El Destiempo del General Mora

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Bernardo Henao
Bernardo Henao Jaramillo

En muchas latitudes así no se desempeñen funciones de juez, es muy propio de las personas emitir juicios y anticipar resultados y ello está bien pero no lo está cuando se tuvo la oportunidad de actuar y por temor, miedo, pusilanimidad o cobardía se guardó silencio. Eso ni más ni menos es lo que hoy le acontece al General Jorge Enrique Mora Rangel que en reciente Foro impulsado por la Universidad Militar que se ocupó del balance de los cuatro años de la celebración del Acuerdo de Paz, se vino lance en ristre con lo pactado y aprobado en la Habana.

Otros pueden cuestionar y controvertir el Acuerdo de Paz de la Habana, del que soy por completo el primer ciudadano en rechazarlo y reprocharlo, pero que un integrante que fungió como negociador plenipotenciario venga a criticarlo como lo hace ahora el general, no le queda nada bien hacerlo. En estricto sentido, cuando se participa en cualquier negociación y vaya si el Acuerdo de la Habana lo fue, que por demás se encuentra viciado de absoluta nulidad, le compete mantener y respetar la confidencialidad que regía los términos de la discusión y negociación.

Venir ahora hacer público su total rechazo extemporáneo al Acuerdo de la Habana, en claro y evidente conflicto de intereses, por su posición del pasado, no es solo reprochable es por completo un abuso de quien lo hace que todo indica que entre los motivos que lo llevan hacerlo, lo es por para procurar promover, entregar y comercializar un libro de su autoría, otros pensarán que es para recuperar el espacio perdido ante la Reserva Activa por tanto controversia que desata. No, la vida enseña que no es posible estar del lado de la luz y la oscuridad al mismo tiempo.

Otrora, cuando se adelantaban en el 2012 la conformación del equipo negociador que representara al gobierno, al conocerse que uno de los elegidos era el general Mora, se entendió en su momento que su destacada hoja de vida era garantía que serían defendidas las FFMM y de Policía por un alto oficial que había ocupado destacadas posiciones castrenses llegando a ser Comandante en Jefe de las FFMM. No en vano una carrera militar de 42 años en la que desempeñó con lujo todas las posiciones en que fuera nombrado y condecorado por sus acciones anticipaban que estaría a la altura de la delicada responsabilidad, pero si se dio una excepción, como lo fue en la voz no escuchada en ese momento del expresidente Andrés Pastrana que expresó su oposición, el tiempo le da la razón.

Hoy en ese juicio al que siempre la historia somete al escrutinio a los protagonistas de decisiones que trascienden y afectan el futuro de la Patria, lamentablemente el General Mora Rangel no estuvo a la altura de lo que se esperaba de él quien en su mejor momento del comandante de la FF.MM. al ingresar al Congreso de la República le recibían de pie, con admiración y apoyo saludándole efusivamente, menos por los contradictores mamertos de entonces que seguían sentados; por eso, no hay duda, se pensó que la defensa institucional que se entendía debía cumplir quedaba en las mejores manos. Hoy, venir a cuestionar el general Mora que cualquier decisión gubernamental que se quiera adoptar en el país implica que “tengan que estar las FARC”, o que se trató de un “error mortal” haber incluido las instituciones en el proceso, es desde luego culpa suya también. No podrá soltarse ni distanciarse fácilmente de su responsabilidad.

En los anales del Acuerdo de la Habana, no se conoce constancia alguna de su rechazo a los puntos de acuerdo aprobados. Tampoco hizo efectiva en su momento una renuncia irrevocable al cargo de negociador, si era que sus puntos no se tenían en cuenta, como debió acontecer. La mera intención de haberlo querido hacer no bastaba. El libro que se dice está próximo a publicar como constancia ahora de ello, es por completo extemporáneo y será la fehaciente prueba de su discutible y controvertible moralidad que pareciera quiere pregonar, ya que no podrá eludirse de la responsabilidad que él tuvo de participar en la creación de ese Pacto de fallida Paz, que hoy, tiene al país en vilo, polarizado, dividido y lo que es peor, se hace política con esas banderas que involucran conceptos propios de todos los ciudadanos, esto ni más ni menos es lo que acontece con la Paz. Ella, es de todos, la queremos todos. Los ciudadanos en general, sin excepción, queremos vivir y estar en paz, pero vaya encrucijada y contradicción en la que nos encontramos, por ella no quepa duda ahora estamos y seguiremos en ferviente conflicto y discusión.

No hay duda el único fallo claro, puntual y categórico, fue el emitido en las urnas al decidirse el Plebiscito del dos (2) de octubre de 2016, día de grata recordación cuando triunfó categóricamente el NO, gloriosa e imborrable fecha. Ese día, contrario a lo que los resultados estimados de las proyectadas encuestas se emitió una sentencia inapelable, definitiva e insobornable: El pueblo soberano de Colombia mayoritariamente rechazó el Acuerdo de Paz discutido en la Habana. Ese es por siempre y para siempre el fallo que quedo labrado en el acero de la más dura resistencia ciudadana que jamás la historia nacional olvidará.

Hoy no encontramos en medio de la controversia porque no se respetó la decisión soberana que el mandatario de entonces dijo que si eso ocurriría “se acababa el proceso de paz”; pero como buen jugador de póker, que lo ha sido por siempre, jugó con cartas marcadas, traicionero por donde se analice, irrespetó olímpicamente la voluntad popular; incluso de manera incomprensible y desafortunada contó también con el apoyo y respaldo que recibiera de unos sectores políticos que como vencedores no tenía nada que renegociar, y era obvio que la única posición admisible era hacer respetar la decisión mayoritaria de los votantes; por supuesto, siempre se tendrá que tener presente que el pueblo autónomo en su más amplia soberanía no le confió a nadie jamás su representación para que cambiasen su firme y acertada decisión.

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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