bernardo henao jaramillo

El humanismo como antídoto del odio

Compártelo:

Por Bernardo Henao Jaramillo

Columnista de opinión

Los recientes asesinatos de figuras públicas —desde influencers hasta líderes políticos— revelan un patrón que trasciende nombres propios y geografías: la consolidación de un idioma, el del odio. Una gramática del desprecio, de la deshumanización y del insulto fácil, que permea discursos políticos, redes sociales y hasta las conversaciones cotidianas. La violencia se alimenta de palabras cargadas de rencor y termina por convertir la discrepancia en enemistad absoluta.

En relación con la muerte prematura de Charlie Kirk, ocurrida en Utah, Estados Unidos, muy probablemente a manos de Tyler Robinson, un joven de 22 años,  sorprende con la forma impulsiva y violenta en que  actuó, aun sabiendo o creyendo saber las consecuencias. Según dijo lo hizo porque el activista ultraconservador “estaba lleno de odio”. Su padre fue quien lo entregó.

Ese tipo de acciones se ha propagado y proliferado por el mundo. La intolerancia se hace presente en distintos escenarios y se llega al absurdo de batallas campales entre hinchas de equipos por el resultado de un encuentro de futbol.

Es preocupante que esta espiral siempre en aumento particularmente permee la extrema izquierda. En el islamismo, el nacionalismo cristiano y el populismo secular. Cualquier bandera justifica la barbarie.

Hannah Arendt quien naciera en Linden (Alemania)  en 1906 se dio a la tarea de investigar sobre como las ideologías y sistemas políticos podían deshumanizar a las personas. En su momento anticipó: la banalización del mal convierte atrocidades en rutina, en un lenguaje aceptado, en una lógica de destrucción normalizada.

Hoy, se llega a extremos impensables. El islamismo radical no es excepción sino síntoma. Su instrumentalización de la fe para imponer un orden autoritario se hermana con otros credos y doctrinas. No estamos ante una lucha simplista de izquierda contra derecha, sino frente a una guerra de absolutismos: todos convencidos de poseer la verdad, todos dispuestos a aniquilar al que piensa diferente.

La salida de esta encrucijada no puede reducirse a un simple llamado moral abstracto. Requiere recuperar la autoridad legítima del Estado, una justicia recta y expedita que no tolere impunidad, y políticas públicas que enfrenten el odio como problema estructural. Se necesita también un compromiso ético de los ciudadanos: no amplificar la mentira, no repetir la palabra sucia, no justificar la humillación del otro, verificar las fuentes y veracidad de los escritos que se comparten. Hoy la narrativa es un instrumento que inventa o modifica la realidad. Sería interesante que a través de la IA se generaran contranarrativas y alertas al lenguaje de odio que circula por las redes sociales.

El humanismo, lejos de ser un lujo intelectual, es hoy una urgencia. Hay que recordar que detrás de cada discurso, de cada etiqueta, de cada “enemigo”, hay una persona con dignidad. Recuperar el humanismo significa defender la libertad sin degradar la vida, criticar sin odiar, confrontar sin destruir. El debate debe tener altura y no confrontación.

No se trata de ingenuidad, sino de supervivencia. Una sociedad que convierte el odio en norma está destinada a desmoronarse. Crecer en un entorno donde la violencia es vista como una forma de resolver los conflictos puede llevar a considerar el homicidio como «opción».  Una sociedad que defiende la vida y la justicia, en cambio, puede reencontrar un futuro común.

Es el momento de empezar a construir el idioma de la tolerancia y la solidaridad, rechazar todo vestigio de odio y lograr un país guiado por el humanismo.

Compártelo:
Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *