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Del Falso Mesianismo a la Reconstrucción Política

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 Por: Ing. Sixto González

La presidencia de Gustavo Petro ha estado marcada por la contradicción, la teatralidad y una fuerte incapacidad de gestión. Su figura se ha construido en torno a gestos simbólicos que buscan conmover y mantener un aura de liderazgo moral, pero que en la práctica evidencian una profunda incoherencia política. Ese estilo personal, más cercano al espectáculo que a la institucionalidad, ha comenzado a debilitar no solo la gobernabilidad del país, sino, a la izquierda misma como proyecto político a largo plazo.

Lejos de ser únicamente un problema coyuntural, esta realidad abre una ventana estratégica para la derecha colombiana: la posibilidad de capitalizar el desgaste del actual gobierno y presentarse como alternativa de estabilidad, eficacia y visión de futuro.

Uno de los puntos más visibles de Petro es su selectividad a la hora de juzgar. Señala con fuerza a gobiernos extranjeros cuando le conviene ideológicamente, pero guarda silencio ante la represión y la crisis de regímenes cercanos que considera aliados. Esa incoherencia mina su autoridad moral y lo convierte en un líder con un pragmatismo selectivo, incapaz de sostener principios universales.

La derecha, en cambio, puede aprovechar este vacío para reivindicar la coherencia y la defensa sin ambigüedades de la democracia, los derechos humanos y las libertades fundamentales, sin importar el color político del gobierno que los viole.

El actual presidente ha convertido cada aparición en una puesta en escena. Su vestimenta, sus discursos plagados de metáforas grandilocuentes y su insistencia en la épica latinoamericana responden más a la lógica del show que a la de la gestión. La “tribuna” lo celebra, pero el ciudadano de a pie comienza a percibir que detrás de las palabras no hay soluciones reales a los problemas de empleo, seguridad y pobreza.

Allí surge la oportunidad de la derecha: contraponer el dramatismo; con propuestas concretas, programas claros y un estilo sobrio que devuelva la política a la seriedad de la administración pública. Frente al espectáculo, la promesa de resultados.

Cada error de Petro no solo afecta a su gobierno, sino a toda la izquierda. La falta de resultados y la confrontación innecesaria con diversos sectores terminan desgastando la credibilidad del progresismo en su conjunto. El riesgo para ellos es evidente: después de un mandato plagado de improvisación, difícilmente convencerán al electorado de que pueden gobernar de nuevo con responsabilidad.

La derecha debe entender este momento como un terreno fértil para reconstruir confianza. Le corresponde presentarse no como un retorno al pasado, sino como la alternativa moderna y pragmática que puede garantizar orden institucional, crecimiento económico y cohesión social.

La figura del falso profeta resulta útil para describir el estilo de Petro. Un líder que se presenta como elegido, como iluminado, pero que en la práctica exhibe impotencia para transformar la realidad. Cuando su pretendido martirio se pone a prueba, evade el sacrificio y deja que sean sus seguidores quienes carguen con las consecuencias.

Ese desencanto que inevitablemente llegará en las bases del petrismo no fanático, no debe ser desperdiciado. Allí se encuentra una masa ciudadana que, cansada de promesas incumplidas, puede migrar hacia propuestas de derecha si éstas son capaces de articular un proyecto serio y atractivo.

La coyuntura actual plantea un reto, pero también una oportunidad. La derecha no puede limitarse a criticar los errores de Petro; debe transformar esa crítica en una narrativa propositiva, acompañada de liderazgos sólidos y discursos que convoquen al centro político. La clave estará en mostrarse como la fuerza que garantiza estabilidad, prosperidad y respeto institucional frente al caos y la improvisación.

Si Petro ha demostrado que el histrionismo y la incoherencia son un camino sin salida, la derecha tiene ahora la oportunidad de reivindicar la política como ejercicio de responsabilidad. Convertir el fracaso de este gobierno en el punto de partida para un nuevo ciclo, depende de su capacidad para ofrecer soluciones claras y conectar con el ciudadano desencantado.

El desgaste del actual presidente no debe verse únicamente como una crisis nacional, sino, como un punto de inflexión en la historia política reciente. Su incoherencia, su dramatismo y su incapacidad de gestión no solo debilitan a su gobierno, sino que erosionan la credibilidad de la izquierda. Allí, precisamente, se abre el espacio para que la derecha conquiste las próximas contiendas presidenciales.

La estrategia es clara: frente al espectáculo, ofrecer seriedad; frente a la incoherencia, congruencia discursiva; frente al falso profeta, liderazgo real. Si la derecha sabe leer este momento histórico y actuar con inteligencia política, el poder ya no sería un horizonte, sino, la realidad inmediata. No caminaría hacia el poder, ya estaría instalada en la antesala de la Casa de Nariño.

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La Otra Cara es un portal de periodismo independiente cuyo objetivo es investigar, denunciar e informar de manera equitativa, analítica, con pruebas y en primicia, toda clase de temas ocultos de interés nacional. Dirigida por Sixto Alfredo Pinto.


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