Por: Eduardo Padilla Hernández, abogado, presidente de Redvigila y Sixto Alfredo Pinto, Director Portal La Otra Cara.
El Presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, llevó a cabo recientemente en Montelíbano, Córdoba, la Reunión Institucional: El Gobierno Escucha.
Cuando entró a escena el Gobernador de Córdoba, Orlando David Benítez Mora, la multitud se levantó, no para aplaudirlo sino para para censurarlo.
Cabe recordar que Orlando Benítez ganó en 2019 con el apoyo del investigado exSenador Musa Besaile.
En octubre de 2020, la Procuraduría General de la Nación pidió que se anulará su elección como gobernador, por, presuntamente, haber incurrido en doble militancia.
Organizaciones urbanas, juveniles, campesinas, indígenas y afrodescendientes, exigieron el cumplimiento de las promesas incumplidas por el Gobernador Benítez y por los alcaldes.
Esos voceros de la sociedad civil le preguntaron al gobernador y a los alcaldes que estaban presente en el evento, que, si a ellos no les daba vergüenza el hecho de estar frente a las comunidades, sabiendo que la gente se siente engañada por funcionarios que fueron elegidos para trabajar en favor del pueblo, pero que en lugar de cumplir con su deber han hecho todo lo contrario, pues hay recursos extraviados que la comunidad quiere saber dónde está ese dinero.
Los voceros comunitarios le agradecieron al Presidente Petro, el cual tomó atenta nota para corregir los problemas que les causan sufrimiento a esas comunidades.
Pero el Gobernador Benítez y los alcaldes, en lugar de aceptar que han sido malos administradores, ellos hicieron todo lo contrario: fueron a llorar a ante una prensa tradicional local amiga de él, pero enemiga de la transparencia.
¿Por qué el Gobernador de Córdoba @GobCordoba_, Orlando Benítez @orlandobenitezm, fue Abucheado en la Reunión del Presidente Gustavo Petro @petrogustavo en Montelibano? #Montelibano #Córdoba @infopresidencia /Miren…https://t.co/ldyLURa9yl pic.twitter.com/7XOGP36cfY
— La Otra Cara (@SixtoPinto6) October 23, 2023
Pero no dijeron que la multitud los rechazó, sino que el Presidente de la República no los dejó hablar. ¿Acaso no han visto los videos de la rechifla contra ellos en las redes sociales?
¿Cómo se les ocurre criticar de “injusto y errado” a un líder mundial de la talla del Presidente Petro?
Es el colmo que uno no esté orgulloso de ese ejemplar, de la cuerda sabanera, colombiano, cordobés, que, con dominio propio, y con el poder de la vida y del amor, pudo frenar en seco a gallos poderosos de las cuerdas de Álvaro Uribe, de Benjamín Netanyahu y de Joe Biden.
¡Uf! Qué vaina malsonante. Pero, en fin, no se le puede pedir peras al olmo. La lobreguez de la corrupción, la indolencia de la apatía y la avidez de la codicia, no tienen límites.
Las personas que esconden la verdad se dedican a echarle la culpa de su fracaso a los demás de todo lo que ocurre, una y otra vez, como si ellas siempre fueran víctimas de lo que sucede.
Cuando alguien culpa o responsabiliza de las cosas siempre a otros quiere decir que es una persona que no asume su propia responsabilidad en lo que le ocurre personalmente o en lo que sucede en general, en el mundo que le rodea.
Este mecanismo consiste en poner al culpable siempre fuera y considerarse a uno mismo siempre inocente, sin influencia en los acontecimientos negativos que se producen.
El matiz importante está en hacerlo siempre, sistemáticamente: “yo soy sólo alguien que casualmente pasaba por aquí y no tengo nada que ver con esto, soy un sujeto pasivo, a merced de lo que el destino, los otros, los elementos, quieran hacer con mi vida, sin que yo tenga ninguna influencia ni poder de decisión en ello”.
Por un lado, se trata de un mecanismo muy infantil, que en los niños puede tener una justificación evolutiva hasta cierto punto pero que, mantenido en el tiempo, denota mucha inmadurez.
Los niños pequeños, cuando se les pilla en falta, tienden a culpar a otro, al de al lado, “ha sido él”, porque admitir la culpa de algo que se ha hecho requiere mucha madurez y ser capaz de tolerar las consecuencias.
Es un estilo de afrontamiento de la vida en general, basado en una incapacidad para asumir responsabilidades, comprometerse e implicarse, probablemente por miedo a tener que asumir las consecuencias de los propios actos.
Cuando de adultos seguimos actuando así ejercemos un patrón conformista, acomodaticio, cómo método para evadir la responsabilidad: es más fácil eso que admitir que nosotros influimos en nuestra propia vida y en la de los demás y que eso inevitablemente puede hacer que nos equivoquemos, que provoquemos un daño a alguien o algo, un perjuicio del que tengamos que responder.
Lo fácil es no implicarse para así siempre poder decir que fue otro quien se equivocó o quien me hizo daño, y engañar a los demás diciendo que “yo sólo soy la víctima”.
Normalmente quien actúa de esta manera hace creer a los demás que están en posesión de la verdad.
Son personas astutas que se escabullen para culpar a otros con el fin de librarse ellos de un daño concreto, para escaquearse, por pura supervivencia, pero que en el fondo saben que están mintiendo.
Fuente: Ifeel Humanising Growth.