Por: José Félix Lafaurie Rivera
Los problemas de la producción lechera son una combinación de factores coyunturales y estructurales. La coyuntura está marcada por una caída del precio al productor, que ya completa 17 meses y una disminución del precio superior al 16%. Entre tanto, desde 2021 el precio al consumidor presenta la tendencia contraria, con un incremento efectivo del 82,8% y la inevitable consecuencia de una caída del consumo, de 18 litros por persona entre 2021 y mediados de 2024.
En estas condiciones y con altos inventarios, las importaciones agravan la crisis. A junio de 2024 se importaron 34.000 toneladas de leche y derivados, equivalentes a 293 millones de litros, prácticamente un mes de acopio que no se compra a campesinos colombianos, sino principalmente a prósperos y subsidiados ganaderos estadounidenses, a partir del TLC suscrito con ese país, con cupos crecientes de importación sin arancel y bajo arancel extracupo hasta 2026, cuando se libera el comercio de lácteos y se consolida la amenaza a la producción colombiana.
Frente a esta realidad, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo abrió una investigación sobre la importación de leche en polvo subsidiada desde Estados Unidos, para la eventual imposición de derechos compensatorios, que son un gravamen, permanente o transitorio, para “compensar” el daño causado a un sector productivo; daño constatado para la producción lechera por el propio ministerio, a raíz de la solicitud de salvaguarda presentada por FEDEGÁN en 2021, que no resistió la presión de otros sectores colombianos que se habrían visto afectados por mecanismos retaliatorios.
En este caso, sin embargo, Colombia, como país afectado, puede imponer medidas compensatorias para evitar el daño probado. No obstante, la Asociación Colombiana de Procesadores de Leche, Asoleche, y el Consejo de Exportación de Lácteos de Estados Unidos, USDEC, se han unido para oponerse a cualquier medida compensatoria para el sector lechero y así seguir disfrutado, la primera, de un mercado sobreofertado de leche fresca e importaciones, y el segundo, de exportaciones crecientes y muy pronto ilimitadas.
Esta difícil situación de coyuntura se suma a los problemas de siempre. 1) Mucha producción – poco acopio: En 2023 se produjeron 7.097 millones de litros y la industria formal acopió el 47%. 2) Muchos vendedores – pocos compradores: Mientras 350.00 ganaderos ofrecen su leche, solo diez grandes empresas compran el 54% del acopio formal. 3) Bajo consumo: Con 162 litros per cápita, el consumo fue creciente hasta 2021, aunque con alto y preocupante subconsumo en la población más necesitada. A partir de entonces, cayó hasta los 147 litros en 2023.
De los factores estructurales se derivan varias conclusiones: Primero: más de la mitad de la producción, principalmente de pequeños productores, se coloca en la informalidad a precios que no cubren los costos ni el esfuerzo campesino.
Segundo: la industria ostenta una clara posición dominante frente a los productores. 3) Se requieren políticas que fomenten el consumo, sobre todo en las clases populares, no solo para reparar la inequidad, sino para incrementar el acopio formal. 4) Se requiere política pública para ampliar la infraestructura de pulverización de leche, que pueda ser procesada en periodos de mayor producción y utilizada en los de escasez.
Esta grave combinación de factores, que afecta a 350.000 ganaderos, en su mayoría campesinos minifundistas, motivó la carta que envié a los ministros de Agricultura y Desarrollo Rural y de Comercio, Industria y Turismo, pues no se trata solo de producir o importar más o menos leche, sino del equilibrio social del campo, afectado por la violencia y el abandono; se trata de la paz rural, comienzo y condición de la paz de Colombia… la paz de ahora y siempre.
@jflafaurie