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«Mi Lucha contra la Corrupción en Colombia», el testimonio de Tania Otero, una empresaria perseguida por los Gobernantes de Córdoba

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El tercer libro del Veedor Ciudadano, abogado y ambientalista Eduardo Padilla Hernández, esposo de Otero. El único medio que contó la verdad y defendió a esta empresaria cordobesa fue nuestro portal La Otra Cara.

Por: Tania Margareth Otero Arroyo

Fue una tarea ardua, el hecho sentarme a escribir sobre los acontecimientos que he vivido durante estos últimos 8 años, en donde un día mi vida se volvió pública, no precisamente por un premio sino por escándalos originados por actos de corrupción provenientes de funcionarios de dudosa reputación. Corrupción, una palabreja que siempre ha estado excluida de mi vida, ya que nací y crecí en un hogar situado muy lejos de este término, tanto en la teoría como en la práctica.

No puedo contener este sentimiento de tristeza y estas lágrimas que brotan de mis ojos. Sólo sé que debo tomar un suspiro, recordar el pasado, tomar hoja y lápiz y empezar a plasmar, con mi puño y letra, cada acontecimiento que un día empezó a lastimar mi corazón, pero que hoy, gracias a Dios, la verdad me hizo libre.

En el año 2007 perdí mis 2 mellizos de 5 meses, eso hizo que mi alma se nublara por la tristeza. Por muchos meses no le encontraba salida a mi existencia. Pero la vida sigue. Afortunadamente, estoy casada con un hombre bueno, de espíritu altruista, que ayuda a toda persona que le pide un favor.

Pensando en ese don caritativo que Dios le concedió, un día le dije: “En la vida hay que ayudar, pero sería aún más excelente si orientaras tu altruismo hacia un propósito colectivo.

Poco tiempo después, una amiga de Barraquilla, lo llamó para pedirle ayuda porque unos niños discapacitados de esa ciudad les estaban negando algunos procedimientos de rehabilitación física por parte de sus EPS. De inmediato, mi esposo, como buen abogado, y hombre filántropo, no podía negar ese servicio. Cuando él me comentó el asunto, recordé que también yo pude estar es esa situación, pues uno de mis mellizos podía ser discapacitada. ¡Esa llamada la tomé como una señal de Dios! “Este es nuestro camino-dije-, que está preparado de antemano por el Señor”. Yo sentí la convicción de que los niños discapacitados son las personas que merecen toda nuestra ayuda.

Eduardo me invito a barranquilla, donde conocimos un centro de rehabilitación. Luego, de regreso a casa, pensamos que, en nuestra tierra, Córdoba, esos pequeños necesitaban de nosotros. Yo me sentía involucrada en este sueño de amor por los niños discapacitados.

Día tras día la idea maduraba, yo no dormía pensando de dónde sacábamos el dinero para poner en marcha esta utopía emanada del corazón, aunque para el Estado la esperanza no funciona, pues si uno no tiene padrinos en el círculo mañoso de la burocracia, los proyectos deben hacer largas filas en el embudo de la “legalidad” que dictan los organismos de control, en este caso, el Ministerio de Salud de la época.

En efecto, me tocó vender mi carrito, pues no teníamos capital para emprender este proyecto. Confieso que sentía miedo, todavía tenía inseguridad, pero mi esposo siempre miraba hacia adelante, con la fe que lo caracteriza me dio la seguridad que me hacía falta. Mis padres terminaron involucrados en esta locura de amor por los niños. Ellos eran nuestra piedra angular, pilar firme y columna vertebral del entusiasmo.

¡En un sólo día lo dejé todo! Cerré mis ojos y también mi consultorio de odontóloga pediatra. Limpiamos la casa materna de mi esposo en Cereté. Con escobas, traperos, palas y maestros de obras, iniciamos la construcción de los consultorios, con préstamos, porque no había recursos propios. Luego empezamos a recibir llamadas generadas por nuestra idea. Comenzamos a recibir los primeros niños en Cereté. Los menores eran transportados por sus padres en rudimentarias carretas, porque no tenían sillas de ruedas, pero poseían un gran corazón y en sus ojos brillaba la luz de la esperanza. Por primera vez, en Cereté, una entidad de salud les daba a estos niños el amor que merecían.

Una prima fisioterapeuta me ofreció su ayuda. Y así empezamos. Tocamos puertas en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Las puertas fueron abiertas. No fue fácil obtener la licencia de funcionamiento. Nos tocó documentarnos y demostrar que teníamos equipo idóneo de salud en un sentido amplio, que constaba de personal profesional, administrativo, servicios generales, equipo científico, zooterapia e infraestructura.

Los recursos propios estaban agotados y tocó hacer más préstamos de dinero. ¡Pero lo logramos! El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar nos otorgó las licencias, pero desafortunadamente nunca se pudo trabajar con esa entidad, porque nuestra IPS no recibía niños para ser cuidados como en casa.

¡Éramos perseverantes! Seguíamos empujando nuestra idea desde la noche de la nada hacia la madrugada de la realidad.

¡Por fin se materializó un 12 de mayo de 2012! Funtierra rehabilitación IPS, abrió sus puertas al público. A partir de esa inolvidable fecha, todos los niños de Córdoba, podían ser atendidos y rehabilitados física y psicológicamente.

Al abrir sus puertas, Funtierra ya era una IPS, una empresa, teníamos que pagar una nómina a los trabajadores y debíamos responder por cada persona que laboraba en nuestra entidad.

Confieso que, debido al entusiasmo que yo sentía por los niños, yo no estaba muy consciente en ese momento, del compromiso en que nos habíamos metido. Simplemente, a final de mes tocaba pagar nómina. Pero, ¿y la plata de dónde iba a salir? Pues no teníamos ningún usuario, no existía ninguna vinculación con EPS. ¡No tenía nada! Sólo había gastos y la satisfacción de todos los días cuando llegaban las madres buscando un consuelo, una ayuda. Y ahí estábamos nosotros con el corazón abierto prestos a colaborar.

En junio de 2012, me llamaron de la EPS Salud Total. La gerente me dijo que tenía 5 niños con tutela. Ella nos pidió ayuda para que Funtierra atendiera esa población. Sucede que nuestros primeros niños eran de Montería. Nosotros estábamos en Cereté, pero no teníamos transporte. Entonces, Dios puso en nuestro camino a mi tío Carlos Vergara (QEPD). Él me dijo: “Sobrina, yo te presto, por un mes, mi camioneta”. De inmediato, conseguimos conductor, y empezamos con Salud Total. No fue tan fácil, pero así empezamos.

Tocamos puertas en otras EPS, pero siempre la respuesta fue negativa, no obstante, seguíamos creciendo. Cada día llegaban más niños de los municipios a buscar ayuda. Por cada servicio, necesitábamos una autorización. Entonces, cada uno de los padres de familia interpuso tutelas que fueron negadas por un juez de Cereté. Qué tristeza que un juez desconozca la situación de salud y los derechos de los niños, pero así sucedió y hubo que seguir adelante.

Ese mismo año, Funtierra contrató a una directora administrativa, ella me dijo que me llamaron de la Secretaría de Salud Departamental, para que les llevara el brochure porque querían conocernos.

Se agendó una cita y a ella fueron, mi prima la fisioterapeuta y la directora administrativa. Fueron atendidas por el Coordinador de Salud, Adalberto Carrascal, quien manifestó que tenía unos usuarios remitidos por las EPS subsidiadas, y añadió que si Funtierra podía atender esos pacientes, que le enviaran a él la propuesta económica.

Y así fue como Funtierra IPS, empezó a atender los niños menores discapacitados por medio de autorizaciones del servicio de salud, por parte de la Secretaría de Salud de Córdoba.

Se estaba terminando el año, pero la gobernación no cancelaba las facturas. Entonces, me tocó visitar al funcionario Adalberto Carrascal. Fue la primera vez que lo vi, en la Secretaría de Salud Departamental. Yo estaba ahí en calidad de representante legal de Funtierra. Cuando él nos conoció, a mi esposo y a mí, dijo: “Ustedes van a ser grandes, esa es una bella labor, pero le veo falencias”. Luego nos hizo sugerencias, en calidad de auditor.

Yo creía en mi empresa, confiaba en lo que estábamos haciendo, pero aún faltaba algo que llenara mi corazón. Ese algo aun no sabía que era, sólo presentía que había un vacío. Cierto día, cuando estábamos haciendo auditoría a los pacientes que se estaban atendiendo, por parte de la Secretaría de Salud, dijo la directora que debíamos devolver una autorización, pues “hay una paciente que ha sido difícil ubicarla”. Entonces, el 23 de diciembre de 2012, viajamos rumbo a Colomboy, con el propósito de encontrar la paciente. Cuando llegamos al pueblo, abordamos a un líder local. Este nos condujo a casa de la paciente Juliana Peñate.

¡Yo no podía creer lo que mis ojos estaban viendo! Una niña de 5 años de edad, desnuda, tirada en el barro, como un animal, con hambre, su carita triste y su mirada fija hacia mí, como pidiéndome ayuda. ¡No hubo palabras! Sentí un nudo en mi garganta. Yo no sabía qué decir.

La madre de Juliana abrió la puerta de su casa. Le explicamos el motivo de nuestra visita. Nos creyó y prometió que ella llevaría a su niña a Funtierra para ser rehabilitada. Juliana vivía en un rancho casi destruido, que a duras penas se mantenía en pie, el techo de palma estaba a punto de caer.

Salí de esa casa humilde con el corazón destrozado. Fue ahí cuando entendí la labor que Dios me estaba encomendando. En aquel instante comprendí que cada día debía trabajar con amor y pasión para ayudar a los menores desprotegidos. A partir de aquel día empecé a luchar con más fe para que Funtierra IPS se consolidara como una empresa con calidad y credibilidad. Esa niña logró inspirarme de tal manera que aquel día nació mi eslogan de batalla: “AMOR POR LOS NIÑOS DISCAPACITADOS”.

