Por Bernardo Henao Jaramillo.
Ni en el imaginario del realismo mágico se podría vislumbrar el estado de cosas que estamos viviendo los colombianos, una realidad que envuelve a la sociedad en confusión, contradicciones y caos. Nos encontrábamos tratando de descifrar el discurso ante la ONU del presidente, en el que quedó evidente que no se ha podido superar a Pablo Escobar; el restablecimiento de las relaciones con Venezuela con la reapertura de la frontera, evento al cual no concurrió Maduro; conmemorando el plebiscito de 2016, en el que triunfó el No y el entonces gobierno Santos lo convirtió en un Sí, cuando se conoció, el 4 de octubre, que el gobierno Petro dará comienzo a diálogos con el ELN en la primera semana de noviembre del presente año. Desde luego, en medio de la turbulencia ocasionada por las monumentales y controvertibles reformas que impulsa esta administración, la noticia pasó más bien desapercibida.
El ELN fue creado por Fabio Vásquez Castaño en 1964. Militaron en sus filas los famosos sacerdotes Camilo Torres y Gregorio Manuel Pérez Martínez alias el Cura Pérez o Poliarco. Este último fue supuestamente un pionero de la Teología de la Liberación y llegó a ser ideólogo y comandante en jefe del ELN.
Al ciudadano común se le dificulta entender la razón de tanta generosidad con terroristas que han cometido miles crímenes execrables. Valga recordar la bomba que hicieron estallar en la Escuela de Policía General Santander, que costara la vida a 27 jóvenes cadetes y 87 graves heridos, causando inmenso dolor a las familias y a la población en general. La explosión de Machuca en Segovia, Antioquia, masacre en la que murieron 84 seres humanos ajenos al conflicto y que produjo daño ambiental en grandes proporciones. Las voladuras de oleoductos que también ocasionaron daño al medio ambiente y aún están frescas en nuestra memoria.
Pero en lo que son campeones como consta en los registros de memoria histórica es en secuestrar. Delito execrable de lesa humanidad.
Al parecer, la política de la “paz total” se traduce en la rendición del Estado de derecho frente a quienes delinquen, por eso, ni siquiera se exigió el cese del fuego para sentarse a dialogar. Hecho de graves repercusiones porque envalentonará a los subversivos y acudirán a la mesa dando órdenes e imponiendo su parecer.
Y cómo creer en los países llamados garantes, cuando son, en verdad, cómplices de la subversión. Cuba y Venezuela no sólo han abrigado en sus territorios a esos bandidos, sino que han negado su entrega para que se sometan a la justicia.
Según el Comité para los Refugiados de Naciones Unidas el ELN ha practicado reclutamiento forzoso de niños, incluidos menores de comunidades indígenas, proceder que se ha extendido a las regiones que limitan con Panamá, Venezuela y
Ecuador. En informe del Centro Nacional de Memoria Histórica de 2018 titulado «Una guerra sin edad » se asegura que 16.879 menores fueron reclutados entre 1960 y 2016 por grupos armados. El ELN reclutó a un 10 % de estos menores. En 2018 empezó a reclutar venezolanos. Señala la Coalico, Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia, este delito aumentó en un 113% a pesar de la cuarentena por Covid 19. Y siguió siendo cometido por el citado ELN, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia o Clan del Golfo y las disidencias de Farc-Ep, entre otros grupos armados organizados.
Es una verdad indiscutible que las sociedades construyen sus cimientos con principios y valores y nunca con concesiones a los violentos. Quien negocia con terroristas se expone al fracaso como ya quedó demostrado en el caso del Acuerdo de la Habana: al poco tiempo de firmada la paz, se reincorporaron a la subversión firmantes del acuerdo y, además, se creó una importante «disidencia” llamada Nueva Marquetalia, que no fue la única.
Los bandidos no suelen tener palabra.
Hoy las otrora Farc gozan de total impunidad y a las víctimas no se les ha hecho justicia. Por otra parte, tiranías como las de Cuba y Venezuela, «garantes» del nuevo proceso de paz, no otorgan seguridad alguna, ni son aval de cumplimiento de lo que se llegue a pactar. Durante años han estado exportando armas, violencia, secuestros, extorsión, destrucción, narcotráfico, adoctrinamiento y escondite de guerrilleros además de entrenamiento de los mismos. Su interés, muy probablemente, es económico ¿Cuánto dinero pretenderán obtener en esta ocasión?
Habría que tener en cuenta, a la hora de negociar con terroristas, que las víctimas deben ser dignificadas, para que no suceda lo mismo que con las Farc: el muy publicitado acuerdo de paz firmado incluyó una justicia llamada especial y diseñada por ellos y para ellos que ha resultado completamente inoperante. Hasta ahora no se ha condenado a los criminales y no se ha resarcido a las víctimas, por lo cual no se puede hablar de justicia y sin ella no se construirá la paz.
¿Por qué dar estatus político a organizaciones que son netamente criminales, que hace tiempo perdieron el norte y olvidaron sus ideales para convertirse en lo peor, asaltantes, secuestradores, genocidas? Con estas personas será imposible construir la tan ansiada paz. No debe olvidarse el adagio “La esperanza del perdón, alienta al pillo y al ladrón”.
Es imperioso en el actual momento que afronta la Patria recordar al célebre escritor y político irlandés Edmund Burke ( 1729-1797), quien sentenció ya hace más de dos siglos “Para que triunfe el mal basta con que los buenos no hagan nada”. Llegó la hora de reaccionar.
Columnista de Opinión.