila.

Marco Tulio Cicerón, nació en Arpino, actual Italia, en 106 a.C. y murió en Formia (también Italia) en el año 43 de la misma Era.

Medio siglo antes de Cristo, este orador, político y filósofo latino, lanzó un cañonazo lingüístico y satírico, con su obra El Elogio a la Locura, diciendo que “Siempre una mala paz es mejor que una mejor guerra”.

No es que hay una mala paz, ni existe una buena guerra, porque eso es absurdo; sino que Cicerón fue sarcástico con el fin de despertar a los violentos de su pesadilla bélica.

Pero 21 siglos más tardes los insubordinados continúan con su conciencia dormida en la oscuridad que produce el poder del mal.

Este hilo fue seguido por Erasmo de Rotendard, David Cooper y un largo catálogo de autores.

En Colombia la guerra tiene su origen en factores bien definidos:
El pánico que experimenta la clase poderosa debido al conflicto agrario que genera la disputa por la tierra, pues para esa élite la tierra es sinónimo de poder. Su poder consiste en poseer inmensas extensiones de tierra, aunque en esas mega superficies “no tengan sembrada ni una mata de yuca”, como dice el presidente Gustavo Petro.

La falta de garantías para la participación política: A partir de 1948, la clase poderosa, para impedir el desarrollo democrático del país, empezó por asesinar a Jorge Eliecer Gaitán, luego siguió una larga lista de mártires: Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo Ossa, Álvaro Gómez, Jaime Pardo Leal, Jaime Garzón; también, varios miembros de la Unión Patriótica y del M19, entre otros, además de una multitud de líderes sociales y ambientales.

Es un milagro de Dios que los miembros de los colectivos alternativos que llegaron al poder este 2022 estén vivos.

Los recursos del narcotráfico fueron destinados para la guerra o multicrimen (violencia, desplazamiento forzado, desapariciones y secuestro, entre otros).

En el contexto global, los actores de la guerra son colombianos, pero la ideología y la presión de las naciones sobre nuestro país son factores que vinieron de afuera. La política internacional no se preocupa por minimizar el consumo interno en cada país, sino que persiguió a los campesinos cultivadores y a la hoja de coca, sin importarles que esta es una planta que hace parte de la selva amazónica. Este contexto fue una excusa para aumentar sus ingresos con base en la deforestación, el comercio de madera, la ganadería extensiva, la minería ilegal y la cocaína.

Todo el mundo lo sabía, pero por temor nadie hablaba de la extraña unión que se acercó mucho a lo lícito entre el Estado, el paramilitarismo, la guerrilla y las bandas criminales. El inusual concierto que había entre esos grupos se parece a una historia que me contó mi abuela:

En un pasado pastoril cuando en cierto pueblo aún se alumbraban los hogares con lámparas de gas, había un hombre enamorado de una mujer casada. Cuando él quería visitar a su amante, esperaba que fueran las 12 de la noche, entonces tomaba el cuero seco de alguna vaca que hacía mucho tiempo había sacrificado, le ataba una cuerda y lo arrastraba por todas las calles de la población, a manera de subtrama para alejar a los chismosos y para adornar su historia de amor clandestino. La gente se acostaba temprano, por el pánico que causaba el fragor amortiguado del cuero <embrujado>. Y de esa manera, este Romeo criollo, consumaba tranquilo el coito con su amada Julieta nativa.

Así, infundiendo pánico, no para amar como el Romeo del pueblo, sino para robar, destruir y matar, los actores del Conflicto Armado Interno de Colombia han continuado desatando una guerra asimétrica de baja intensidad que se desarrolla en Colombia desde 1960, la cual se extiende hasta la actualidad, con antecedentes y causas directas de la etapa conocida como La Violencia, que enfrentó a los partidos Liberal y Conservador aproximadamente desde 1928.

En 1948, el asesinato del líder político Jorge Eliecer Gaitán provocó un derramamiento de sangre conocido como “la Violencia”. Decenas de miles murieron y grupos de campesinos y citadinos se unieron para conformar un grupo de oposición.

Durante la guerra de Los Supremos y la guerra de lo Mil Días, la población civil de las regiones afectadas por los enfrentamientos armados en Colombia sigue estando expuesta a actos de violencia como homicidios, ataques directos, secuestros y reclutamientos forzados. Muchas personas se ven obligadas a huir y abandonar sus pertenencias.

Las causas para que se desarrollara el conflicto armado colombiano se centran en la pobreza, la falta de educación, el abandono estatal, las deficiencias socio- económicas en los núcleos familiares, y demás problemas de la sociedad, como desempleo, discriminación, adicción a las drogas o desigualdad de clases.

Nuestra historia ha estado llena de problemas políticos, sociales y económicos, incluyendo la corrupción, la violación de los derechos humanos y el narcotráfico, entre otros.

Las principales consecuencias de este conflicto son: Abusos a los derechos humanos, violaciones al derecho internacional humanitario, el secuestro y el homicidio son los delitos que asociados al conflicto colombiano han marcado el presente y el futuro de la sociedad.

Según la Unidad de Víctimas de Colombia, entre 1985 y 2021, el conflicto armado en el país afectó a más de dos millones de niños, niñas y adolescentes, a través del desplazamiento, el confinamiento, el reclutamiento, el abuso y la violencia sexual, entre otros.

Vivimos una violencia continua es que la desigualdad, la pobreza, la falta de educación, de oportunidades laborales, y las deficiencias en cuanto al capital humano son una mezcla en la que predomina la violencia.

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Eduardo Padilla Hernández
Eduardo Padilla Hernández

Abogado, Columnista y Presidente Asored Nacional de Veedurías


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