Mi vida dio el giro esperado. Día tras día me despertaba con amor, porque todo lo hacía con un propósito. Cada mañana empezaba el mejor día. Cada día era feliz. Mi corazón estaba pleno. Mi lucha cotidiana era de 18 horas. Yo salía de casa, pero no sabía a qué hora regresaría. Sólo sé que no me importaba el transcurrir de las horas. Mi objetivo era ayudar. Por eso durante el mes visitaba las Secretarías de Salud Municipales, para mostrar con orgullo a la IPS. Así fuimos creciendo. La Secretaría de Salud Departamental, nunca tuvo quejas sobre nuestro servicio. Al contrario, Belén burgos, funcionaria de la Secretaría de Salud, nos visitaba y hacia acompañamiento en calidad de supervisora, y sus reportes siempre fueron positivos.

Cada mes del año 2013, ingresaban más usuarios, por ende, debían entrar más profesionales a Funtierra.

El 30 de noviembre fuimos citados a la Secretaría de Salud Departamental, en Suri Centro. Mi sorpresa fue que no sólo Funtierra prestaba el servicio. Había otras empresas: Unidad de Terapias de la Costa (Dirigido por Katia Vergara, mi prima, exfuncionaria de Funtierra), Fundelac y otras que no recuerdo los nombres, pues ya ha pasado 11 años.

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Terapias de la Costa, tenía dos sedes en Sahagún y una en montería, en el kilómetro 12, dirigidas por Katia Vergara, pero los verdaderos dueños eran Sami Spat, Adalberto Carrascal, Alfredo Aruachán, Ana Karina Elías. Hay más IPS: Crecer y Sonreír, de Yolima Rangel (mi amiga de colegio, ella instaló el sistema de tecnología en Funtierra) Semillas de Esperanza (la administradora y la contadora, ambas trabajaron en Funtierra). dicen que el dueño es Duque, exalcalde de Sahagún, pero no aparece en cámara de comercio). Semillas de Amor, en san Carlos (Nicolás, mi amigo de colegio, al parecer, figura como dueño, pero lo dudo).

Todas estas IPS piratas de garaje, de propiedad de algunos funcionarios del Estado, las crearon con el propósito malévolo de hacerle la competencia a Funtierra.

El slogan de esos bufones inmorales, era: “Los niños discapacitados son como las bebidas gaseosas, hay para todos”.

Con la proliferación de clínicas de garaje en varias localidades del departamento de Córdoba, empezaron los tropiezos en la Secretaría de Salud: No autorizaban los usuarios, creaban problemas para radicar las cuentas, no pagaban las facturas, exigían tutelas en los pasillos, porque no se atrevían a despachar en público. La situación empeoraba cada día. Para los corruptos, los trámites eran sencillos, pero para Funtierra eran complicados.

En el año 2014 teníamos 250 usuarios, pacientes remitidos por EPS, como: Salud Vida, Cajacopi, Comfacor, Comparta, Mutual Ser, entre otras, además de los usuarios remitidos por la Secretaría de Salud.

En este mismo año empezó otra batalla: El Secretario de Salud Departamental exigió que los usuarios debían tener negaciones por parte de la EPS subsidiadas.

No fue tan fácil, porque si no teníamos ese documento, no podíamos facturar. El documento fue solicitado 10 días antes de que se acabara el mes. Así continuó la maldad del Secretario de Salud de la época y del Coordinador de Servicios.

Cada mes era más difícil el cobro de las facturas. Para colmo de males, llegó el fin de año y no pagaron la cuenta de septiembre del 2014. Como consecuencia, se abrieron los huecos financieros. Tuvimos que buscar recursos económicos por otro lado.

Enero de 2015: ¡Que desastre! Se retiró Alfredo Aruachán, dejando desorden. Entra Edwin Preciado. No se sabe que es mejor, la cura o la enfermedad: Enredos, atrasos, problemas. ¡Y la nómina no se detiene!

Edwin no escucha ni entiende nada de los procesos. Durante los meses desde febrero a junio hizo lo que se le dio la gana: Autorizaba sin respetar los pactos económicos, no entregó las autorizaciones correspondientes durante los meses de prestación del servicio, no cancelaba las facturas pendientes. Este funcionario vivía en el limbo.

Pero como Dios conoce el rasero de las cosas, cada una de la IPS que mencioné anteriormente y que ya sabemos quiénes son los dueños, pero no en papel sino en testaferrato, nos buscaron para pedirnos adiestramiento administrativo, porque, aunque plagiaron nuestro modelo original, no conocían algunas piezas del rompecabezas. ¿Por qué se vieron obligados a buscar nuestra ayuda? Pues, porque ellos sabían que actuaron con felonía y vieron que estaban haciendo mal el trabajo con los usuarios. Cuando Edwin Preciado les exigió tutelas, ellos comprendieron que cada tutela era equivalente a un usuario, pero como es probable que no tenían usuarios, porque eran presuntas IPS fantasmas, entonces intuyeron que por ese motivo quedarían atrapados por las autoridades.

Como nosotros en Funtierra estábamos tan atareados con nuestras propias cargas, no disponíamos del tiempo para lidiar con cargas ajenas. Cuando la abundancia de los corazones no es de amor, los frutos no pueden ser buenos. La proliferación de clínicas de garaje en diversos sitios de Córdoba, sin poseer el conocimiento adecuado, generó manifestaciones públicas de usuarios de esas “IPS” fantasmas frente a la Secretaría de Salud Departamental y frente al despacho del gobernador de la época, Alejandro Lions, quien fue conducido a una cárcel estatal de los Estados Unidos.

El Secretario de Salud, fue advertido del problema, pero no hizo caso. Eso sucede por tener un cargo público sin conocimiento. Un aforismo semita indica que quien no tenga conocimiento será destruido.

El 31 de julio de 2015, en el ambiente había un olor a dictadura, pues fui obligada a firmar un acuerdo de voluntades en una nueva acta tarifaria. Me redujeron el número de sesiones y, como consecuencia, rebajaron el paquete tarifario. Si no aceptaba, tenía la obligación de no volver autorizar los usuarios Funtierra. Yo no me podía dar el lujo de no firmar, porque afuera había cuatro IPS (Crecer y sonreír, Semillas de Amor, Semillas de esperanza y Girasoles) que estaban como cocodrilos hambrientos esperando que mis usuarios fueran ubicados en sus sedes. ¿Sería que ellos no tenían usuarios? Firmé el nuevo acuerdo de voluntades, todo dentro del marco de la legalidad.

¡Qué descaro lo del doctor preciado! Me obligó a firmar el acuerdo de voluntades y acta tarifaria, pero ese funcionario no la cumplió, pues tocó denunciarlo en la procuraduría regional de Córdoba.
Llegó diciembre. Debíamos la nómina. Pero no teníamos plata para pagarle al personal. La Secretaría de Salud nos adeudaba facturas de los años 2014 y 2015, pero sólo a Funtierra, porque las otras IPS se dieron el lujo de cerrar y cero deudas. ¡No aguantaron la tormenta! El barco en el que navegaban fue construido con hojas de fotocopias.

¡Llegó 2016! Cambio de administración. Llegó a la gobernación de Córdoba Edwin Besaile, un joven arquitecto, hermano de musa Besaile, el político próspero y presumido de Córdoba, el que domina el municipio de Sahagún, el de la buena vida, el turco, el que camufla toda su riqueza con la empresa familiar de arroz, la arrocera Palmira. Él es: ¡Alias el Faraón!
Yolima Rangel, llamó y dijo que el nuevo Secretario de Salud es José Jaime Pareja. Sugirió que debíamos buscar cercanía, porque los pacientes estaban esperando que se reanudaran sus tratamientos, y la nómina no se había pagado. Estaba finalizando febrero sin una luz en el camino. A estas alturas no habíamos reanudado el trabajo con los usuarios. Había deudas pendientes y cartera vencida.

El 18 de marzo de 2016, en la Secretaría de Salud Departamental, se reunieron: Yolima Rangel, de Crecer y Sonreír; Lucero Parra, de Funtierra; y el Secretario de Salud, José Jaime Pareja. En ese despacho se llegó a un nuevo acuerdo tarifario. Con esta reunión se disparó la luz al final del túnel. Pero ese logro fue tan fugaz como la aurora, porque J.J. Pareja, el flamante Secretario de Salud, ¡nunca más dio la cara!

Yo no estuve presente en esa reunión, porque estaba hospitalizada, esperando una bebé. Pero tendida en la cama, seguía trabajando, recibiendo llamadas: “Hay que pagar nómina, el secretario no entrega las autorizaciones, llamaron de la Contraloría Departamental, porque quieren hacer visitas”. En fin, llamadas para solucionar problemas. Pero nada hacía que perdiera mi felicidad. Dios nos premió con una bebé que nació bella y saludable. El cielo la envió para consolarnos.
Amar a unos niños discapacitados, vulnerables, desprotegidos, ¿por qué pudo atraer tanta turbulencia, envidia y codicia a nuestras vidas?

Una mañana, mi esposo recibió una llamada de Yolima Rangel, directora de la IPS Crecer y Sonreír. Ella dijo que su patrón, Musa Besaile, quería que nosotros le diéramos la mitad de los usuarios de Funtierra, para ingresarlos a la IPS Crecer y Sonreír. ¡Quedamos atónitos! Cuando reaccionamos, después del estupor, Yolima ya había finalizado la llamada. Musa entendió nuestro silencio como un ¡NO! De inmediato comprendimos por qué la Secretaría de Salud no estaba autorizando a los usuarios. Unos días después, Eduardo José, hermano de mi esposo, le dijo que la Contraloría General de Córdoba, iba a iniciar una serie de investigaciones a los Recursos del Sistema General de Participaciones de la Secretaría de Salud Departamental de Córdoba. La respuesta es tan obvia como la adivinanza del jugo de mandarina: «Blanco es, gallina lo pone y frito se come: ¿qué es? Respuesta: ¡el jugo de mandarina! (En este tema equivale a que la corrupción es obvia).

