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 Sentido pésame

Bertha Acevedo de Gómez e hijos, Rafael Alberto y Martha Cecilia Gómez Acevedo.

Permítanme unas conmovidas palabras de condolencia por el fallecimiento, al despuntar el día de ayer sábado, en la ciudad de Cali, de la admirada, apreciada, esclarecida matrona, Bertha Acevedo Ortiz (85 años), nacida en Barichara-Santander, esposa del distinguido ingeniero eléctrico, Rafael Gómez Plata (fallecido), padres del acreditado médico, Rafael Alberto y la abogada, Martha Cecilia Gómez Acevedo, funcionaria de la Fiscalía General de la Nación.

Un inigualable corazón, bueno, digno, justo, construido con sentimientos de amor y gratitud. Cálida, ejemplar esposa, madre excepcional, abuelita incomparable, suegra sin par. Rosa que adornó, perfumó el entorno familiar, la sociedad que la admiró, valoró  -en toda la extensión de la palabra- sus virtudes, dotes compartidas por más de medio siglo de vida.

Pérdida irreparable, cuya partida al impensado, definitivo viaje -sin regreso- hacia la eternidad, nos ha conmovido, enormemente, igual a los suyos, hijos, nietos, familia, allegados, amigos todos.

Portentosa dama que hizo de su vida una envidiable obra de arte.

La muerte es un acontecimiento natural, irreversible realidad -por consiguiente- que debe asumirse con cabal sentido de la finitud, según el doctor Jadad, quien agrega: la muerte es el mayor aliciente para disfrutar nuestras vidas porque ella es finita, porque sabemos que tenemos los días contados: “Si fuéramos eternos la vida no tendría sentido, todo daría lo mismo”. Solo podemos ser felices si aceptamos la muerte. Y solo, si somos felices, podemos ayudar a los demás.

A propósito, en uno de los evangelios se lee: “Por sus frutos los conoceréis”, y si que se puede decir, predicar de mi adorada suegra; cuán grandes y fructíferos fueron; ser irremplazable a quien disfruté en vida, quien me brindó extensamente su mano generosa, protectora;, me impactó siempre con su inteligencia, señorío, hidalguía, buen humor, bonhomía; en el retiro del apacible, acogedor, caliginoso hogar, nido de amor, donde todo fue alegría, ternura, de ahí el dolor y tristeza que me embargan y trascienden en esta afectuosa, confesional esquela de despedida.

Con cada ser amado que muere, desaparece una parte de parte de nosotros mismos, de nuestra existencia, quedándonos -para consuelo- los indelebles recuerdos, gratos  momentos compartidos a su lado, los cuales nos acompañarán y suplirán su ausencia. en forma definitiva y para siempre.

Para terminar, acudo en auxilio, a un verso de la CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA, de Porfirio Barba Jacob

Luis Fernando Arias Gómez.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, / como en las noches lúgubres el llanto del pinar. / El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, / y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.  /Mas hay también ¡Oh Tierra! un día… un día… un día…/ en que levamos anclas para jamás volver…/ Un día en que discurren vientos ineluctables / ¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Su fallecimiento -repito- lo lamento de todo corazón. Continuará su memoria reencarnada en mis hijos Laurita y Luis Fernando (junior),  demás nietos, que igualmente, compungidos, la despiden, rememorado en el  futuro  su rostro, su sonrisa, sus plegarias, sus tiernos abrazos, besos. Será el mejor tributo.

Que el Señor la tenga en su santa gloria disfrutando del descanso eterno, reservado a las almas justas, nobles, buenas, y Bertica, lo fue de manera superlativa. Qué duda cabe.

Descanse, duerma en paz querida suegrita.

Que así sea. Amén.

“REQUISCAT IN PACE»

LUIS FERNANDO ARIAS GÓMEZ

Cali, 12 de junio de 2021

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La Otra Cara
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Periodismo Investigativo


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