Paz Total: ¿Posibilidad o utopía?

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Por José Félix Lafaufrie.

Fue esa la pregunta central del Foro Colombia 2023 de la Revista Semana sobre el tema de la paz, en el que participé y que merece unos comentarios. En principio, quiero acotar el concepto y por esa vía, también la respuesta y nuestras responsabilidades sobre algo que se parezca a la “paz total”.

Y cuando digo “que se parezca”, estoy afirmando que, efectivamente, la paz total sí es una utopía, lo que no quiere decir que, como propósito, no deba ser buscada. La utopía, un concepto originalmente aplicado a las condiciones de una sociedad perfecta, ideal y, por lo tanto, imposible, se extendió a todo lo inalcanzable; como la felicidad total, también utópica, pero cuya búsqueda da sentido a nuestras vidas.

Igualmente, la búsqueda de esa utopía cobra sentido en una sociedad fracturada como la nuestra. Por ello, debe ser el propósito, el “dogma” que, al decir de Ortega y Gasset, la entusiasme para construir un “Acuerdo sobre lo fundamental” entre los colombianos, como soñó Álvaro Gómez, tomó prestado éste gobierno y gravitó como respuesta en el foro.

Nadie dudó de la importancia de pasar la página, de superar el odio que se expresa en la polarización política y en narrativas estigmatizantes y violentas, para encaminar las energías del país hacia ese Gran Acuerdo Nacional, a partir del diálogo para encontrarnos en lo compartido y acercarnos en las diferencias.

En ese contexto, las negociaciones con el ELN adquieren condición de “piloto” y deben mostrar resultados tempranos en los territorios, que le devuelvan la confianza a los colombianos, como un camino hacia el Acuerdo Nacional.

Se hizo evidente que resulta fácil responder al QUÉ, pero más difícil encontrar el CÓMO avanzar hacia esa utopía, sobre todo mientras exista el narcotráfico y las rentas ilegales que conducen al control territorial que somete a los ciudadanos y limita su libertad, y mientras exista esa tendencia a la ilegalidad que se volvió cultura en el país. También estuve de acuerdo, por supuesto, en que genera desconfianza la laxitud de la JEP frente a los crímenes de las Farc y el rigor extremo frente a la Fuerza pública.

Todos coincidimos en la necesidad de un verdadero plan de acción en los territorios, que desate su desarrollo y mejore el bienestar de la Colombia rural; y en que no basta el copamiento militar, sin una dotación integral de infraestructura y de bienes públicos, la justicia incluida, que permita una vida digna y económicamente viable, como condición para sustituir las rentas ilegales.

De ahí la pragmática afirmación de uno de los contertulios sobre los límites de la paz total, pues no se logrará negociar el sometimiento de todos los actores armados y, por lo tanto, el asunto es de “zanahoria y garrote”, con una efectiva política de seguridad que seguirá siendo necesaria.

Carlos Ruiz-Massieu fue prudente, por su condición de delegado especial de la ONU, pero volvió a referirse a que, de cara a los diálogos con el ELN, el Acuerdo de Tierras con FEDEGÁN y una mayor asignación presupuestal para el desarrollo rural, son señales positivas hacia una paz posible.

En fin, fue un debate interesante, incluso con quienes ayer no encontraba sino diferencias, que aún perduran, pero de eso precisamente se trata el Gran Acuerdo Nacional; de acercarse a puntos de encuentro sobre lo “fundamental”, una de mis convicciones heredadas, como lo es también mi premisa de siempre, en la que insistí: “Sin la recuperación del campo, algo que se parezca a la paz total nunca será posible”, y esa paz total, aunque utopía, bien merece el esfuerzo de los colombianos que queremos un país mejor.

@jflafaurie

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Jose Felix Lafaurie
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