Nunca pensé que el hecho de amar a los niños se convertiría en mi viacrucis.
De tanto solicitar el pago de nuestras cuentas, el gobernador Edwin Besaile, pagó facturas vencidas de los meses de febrero, marzo y abril del año 2015, pero durante su administración ni él ni su secretario de salud, José Jaime pareja, no pagaron los meses que transcurrieron de febrero a junio de 2016. Por esta razón nos empezamos a asfixiar en la nómina, los ahorros se estaban acabando, ya no sabíamos qué hacer. La única salida que quedaba era la de tomar una triste decisión: Después de pensar mucho, consultar con mi almohada en la noche, mientras contemplaba a mi bebé dormida, tomé la decisión, sin dudarlo, de cerrar las puertas de Funtierra. Pensé que iba ser por una corta temporada, mientras se solucionaba la situación financiera. Pero han transcurrido 8 años. Después Continuó en papeles, en las fotos, en los videos. En teoría siguió funcionando en mí, porque desde que la cerré, no dejé de aportar pruebas a los diferentes organismos de control. Y así, seguimos esperando que cancelen las cuentas vencidas que debe la Secretaría de Salud Departamental de Córdoba. Ahora en nosotros permanece el recuerdo de los niños, porque sin ellos yo no hubiese conocido el espíritu filántropo de mi esposo.

El 18 de julio de 2016, recibí una llamada de mi hermano Rafael. Me dijo que yo salí en un diario de gran circulación. Varios funcionarios públicos, dueños de 4 IPS, que son copias de Funtierra, me acusaron en EL TIEMPO de haber recibido la suma de 6.225 millones de pesos por servicios no prestados, pero yo le expliqué al periódico que esa falacia tenía el propósito de tapar el saqueo al erario público mediante el Cartel de la Hemofilia.

Como estaban desviando los recursos de los niños discapacitados y los invertían en el ‘cartel’ de la hemofilia, para que nuestra empresa no se hundiera interpusimos una denuncia. El problema de la hemofilia es que en Córdoba había más hemofílicos que en Europa, y por cada uno de ellos cobraron más de 100 millones de pesos. Y muchos de esos casos, como lo probó la Contraloría, salen con documentación falsa. Esto nos obliga a enfrentar al señor Lyons, porque no entendemos cómo no hay dinero para los niños, pero sí para la hemofilia. Los problemas no son personales, sino laborales y legales. También denunciamos a la actual Gobernación por discriminación, porque este año también pagó hemofilia, pese a las quejas, y a otra IPS de terapias para niños que se llama Crecer y Sonreír, cercana al exgobernador y al actual Gobernador. Mientras tanto, a nosotros nos bloquean.

¡Días duros! ¡Noches de insemino! Empecé a documentarme. No sabía por dónde empezar. Sólo estaba enterada por las noticias de prensa. Ignoraba de qué me acusaban. Percibía la consternación de la familia que me rodeaba.

De súbito la luz de la revelación alumbró los ojos de mi entendimiento. ¡Manos a la obra! Empecé por hacerme preguntas: ¿De qué se me acusa? ¿De qué dinero se apropió Funtierra? ¿Quién denuncio? ¿Quién originó la noticia?

Con esta serie de preguntas empecé a desarrollar mi defensa contra el ataque recibido. “Debemos estar preparados para el día que toque recibir a las entidades de control”, dijo mi esposo. ¡Ese día llegó! Entró la Contraloría, como un huracán, arrasando y violentando todo un trabajo, sin medir consecuencias, en cabeza de Alba Posada, Contralora Gerencial de Córdoba, de la época, con el objeto de realizar una auditoría de parte de la Gobernación de Córdoba, en el marco del Sistema General de Participación, vigencia 2015. Los resultados de los hallazgos, fue el inicio de una injusticia que me vulneró como persona, a mi esposo como profesional y altruista, a la empresa Funtierra, Y a más de 350 niños menores, discapacitados, que se quedaron sin tratamiento, a los trabajadores que estaba vinculados con la IPS, afectando también a los proveedores.

Esto fue el inicio de los abusos de empleados públicos que se excedieron en sus funciones, afectando los derechos de toda la comunidad Funtierra, sin ningún sustento jurídico y sin medir consecuencias, sólo por presumir poder político. La malvada gerente Alba Posada y su equipo de auditores: Catalina Zarate y Héctor Violet, entre otros, presentaron el informe de auditoría al Sistema General de Participación, vigencia 2015. El hallazgo correspondiente a Funtierra es el número 6, por un valor de 1.345 millones de pesos. ¡No hay coherencia! ¿De dónde sacaron esa cifra? Todas las áreas del equipo de trabajo de Funtierra: Facturación, contabilidad, coordinación de historias clínicas, abogado, yo (como cabeza visible, la más perjudicada por el ataque malware malicioso estatal humanoide), nos reunimos para leer, y analizar el informe, y nada coincidía, las cifras estaban erradas, porque fueron inventadas según la malicia del auditor de la Contraloría, quien hizo el trabajo de base, el funcionario Héctor violet.

Mi abogado (mi esposo) denuncio al Contralor Edgardo Maya, a Alba posada y a su equipo de auditores y contralores provinciales, ante la Fiscalía y ante la misma Contraloría (Control Interno), para que las autoridades investigaran las actuaciones de esos funcionarios. La denuncia contenía la descripción de las conductas y las pruebas que la soportaban.

