Por Bernardo Henao Jaramillo.
Columnista de Opinión
La nación tiene entre sus elementos más representativos los símbolos patrios, porque alrededor de ellos su pueblo genera identidad, su pertenencia a un grupo social, un grandioso grupo llamado país, dan sentido a sus nacionales de dónde vienen y para dónde van, pues, les transmiten los valores que ellos encarnan como la libertad, la independencia, la abnegación, el orgullo patrio, la justicia, y el respeto a la biodiversidad.
En la sentencia C-469 de 1997, con ponencia del Magistrado Vladimiro Naranjo Mesa, la Corte Constitucional sentenció “Los símbolos patrios -la bandera, el escudo y el himno- son la representación material de toda una serie de valores comunes a una Nación constituida como Estado. Por ello, estos símbolos se han considerado siempre como objeto del respeto y la veneración de los pueblos que simbolizan. Y por ello, también, la mayoría de las legislaciones del mundo los protegen, y sancionan su irrespeto como falta grave, a veces como delito.”
Además, los gloriosos símbolos patrios como son el escudo de armas, la bandera y el himno nacional, son emblema de unidad, por su aceptación universal por la comunidad colombiana.
El pasado 28 de junio en la cuenta oficial en Twitter de la Presidencia Colombia se publicó, a las 7.51 a.m., el escudo de Colombia con el hashtag #SumateALaRutaDiversa, cambiándole sus colores tradicionales y utilizando los de la comunidad LGBTQI:
(https://twitter.com/infopresidencia/status/1674037901582106627?s=48&t=w_1i1dODRADyQdSpHuZfIg)
El escudo de Colombia se remonta a la ley 3 del 9 de mayo de 1834, siendo Presidente el General Francisco de Paula Santander y se ha distinguido desde entonces por llevar los colores amarillo, azul y rojo, reafirmados por varios decretos, en especial los de 17 de mayo de 1924 y 11 de enero de 1934. Posteriormente el decreto 3558 de 1949 lo describió detalladamente.
En sus casi 200 años de existencia nadie se había atrevido a irrespetar este símbolo patrio. Lo ha hecho ahora la Presidencia de la República al modificarlo en homenaje a la minoritaria comunidad LGBTQI, desconociendo que el decreto 1967 de 1991 prevé cuándo puede ser utilizado, conducta que ofende a millones de colombianos en su amor patrio.
Es muy lamentable que un fallo judicial, proferido por la Corte Constitucional en el año 2009 (Sent C-575/09), haya suprimido el agravio a los símbolos patrios como delito, sin embargo la sentencia contó con varios salvamentos de voto. Del presentado por el magistrado Mauricio González tomamos este aparte:
«Ahora bien, la norma cumplía con la exigencia de razonabilidad, por cuanto buscaba cumplir un fin constitucionalmente válido como es enaltecer la dignidad de la nación. En efecto, el artículo 95 constitucional – de los deberes y obligaciones- señala que la calidad de colombiano enaltece a todos los miembros de la comunidad nacional. Seguidamente se indica que todos están en el deber constitucional de engrandecerla y dignificarla».
Por supuesto, el primer llamado a cumplir la Constitución y con ella los escasos deberes y obligaciones que contempla es el presidente, uno de ellos, honrar los símbolos patrios, máxime cuando éstos son motores de cohesión social por su poder vinculante, dada su admisión por todos los colombianos en tanto representan la historia y los valores del pueblo al que pertenecen.
Pero no, como es su costumbre, busca dividir a los nacionales, llama a la “Paz Total” pero dirige sus discursos y actuaciones a fraccionar a la sociedad, en esa vía ultraja el escudo de Colombia y con ello “al honor y al sentimiento de todo un pueblo que ve en ellos encarnado su ideal de patria” (C-469/97).
¿Qué sentido tiene modificar el escudo de Colombia para rendir homenaje a la comunidad LGBTQI? Por supuesto este grupo minoritario hace parte del pueblo Colombiano y como tal se identifica con los símbolos patrios; colectivo que celebra su día para promover la tolerancia, la igualdad de derechos ante la ley, la no discriminación y la dignidad de sus integrantes, valores que justamente representa nuestro escudo y que al ser alterado, sin razón que lo justifique, inequívocamente conlleva a una separación odiosa e inadmisible por parte del gobierno, a más de un agravio a todos los colombianos. ¿O habrá alguna motivación que no conocemos? En Colombia, a ojos vista se encuentra que existe respeto a la diversidad sexual.
Los símbolos no lo son por azar, ni por capricho del gobernante de turno. La patria trasciende las fronteras, es un sentimiento, una historia, unos valores y mucho más, todo lo cual se busca compendiar en los símbolos patrios, ellos nos acercan a una realidad, por eso en todos los países del mundo, desde temprana edad, se inculca el respeto por ellos, se les exalta, son necesarios en todo país que construye su concepto de nación, por supuesto, no en quien pretende desarticularla. Paul Ricoeur, en el libro Palabra y Símbolo, anota en punto a los símbolos: “No se agotan en su significado literal sino que extraen su potencia y su fuerza, excediéndolos a sí mismos”.
A propósito de símbolos, hay que mencionar que el frente de la Casa de Nariño fue decorado con la bandera «del orgullo gay» y además con otra bandera de colores azul celeste, rosado y blanco que no nos es familiar. Resulta que es una bandera «pedófila » ideada por los pederastas para mostrar sus inclinaciones. El primer color revela el «gusto» del propietario del símbolo, si es azul son los niños y si es rosa son las niñas.
No es una bandera LGBTQI sino que pertenece a otro movimiento llamado MAP, Minor Attracted Person.
Sodoma y Gomorra están de regreso y se anuncian en el frente de la Casa presidencial. ¿Quién será el responsable de esta catástrofe? ¿Cuál será el mensaje que quiere enviar el Primer Mandatario?.
¿Qué puede ser peor?
Y para concluir: Hay quienes quieren pertenecer a la comunidad LGBTQI. ¿Qué tiene que ver su inclinación sexual o su identidad de género con nuestro escudo?