Yo sentía el problema como un huracán que aumentaba su fuerza, hasta generar un terremoto de mentiras, calumnias e infamia, para demostrar poder.

Desde el día de la auditoría, ya habían pasado tres meses. A estas alturas con esta pesada carga ya me sentía frustrada y abatida. Empecé a alejarme de las personas, ya no disfrutaba de mi vida social, cada día escuchaba los rumores de los que me rodeaban. ¿Qué tan grave era aquella auditoría? Yo no estaba acostumbrada a tanto sufrimiento. Era como Siddhartha Gautama, cuando no conocía la maldad del mundo. Pero yo estaba protegida por el amor que me daba mi pequeña hija. Ella llenaba todo mi corazón. Aparte de enfrentar los efectos de aquella auditoría, debía cobrar las facturas pendientes de pago, por parte de la gobernación, de los años 2015 y 2016, sumado a que se había prestado un servicio, y el secretario de salud, José Jaime Pareja, no quería dar las autorizaciones de los servicios prestados por Funtierra durante los meses de febrero a junio del 2016. ¡Por Dios! Cómo este funcionario, nos hacía perder horas esperándolo afuera de su oficina, pero no nos atendía. Nos tocó colocar queja disciplinaria en la Procuraduría Regional de Córdoba y ante la Fiscalía. Llegó noviembre y al fin emitió las autorizaciones. Logramos iniciar el proceso de facturación correspondiente al año 2016. Todo iba bien, hasta que radicamos las facturas, porque ahí empezó el proceso de auditoría de las cuentas.

Enero 19 de 2016. Llegó correspondencia de la Secretaría de Salud Departamental. Eso fue muy raro porque a estos funcionarios no les gusta escribir. Este fue el mensaje del grupo de auditores de la Secretaría de Salud: “Asunto: Respuesta a objeciones de la facturación del año 2016. No vamos a pagar”. Cuando revisé para saber quiénes eran los auditores y el nivel de conocimiento, ¡valla sorpresa que me encontré! Era mi amigo Edwin Pardo. Lo llamé y le pregunté:

– ¿Por qué me tratas de esa manera despectiva?
Edwin respondió:
-Yo sé que eres mi amiga, pero José Jaime Pareja fue mi amigo antes que tú.

Su respuesta me dejó atónita. Si ese funcionario, siendo mi amigo, me trató con desdén, ¿cómo tratará a los contribuyentes anónimos? Sujetos como él no deberían ser empleados públicos. El tiempo y el hombro de mi esposo me ayudaron a reponerme de ese golpe. El bastardo de marras hace parte del grupo de personas que ya no me estiman-Susurré-. Inmediatamente Funtierra dio respuesta de no aceptación de objeciones. Durante los años 2017, 2018, 2019, 2020 y 2021, me quedé esperando respuesta por parte de la Secretaría de Salud. Fungieron 5 secretarios de salud, pero ninguno dio respuesta a nuestra solicitud de levantamiento de objeciones, para poder acceder al pago, pero es evidente que estos funcionarios anodinos obedecían como gozques falderos a los gobernadores de turno. Edwin Besaile no tiene nada en la cabeza. Como decía el señor Nicodemo:

“Es un burro con plata”; Sandra (la dama de hierro con pies de barro, oportunista); Orlando Benítez (Sombrerón-ladrón). Cuando vengan los zombies, los funcionarios romosinuanos se salvan porque no tienen cerebro.

Cada día era más extenuante, por la cantidad de problemas: La gobernación de Córdoba no quería pagar las deudas a Funtierra, la Contraloría ya había iniciado proceso de responsabilidad, donde yo era la responsable fiscal, junto con el gobernador Alejandro Lions, el secretario de salud, Edwin preciado y el auditor Nader, del presunto defalco al departamento de Córdoba. Además, la Fiscalía General de la Nación, inició investigación. Por esta razón yo tenía encima a todos los organismos de control: la Procuraduría, la Dian, Supe Salud, Cada día me despertaba a responder comunicaciones con respecto a las entidades de control. Todo eso fue generado por la perversidad de Alba Posada y su equipo de contralores provinciales.

Mi cuerpo y mi mente no podían más. ¡Que agonía! Sumado a todo lo anterior, tenía día tras día a El Meridiano de Córdoba, publicando noticias calumniosas en mi contra, aprovechando su quiebra, para sacar un jugoso contrato con la gobernación de Córdoba, por valor de $500.000.000 millones de pesos, a cambio de hacer el favor de desprestigiarnos a mí y a mi esposo, a través de ese diario y por la cuenta de twitter (actual X) de Juan de los Charcos. ¡Qué campaña de desprestigio me he ganado! ¡Qué odio tan grande! Fue tan evidente, que cada paso, cada documento que radicaba en la Secretaría de Salud Departamental, lo publicaban al día siguiente. Fui a denunciar en la Fiscalía al presunto periodista Henry Velazco. Al día siguiente él dijo en su publicación: “Esa denuncia no va a prosperar”. ¡Así fue! O si no que lo diga el fiscal 30 local de Montería, Eliecer ramos, quien archivó el proceso número 230016099102201701960. ¡Qué tristeza! Ya estaba quedando sin fuerza. Mi razón de vivir eran mis dos pequeñas hijas, mi esposo, mis padres y mis hermanos, a quienes amo con todo mi ser. Pero no podía parar. Tenía que seguir adelante. Alguien dijo que “se podían perder algunas batallas, pero se ganaba la guerra”. Yo había perdido ya todas las batallas. ¿Habría posibilidad de ganar esta guerra jurídica? La cosa era ardua. Por cada documento que radicaba en los tribunales, el juez no me daba la razón. Este comportamiento es fácil de explicar: Yo estaba peleando contra el monstruo de la corrupción. Mi esposo y yo estábamos perseguidos por ese fantasma hostil que se apoderó del Estado, el cual no permitía que demostráramos la verdad. Los infames periodistas de El Meridiano de Córdoba: Henry Velazco, Raomir Benítez, mi excompañero de colegio William Salleg Taboada (dueño del pasquín). ¡Todos contra mí! Me “gané” otros propagandistas del régimen: Toño Sánchez, Chica noticias, la Razón, entre otros.

La angustia generada por las noticias no era por mí, porque yo no tenía ya nada que perder. La tristeza que embargaba mi alma era por mi padre y mi madre, seres humanos buenos, que me enseñaron el valor del respeto por los demás, el de no hacerle daño a nadie, porque todo en la vida es como un búmeran que se devuelve. Mis padres eran mi talón de Aquiles. Ellos eran mi fragilidad.

Cada vez que mi padre me llamaba para decirme que salí en El Meridiano de Córdoba, con titulares grotescos, me derrumbaba. Me tocó coger fuerza, y por encima de mi esposo que me prohibía responder a cualquier tipo de ataque de la prensa malintencionada, decidí hacer lo contrario, volverme como ellos: Por cada proyectil recibido, resolví hacer contraataqué a Henry Velazco y a William Salleg. Yo no estaba acostumbrada a esas prácticas, por eso fue extenuante quedarme hasta la madrugada respondiéndole a la cuenta falsa de El Meridiano, liderada por Henry Velazco.

Mi esposo estaba molesto conmigo, mis padres empezaron a preocuparse por los cambios míos. Ya no tenía la inocencia de antes. Empecé a sentir odio hacia esos personajes que me lastimaban. Fue mi mecanismo de defensa, me tocó, me obligaron. Decidí que nunca en la vida me iba a dejar pisotear de nadie, y menos de personas corruptas, que pasaron por encima de mi dignidad por ganar una cuota de poder.

Toda esa persecución nos obligó a cambiar de ciudad. Sufrimos desplazamiento forzado. En el nuevo territorio estaba sóla, lejos de mis seres queridos, atrapada en una ciudad fría, con dos pequeñas que dependían de mí, sin amigos, sin familia. Me ahogaba esta pena. Todo esto por una infamia. Cada día el escándalo era más grande. Ya no eran sólo los hallazgos de la Contraloría, pues los verdaderos corruptos elevaron la categoría. Me tildaron de ser la jefa del cartel del Down. ¡Por Dios! Yo nunca he pertenecido a un cartel. Yo no he hecha nada contra la ley y mucho menos contra el departamento de Córdoba, ni me he apropiado de recursos económicos del Estado ni de políticos ni de funcionarios públicos.

Después que calmé mi indignación, inicié mi defensa, empezando por la Contraloría General de la República, entidad que me abrió un proceso de responsabilidad fiscal. La investigación duró cinco años. La contralora intersectorial número 8, Juliana Martínez Berme, era una funcionaria malvada porque su función consistía en esconder las pruebas, porque ella sólo obedecía al contralor de la época, Edgardo Maya Villazón, a quien le seguía el juego demostrando falsos hallazgos, imputando responsabilidad fiscal a las IPS que no pertenecían a la corrupción y a los exfuncionarios que no eran de su corriente política.

Logramos demostrar que los hallazgos eran falsos, sin embargo, el proceso de responsabilidad fiscal al final fue por valor de $350.000.000, logrando así incluirme en el boletín de responsabilidad fiscal y embargo de cuentas.

Pero no lo aceptamos, y fuimos hasta el final. Después de muchos recursos interpuestos, logramos que el caso fuera revisado por la Sala fiscal de la Contraloría de la Republica, instancia que le dio la razón a Funtierra. Seguidamente fui desvinculada del proceso de responsabilidad fiscal. Por razones obvias denunciamos a la Funcionaria Juliana Martínez Bermeo y posteriormente interpuse demanda de reparación a la Contraloría ante el tribunal de Cundinamarca, proceso que hoy está en curso todavía. La defensa contra la Contraloría se llevó a cabo con la firma de abogados Quintero & Quintero. Hago reconocimiento público al mejor abogado del mundo, mi esposo Eduardo Padilla, a quien profeso gran admiración. Sin él no hubiese logrado la victoria en mi batalla jurídica contra la corrupción.

Cuando decidí llamar al despacho del fiscal Néstor Humberto Martínez, no esperaba encontrar las trampas que maquinaban en la fiscalía de la época, mediante argumentos jurídicos. Contestaron y me conectaron con la oficina de anticorrupción. Respondió el fiscal Daniel Díaz (hoy privado de la libertad). Dijo que el fiscal anticorrupción Gustavo Moreno (ex convicto) no estaba. Resulta que el fiscal Daniel Díaz, estaba tramando una operación engañosa en mi contra, en concierto para delinquir con Yolima Rangel (dueña de la IPS Crecer y Sonreír). El abogado corrupto Leonardo Pinillas, alias Porcino, también estaba involucrado en la conspiración contra mi persona, en asocio con el exsecretario de salud José Jaime Pareja. Más tarde recibí una llamada del fiscal José Bermúdez, y dijo que él estaba haciendo una investigación por los hallazgos que emitió la Contraloría General de la República. Este funcionario me recomendó que hiciera una solicitud de interrogatorio al proceso número 1100160001012011600073, que cursaba en la Fiscalía Sexta de la Unidad de Fiscalías Especializadas Contra la Corrupción, ante la titular de ese despacho, Marta Alonzo. Solicité el interrogatorio, y después de muchos meses de insistencia me citaron. Acudí por voluntad propia y rendí mi versión: Expliqué cada paso, cada función, y advertí que los hallazgos de la Contraloría eran falsos, lo cual generó la apertura de una nueva investigación.

Luego Solicité ante la Súper Salud, una auditoría para la entidad Funtierra, a través de la delegada de prestadores, Eva Katherine Carrascal Cantillo (hoy, privada de la libertad por un caso de corrupción). En enero de 2017, aceptaron la auditoría en dos fechas del mes de enero. Los funcionarios de la Súper Salud, llegaron a las instalaciones de Funtierra. Toda la documentación y requerimiento fueron entregados a satisfacción. Cuando recibí el informe por parte de la Súper Salud, emitieron unos hallazgos para hacer mejoras administrativas. En cuanto al archivo de las historias clínicas y hallazgos financieros, como no se reportó una propiedad raíz ante la Súper Salud, respondieron a satisfacción, pero dijeron que la IPS estaba cerrada desde al año 2016. Y por ese hallazgo le impusieron una multa a Funtierra, la cual se apeló.

En una audiencia que se llevó a cabo en la Corte Suprema de Justicia, por denuncia contra Musa Besaile, el magistrado me preguntó que si yo tenía alguna denuncia por parte de la Súper Salud. Respondí que no. Solicité el proceso y encontré que en el expediente reposaba una denuncia que había interpuesto Eva Catherine Carrascal, en mi contra. Ella me denuncio para favorecerse como superintendente de salud, pues tenía el apoyo del senador Musa Besaile (enemigo gratuito de mi esposo), ya que la entidad donde Eva trabajaba era cuota política de él.

Lo que alguien siembra, eso mismo recoge: Carrascal fue descubierta en actos de corrupción con altos funcionarios del país y exgerentes de EPS. Hoy, esta funcionaria esta privada de La libertad.
Un día me llamó mi esposo, y dijo que escuchara la W radio donde estaban revelando unos audios del exgobernador Alejandro Lyons, quien reside en la ciudad de Miami. Él, junto con la DEA, le hicieron una trampa a Leonado Pinilla, para que este abogado hablara de las jugadas que estaba haciendo el fiscal anticorrupción, con senadores y altos funcionarios de la Corte. En ese audio se revela cómo Leonardo Pinilla, a quien no conozco, sabía de la trama que estaba realizando Musa Besaile y el fiscal anticorrupción Gustavo Moreno. En el citado audio se evidenció que Alejandro Lyons dijo:

– Y Padilla, ¿qué?
Respondió Leonardo Pinilla:
-A Tania la capturan la otra semana.

Musa Besaile cuadró todo con Gustavo Moreno.
Yo no podía creer lo que estaban maquinando en mi contra. ¡La maldad de los corruptos no tiene límites!

Al día siguiente, el bufón Juan de los Charcos, armó el escándalo en El Meridiano. Dijo que yo tenía preparada mi cama en el hotel Las Mercedes.

Y el payaso Henry Velazco, escribió en twitter (X): “Ya tengo la foto de Tania lista, para colocarle el número de la reseña carcelaria.

Mi tío Jesús estaba angustiado porque los amigos de mi esposo le decían que nos cuidáramos de Tavo Moreno.

Fue ardua la tarea de escudriñar a los corruptos hasta el fondo. Son como perros que cuidan la presa. Comprendí que en el edificio Colombia, de propiedad de ellos, nadie se puede meter.

Desde ese momento empezó la otra cara de Tania Otero. A partir de ahí ya teníamos fuerza para nuestra defensa. Estábamos al corriente de cómo funcionaba todo. Ya sabíamos que la cabeza de todo era Musa Besaile. (Continúa…)

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La Otra Cara es un portal de periodismo independiente cuyo objetivo es investigar, denunciar e informar de manera equitativa, analítica, con pruebas y en primicia, toda clase de temas ocultos de interés nacional. Dirigida por Sixto Alfredo Pinto.


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